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Análisis | Volver para zafar nunca fue un proyecto político

Ahora que la declaración de culpabilidad de un fiscal federal está sacando a la luz la trama que explica en detalle el rápido enriquecimiento del empresario Lázaro Báez, la tyrria se entiende sin remedio que destila el Vicepresidente de la Nación contra la Corte Suprema de Justicia.

Cristina Kirchner trató de evitar de cualquier manera manera el banquillo de los acusados ​​en juicio oral y público. Consiguió, tras su regreso al poder, que la destituyeran en dos ocasiones: en el caso de futuras operaciones en dólares y en el proceso iniciado por Alberto Nisman tras la firma del pacto con Irán. En una tercera ocasión, obtuvo una novedad procesal: el extraño caso de audiencia limitada y preliminar (destinada a medida para evitar el desagrado del juicio público) en el proceso por lavado de activos en sus hoteles de El Calafate.

En la causa que ahora se airea, por los traspasos en obras públicas con fondos de Caminos Nacionales, el expresidente intentó que la Corte Suprema impidiera el juicio oral y no lo logró. Ahora los ciudadanos pueden evaluar con qué pruebas se les acusa.

La trama que está saliendo a la superficie es la de un organización ajustada y precisa para concentrar las obras viales en la provincia de Santa Cruz; crear un oferente comercial asignarle favores; simular una competencia inexistente en las ofertas; adjudicar las obras para que no las construyan; ayudar a eludir los controles de esas infracciones; anticipar fondos del presupuesto, beneficiarse de los ajustes de precios y facilitar los pagos antes que el resto de los proveedores de obras públicas.

En días en que el Banco Central es asfixiado por la A falta de divisas, cobra relevancia la cifra que obtuvo Lázaro Báez entre 2003 y 2015 con esa maquinaria bien engrasada: 2.200 millones de dólares. Báez formó su empresa con un capital de 3 mil pesos, unos días antes de la asunción de Néstor Kirchner como presidente. Doce años después, había ganado la mitad del próximo desembolso que el actual gobierno espera de rodillas en el Fondo Monetario Internacional.

El juicio a Cristina Kirchner explica mejor que el El declive final de Alberto Fernández y las ansiosas volteretas de Sergio Massa el origen -y quizás el destino- de la crisis que millones de argentinos están pagando con sus bolsillos y penurias. El líder político del oficialismo nunca buscó volver al poder por el afán de disponer de cualquier política pública. Cristina volvió a tallar para ella la alfombra de la impunidad. Volver a escapar. Si se entiende que todas las aspiraciones de su proyecto político empiezan y acaban ahí, se entenderá por qué el Gobierno navega sin rumbo, incluso después de haber refrescado sus expectativas jugando la carta de Massa para reconducir una economía que se hunde.

Sergio Massa difícilmente puede ocultar que no cree No han asumido el Ministerio de Economía pero sí una candidatura presidencial, pero la crisis resiste. Se anunció una breve carta de intención con dos correcciones de rumbo que aún no se sabe cómo se ejecutarán: un ajuste de tasas más ambicioso que el que tenía planeado Martín Guzmán (y Cristina dio la vuelta) y un canje voluntario de la deuda en pesos del que Massa se jactó con un porcentaje inicial tasa de aceptación del 60 por ciento. No aclaró que ese piso bien podría llegarse con la demanda cautiva del mismo sector público, que se endeuda más sin ajustar su caos.

Para el ajuste tarifario -similar al aplicado en es hora de que Mauricio Macri- aún tenga que conseguir que Cristina le preste la pluma en el área de Energía. Para el nuevo perfilado de la deuda en pesos, no basta manifestar la intención de renunciar a los adelantos del Banco Central. Debe haber signos concretos de la coagulación de dos hemorragias: la de la emisión monetaria indiscriminada y la de la recomposición -por ahora inalcanzable- de las reservas en dólares. Balance de la primera semana: con el humo no fue suficiente.

seguro que esto En su regreso triunfal a la Casa Rosada, debió inquietarse el ex ministro resplandeciente de Carlos Menem, José Luis Manzano, quien se acercaba con la certeza de un nuevo ciclo virtuoso. Los subsidios que maneja el kirchnerismo convirtieron a Edenor en la mayor distribuidora energética del país, fue adquirida por Manzano y sus socios Daniel Vila y Mauricio Filiberti por una módica cifra -60 millones de dólares como entrega y otros 40 a plazo- durante la pandemia. El aumento de honorarios de Massa será su momento de venganza. El Instituto Patria seguirá cavilando sobre los tiempos en que Juan José Aranguren fue cuestionado por un conflicto de intereses.

Sin embargo, el experimento de Massa ya ha obligado a la oposición a revisar su estrategia. Mientras el Gobierno incluía desde los Cayetanos de Juan Grabois, hasta los manzanos del Frente Renovador; sólo convenía a sus adversarios observar detenidamente el desorden en el palacio y su derivación en la calle.

Ahora que Cristina está en el banquillo, Alberto Fernández en Babia, y Massa obligados a pilotar con equipo y plan; la oposición también comienza a sentir que sus fines se reducen. La crisis es como un embudo por el que sólo pasan las ideas sensatas.

Edgardo R. Moreno (Artículo publicado en Los Andes)

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