A falta de un año de las elecciones en Brasil, se consolida la posibilidad de un regreso al poder de Luiz Inácio Lula da Silva y pone en jaque a la extrema derecha que encabeza el presidente Jair Bolsonaro, cuya imagen se difumina cada semana.
El creciente descontento con el gobierno de Bolsonaro se expresa en las urnas y también en las calles, en las que este sábado, apenas un año antes de las elecciones, grupos de oposición y sindicatos se manifestaron en distintas ciudades contra su gestión y su política económica.
Según las encuestas, Bolsonaro ha una tasa de rechazo del 65% y una intención de voto para 2022 que no supere el 30%.
Las mismas encuestas dan a Lula como claro favorito, con casi el 50%, y también incluyen media docena de posibles candidatos de la llamada «tercera vía», que intentan romper la polarización pero que juntos suman alrededor del 15%.
La gestión de la pandemia y la crisis económica hunden la imagen de Jair Bolsonaro. Foto: AFP
En busca de un partido político
Las dificultades de Bolsonaro, ex capitán de la reserva del Ejército, son múltiples. Su gobierno no parece tener soluciones para recuperar su imagen, arañada incluso por su carácter autoritario y antidemocrático, expresado en los últimos meses en amenazas a las instituciones.
Entre ellos, una inflación que alcanzará los dos dígitos este año, una economía lastrada por una pandemia de coronavirus, que ya deja casi 600.000 muertos y cuya severidad el gobierno aún niega, un paro del 14% y un Situación fiscal muy grave.
También en el horizonte está la conclusión de un investigación parlamentaria sobre la pandemia, que puede llevar ante la justicia al gobernante por negacionismo y sospechas en la compra de vacunas, y procesos por diversas irregularidades que también azotan a su familia.
Más allá de eso, Bolsonaro necesita un partido, que las leyes electorales le obligan a aceptar su candidatura. En 2018 utilizó al Partido Social Liberal como plataforma, pero lo abandonó cuando llegó al poder.
Intentó entonces crear su propio partido, pero no consiguió el mínimo apoyo necesario y ahora enfrenta el rechazo de muchas formaciones conservadoras que pudieran recibirlo.
Miles de brasileños se manifestaron este sábado en São Paulo y otras ciudades brasileñas para exigir la destitución de Jair Bolsonaro. Foto: AFP
Lula articula su estrategia
Superados los problemas que lo llevaron a pasar 580 días en la cárcel, condenado en un proceso de corrupción luego anulado por cuestiones de jurisdicción judicial, Lula está más libre que nunca y, aunque su candidatura a la presidencia aún no se ha hecho oficial, casi nadie duda de que a ser presentado, por quinta vez en su carrera política.
De hecho, la semana que viene tiene programados encuentros privados con partidos de centro y derecha que se encuentran en la frágil base de apoyo a Bolsonaro pero que, entre 2003 y 2011, también estuvieron en lo que fue su diversa coalición de gobierno.
Favorecido por el creciente «anticolonialismo», Lula se presenta con un discurso humanista, en su mejor versión «paz y amor», toca los puntos frágiles del gobierno y sobre todo el hambre que hoy padecen millones de brasileños y que vino a erradicar en su gestión.
Animado por las urnas, Lula «paró las jugadas», dijeron a Efe fuentes del Partido de los Trabajadores (PT), convencidas de que la propia crisis del país tiende a incrementar el desgaste de Bolsonaro.
«Tercera vía»
La búsqueda de una candidatura única que rompa la polarización entre Lula y Bolsonaro hasta ahora no funciona y tiene tiempo en contra.
El esfuerzo del «ni-ni» choca de momento con el apetito de media docena de posibles candidatos, que no parecen dispuestos a renunciar a nada.
Entre ellos es mejor Ciro Gomes, de centroizquierda y que ya aspiraba a la presidencia en 1998, 2002 y 2018. Temperamental y hasta agresivo, su carácter siempre pasó factura y las encuestas hoy le otorgan un 6% de apoyo.
Con similar apoyo le sigue el ex juez Sergio Moro, quien condenó a Lula en los posteriores juicios anulados y fue ministro de Bolsonaro, aunque se peleó con el mandatario y dimitió tras denunciar que el gobierno había abandonado la lucha contra la corrupción.
Estos antecedentes, para algunos analistas, podrían atraer al universo «nini», aunque contra Moro conspiran su escaso desempeño en política y la falta de una estructura partidaria fuerte.
Fuente: EFE
CB
Fuente: Clarin.com