Violencia social, represión, desolación institucional. Casi 40 murieron a balazos de las fuerzas de seguridad, 9 de ellos en la provincia de Santa Fe – 6 en Rosario, 2 en Villa Gobernador Gálvez y uno en la capital provincial. Fernando de la Rúa huyendo de la Casa Rosada en helicóptero, los cinco presidentes en una semana. La política deslegitimada, la economía destruida y la organización y asamblea social como soportes de un pueblo desalojado.
Lo vivido el 19 y 20 de diciembre de 2001 fue el corolario de una crisis sistémica. Una ruptura del orden democrático que, nos enseña la historia, se resolvió en el marco de la propia democracia. El fracaso de un modelo que, inaugurado por el menemismo y seguido con torpe obstinación por De la Rúa, estalló en un inconfundible grito: Que se vayan todos.
«Piquete y cacerola, la pelea es una». Esa fue la consigna que unió a los pobres condenados al desempleo y a la clase media privada para contar con sus ahorros para el corralito de Domingo Cavallo, el padre de la niña (la convertibilidad) que fue llamado en emergencia para salvarla cuando ya estaba su locura. incurable. Así, en un esfuerzo por no devaluar la moneda, el sistema democrático se devaluó ante el inevitable fin del ficticio uno a uno.
No hay peor gobernante que el que no quiere escuchar. La sordera de Fernando de la Rúa, que se había quedado sin vicepresidente tras la renuncia de Carlos Chacho Álvarez por el escándalo de “Banelco” que circuló en el Senado a cambio de votos para sancionar la ley de flexibilización laboral, se expresó con absoluta dureza tras las elecciones del 14 de octubre de 2001. Casi la mitad del censo electoral se inclinó hacia lo que se bautizó como un “voto tosco”: o no asistieron a las elecciones, o su sufragio quedó en blanco o se anuló. De la otra mitad, que votó por un partido, sólo el 22 por ciento lo hizo por los candidatos de la Alianza UCR-Frepaso.
«No perdí porque no era candidato», fue la interpretación del resultado que hizo el entonces presidente de la Nación, quien ya había sido ridiculizado y se burló de sí mismo cuando fue a confrontar a su imitador en el programa de Marcelo Tinelli. . Fue el principio del fin de su reinado, incapaz de entender que necesitaba un cambio en la rueda. Por el contrario, decidido a sostener un modelo moribundo, se acentuó su divorcio con una sociedad que padecía sus decisiones económicas y ocupaba el espacio público para resistirlas.
Piquetes, cacerolazos, saqueos se producían en las calles, mientras que en instituciones fundamentales, como el Congreso, el cambio en la relación de fuerzas se expresaba en decisiones que presagiaban lo que vendría. Entre ellos, la elección de dos peronistas, Ramón Puerta y Eduardo Camaño, como presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, con los que quedaron tras Fernando de la Rúa en la línea de sucesión ante la dimisión del vicepresidente.
La situación estaba completamente fuera de control el 19 de diciembre y el presidente radical, ya completamente desacreditado, echó gasolina al fuego al decretar el estado de sitio. Había sido un día de saqueos y represión, que en Rosario fue especialmente violento y dio a luz un símbolo: fue ese día que dos policías mataron a Pocho Lepratti cuando se subía al techo de un comedor de una escuela en Las Flores. Barrio y me dijo: «Hijos de puta, no tires que solo hay niños comiendo». Hubo protestas en todo el país y una multitud se congregó esa noche en la Plaza de Mayo unida por el «que todos se vayan». La respuesta, más represión y más muertes.
Las protestas continuaron y se extendieron el 20 de diciembre, también las acciones descontroladas de las fuerzas de seguridad. La Plaza de Mayo fue un hervidero y los incidentes continuaron por la avenida Plaza de Mayo hasta el 9 de Julio. Las protestas crecían en todo el país. En Rosario, la conmoción de esos días fue grande y se palpaba la incertidumbre sobre el futuro inmediato y la falta de autoridad. Lluvias de piedras y balas policiales tiñeron de negro el paisaje urbano, se repitieron pedidos de maletas frente a diferentes comercios de la ciudad y en algunos casos se iniciaron saqueos. Uno de los primeros fue en el supermercado El Triunfo, en Godoy y Lima en la zona oeste, donde irrumpieron unas 80 personas. Los policías que inicialmente se vieron abrumados y en unas horas atacados con furia. A la Escuela de Cadetes Alem e Ituzaingó comenzaron a llegar cientos de detenidos, muchos de ellos sin causa, por encontrarse en zonas de disturbios. La provincia y el municipio entregaron en tres días más de 40 mil cajas de alimentos entre sectores desfavorecidos. Pero la tensión no disminuyó.
La represión de la policía santafesina de Carlos Reutemann y el secretario de Seguridad Enrique Álvarez fue feroz. Además de Lepratti, fueron asesinados Graciela Acosta en Villa Gobernador Gálvez, en Rosario Walter Campos, Ricardo Villalba (ambos de solo 16 años), Juan Delgado, Yanina García, Ruben Pereyra y Sandra Ríos. En Santa Fe Marcelo Pacini. Graciela Machado, de Villa Gobernador Gálvez, sufrió un infarto en medio del ataque policial.
Resignación
Durante la tarde del 20 de diciembre, Fernando de la Rúa hizo un último intento por salvar su gobierno, con un discurso en la cadena nacional en el que pidió un acuerdo para reformar la Constitución. Los caciques peronistas respondieron que ya era tarde, el líder radical Raúl Alfonsín tampoco acudió en su ayuda y el poder económico le soltó la mano. Unas horas después, redactó su renuncia y se subió al helicóptero que lo sacó de la Casa Rosada -en una imagen icónica de lo que fue su mandato- mientras la policía disparaba contra la multitud congregada en Plaza de Mayo.
Ramón Puerta asumió la presidencia y comenzó la saga de cinco presidentes que incluyó la declaración de moratoria de Rodríguez Saá y finalmente la toma de posesión de Eduardo Duhalde. Con la provincia de Buenos Aires, y Roberto Lavagna como ministro de Economía, se inició un proceso de recuperación económica que dio espacio para contener la crisis social y dio un respiro a los sectores productivos.
Esto fue suficiente para que Duhalde se impusiera a su candidato, Néstor Kirchner, quien, aunque quedó segundo detrás de Carlos Menem en la primera vuelta en unas elecciones en las que ningún candidato superó el 30 por ciento de los votos, se consagró presidente sin balotaje por la renuncia del Riojano ante su derrota segura.
El pueblo de Santa Cruz construyó consensos a partir de la acción gubernamental, consolidó el proceso de recuperación económica de 2002 y se convirtió en el eje de la relegitimación de la política en Argentina luego del parón de 2001.
También inauguró un nuevo proceso institucional en el que se configuró un esquema de poder -una suerte de nuevo bipartidismo entre el kirchnerismo y el macrismo- que hoy, con un gobierno encabezado por su exjefe de Gabinete, Alberto Fernández, y que tiene a su viuda Cristina Fernández. como vicepresidente y eje del poder, vive una crisis que algunos se relacionan con la del 2001, pero en realidad, y por diversos motivos, es muy diferente.
Es que si bien se vuelve a tener un proceso de deslegitimación política – el hecho de que los que fueron destituidos del poder por el voto popular en 2019 después de una mala gestión sean los ganadores de hoy habla del agotamiento de este bipartidismo hijo de 2001, más que Revitalización de uno de sus arietes -y la deuda externa y la inflación son espadas de Damocles- la economía muestra signos impensables hace 20 años: la recuperación industrial y el movimiento comercial presagian la posibilidad de un resurgimiento del régimen de acumulación. Pero, en cualquier caso, esa es otra historia y aún no se ha desenmarañado.
* Por la Capital de Rosario
Fuente: diariocordoba.com.ar