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Alberto Fernández se abraza a Cuba y Venezuela para olvidar las críticas de EEUU – Titulares

la diplomacia de Alberto Fernández sigue batiendo récords de oportunismo y patetismo. Ahora lo recibe como grandes amigos. Miguel Díaz Canel desde cuba ahora Nicolás Maduro de Venezuela, para olvidar el último desafío al gobierno de Joe Biden.

Hace algún tiempo, la Cancillería argentina anunció que Fernández había invitado a su homólogo norteamericano a participar en la reunión de la CELAC en Buenos Aires que se realizará esta semana. Era una invitación con muy pocas posibilidades de aceptación, pero en todo caso valía como muestra del interés del gobierno argentino en quédate cerca de Washingtony en la medida de lo posible ultimar el aplazado encuentro con el líder demócrata.

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La semana pasada, mientras se preparaba la reunión del mencionado organismo regional, que debe presidir nuestro país, se recibieron noticias que dejaban en claro no solo que Biden no vendría, sino que ese bendito y ansiado encuentro entre los dos presidentes tampoco iba a tener lugar en otra ocasión. La administración norteamericana informó de su disgusto por la ofensiva oficial contra la Corte Suprema.

“Creemos que es necesario que todos los actores institucionales de la Argentina respetar la democracia y la separación de poderes”, afirmó el Departamento de Estado. Y debe saber que la «división de poderes» sonaría ofensiva a los oídos de las autoridades locales, que entienden que no es más que una excusa para usar la Justicia en su contra, ya sea en casos de corrupción o, como el que ahora los revela más, en disputas entre niveles de gobierno por la distribución de recursos.

Por lo que el gobierno argentino consideró la propuesta como una injerencia injustificada en los asuntos internos del país, como si preocuparse por la vigencia de la democracia en otras naciones fuera parte de una conspiración imperial. Y promovió constantemente a la CELAC como una organización que “no interfiere en la vida política y económica de ningún país”, una elegante forma de justificación que avala todo tipo de dictaduras y desmanes. Para que Alberto Fernández se sintiera cómodo dando una eufórico recibimiento a sus compañeros más antiamericanos y autoritarios. Es una pena que la CELAC no incluya también a Rusia o Irán, aunque lograría, quizás para aumentar la tensión con EE.UU., también una saludo virtual del presidente chino.

El presidente Alberto Fernández recibirá a Lula da Silva el lunes. (Foto: Presidencia).

Seguramente Alberto hubiera recibido a Díaz Canel y a Maduro sonriendo de todos modos, pero la distancia con Washington le dio un significado especial a encuentros que en otras circunstancias solo hubieran podido ser protocolares.

Aunque, para nuestro primer presidente, la venganza sabrá a poco. Y él va a tratar de disfrazarla y compensarla poniendo aún más esfuerzo en otra reunión, la que tendrá con Lula da Silvacon credenciales democráticas indiscutibles, además de amigo de la casa.

El regreso de Lula al poder en Brasil sin duda ha sido una buena noticia para el oficialismo local. Y es también, dadas las alternativas, bueno para la democracia en ese país y en la región. Pero como suele pasar, aun lo que es bueno y se le da a nuestro actual gobierno, lo aprovecha mal. Parece haber convencido a los funcionarios albertistas de que ahora tienen las espaldas más protegidas para hacer tonterías. Como abrazar dictadores repudiados en todo el mundo democrático, o violar la división de poderes en casa. Con Lula a su lado, creen tener espacio para «correr a la izquierda»tachar cualquier medida judicial de lawfare y los opositores al golpe.

Es lo que transmite el gobierno nacional, en un nuevo despliegue de diplomacia ideológica, en el documento difundido recientemente en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Por ahí acusa a la Justicia, a los medios de comunicación y a los partidos de oposición de antidemocráticos y violatorios de los derechos, es decir, en todas partes del mundo los tres pilares que aseguran la democracia y las libertades. Pero que en el mundo al revés del oficialismo local son un obstáculo para que él logre la felicidad del pueblo. Ni Putin, ni los ayatolás, ni Maduro lo hubieran expresado mejor.

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El problema de estas propuestas es que la presencia de Lula no va a cambiar la opinión norteamericana o del resto de las democracias del mundo sobre lo que está pasando en nuestro país. No le va a lavar la cara a un gobierno poco confiable en el ámbito institucional, económico e internacional, ni le va a dar más crédito a cualquier simulación de las credenciales de moderación y respeto democrático a las que aspiran nuestras autoridades.

Está claro que la nueva gestión en el país vecino se va a ver asediada por todo tipo de problemas, por lo que más allá de esta visita a Buenos Aires y de las cartas de intención que se firmen, será difícil volver a prestar más atención a nuestro país. durante el resto del año, o durante varios años. El sueño de reflotar las relaciones bilaterales, el Mercosur o cualquier otra cosa de la mano del nuevo gobierno brasileño tendrá que esperar, a menos que la situación se estabilice para él. Y también que la Argentina recupere parte de la credibilidad y la sensatez perdidas en años recientes.

Esto requiere dejar de hacer locuras, ser un motor de desconfianza, y también saber acomodarse a los patrones más fragmentados, inestables y complejos que rigen actualmente las relaciones regionales, en comparación con los que prevalecieron en el período anterior lulista-kirchnerista, a principios de siglo. Sobre todo, aceptar que ya no es tan fácil como entonces presentar los intereses de los gobiernos como si fueran los intereses permanentes de los propios países.

Esta es una de tantas cosas tan obvias como de peso que pasan desapercibidas para Alberto y su gente, así que no han dejado de joder casi todas sus iniciativas de política exterior.

Por el bien de Brasil y por su propia supervivencia, Lula se ve obligado a reconocer esa circunstancia y adaptarse. Lo que significa que él, a nivel regional, también va a tener que abstenerse de hacer trampas, por ejemplo, de insistir en practicar una diplomacia ideológica como la que usó muchas veces en sus administraciones anteriores. Y como el que también practicaba, aunque en sentido contrario, jair bolsonaro. Ojalá continúe por este camino e influya positivamente en otros gobiernos latinoamericanos de la misma manera. Mientras tanto, seguiremos sufriendo por la izquierda de Bolsonaro, y habrá que esperar el cambio de gobierno para poder esperar algo más sensato.

Fuente: TN

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