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‘Bien o mal, se van a acordar de nosotros’

Foto: Godoy Camila.

Bien o mal, el nuevo disco de Thunder llegó el 13 de mayo para poner en el centro de la escena un puñado de impulsos generacionales y conectarlos a través del sonido con una historia sociocultural que constituye nuestra identidad nacional.

Este segundo álbum, que añade un trampolín al viaje del joven de 20 años de freestyler a músico (basado en su anterior álbum, Atrevido), tiene dos puntos llamativos. La primera es que plantea una idea impensable para mucha gente durante mucho tiempo: la protesta y la celebración no son necesariamente dos instancias de acción mutuamente excluyentes u opuestas. La segunda es que esta idea se enuncia explícitamente a modo de manifiesto. Esta declaración de principios se inscribe en la fuerte inclinación de los exponentes de la música urbana actual por inyectar en su obra una clara huella de orgullo por sus orígenes y una gran voluntad de presentar en el escenario internacional las huellas de la historia argentina ante sus ojos. y su propuesta artística.

Estamos ante un material que se exhibe en carteles gigantes en las calles de Nueva York mientras enuncia, sin rodeos, las huellas imborrables de la dictadura cívico-militar en nuestra sociedad, y uniéndolas a las experiencias de otros países latinoamericanos. En Tierra zanta, Trueno canta junto a Víctor Heredia -a quien él mismo entiende como «un auténtico portavoz de una generación que sufrió mucho más» que la suya y gracias a la que hoy siente, junto a sus compañeros, «la seguridad de decir lo que queremos”- que América Latina no llore, cante.

Así, en el cuarto tema del disco, sintetiza la idea que lo sustenta conceptualmente y que lo convierte en un invaluable registro generacional: la protesta y la celebración pueden ejercerse simultáneamente, siendo parte la una de la otra.

Foto Godoy Camila
Foto: Godoy Camila.

“La música es nuestro medio de expresión, nuestro medio de protesta y diversión al mismo tiempo”, declaró Thunder en entrevista con Télam. Esta idea se vincula con uno de los grandes aportes de los debates que promovieron el feminismo durante la última década en nuestro país, que es la reflexión sobre el deseo en las instancias de lucha. “Nos mueve el deseo” es una frase cimera de las movilizaciones y encuentros feministas desde 2017. Esta perspectiva parte de la premisa de que lo personal es político, y ha teñido las formas de pensar y hacer política mucho más allá de los marcos estrictamente feministas. Y es que en el fondo implica la idea de que cambiar el mundo no es sólo un deber -como aparecía claramente en la retórica de los movimientos revolucionarios de los años 60 y 70- sino también, y muy fundamentalmente, un deseo. Una decisión conectada en su raíz con la legitimación de cada uno de nosotros, nuestras identidades y nuestras fuentes de placer.

“Los ‘jóvenes’ son los que tienen la sartén por el mango. Somos los soldados en esta guerra contra la injusticia, la represión y la desigualdad”, dice Trueno en Manifiesto Freestyler, poniendo sobre la mesa una voluntad de disputa que solo puede consolidarse en el reconocimiento de esos otros soldados, los de generaciones anteriores, que tuvieron que partir. sus vidas para que hoy esa lucha sea posible en alianza con la diversión y la celebración. De alguna manera, cantarle a la identidad nacional sin olvidar que es “un país destrozado” pero “de sueños dorados”, implica celebrar y enarbolar como bandera la rendición de quienes nos antecedieron y habilitaron una tierra para que hoy deseemos con más fuerza y ​​convicción un futuro mejor.

En el campo de la música urbana (término que indebidamente pretende sintetizar un panorama que se ha expandido, estilizado y diversificado a una velocidad impresionante), este deseo de conectar el movimiento actual con expresiones, voces y elementos de generaciones pasadas acompaña una búsqueda por asegurar que el éxito internacional de este florecimiento expresivo funciona como plataforma para legitimar la nueva música popular argentina como un producto autóctono con un valor específico.

En ese sentido, elementos como el diálogo con el tango que mantiene Ysy A -y su última manifestación en el tema Nativo sonido del río que publicó junto a Bajofondo y Santaolalla-, o el título de la inminente gira de Duki, “Desde el final del mundo”, no parecen gestos aislados, sino expresiones de una pulsión común que teje, desde el lugar que ocupa cada figura, una narrativa: hay una nueva música popular argentina, que comprende las condiciones que marcan su existencia y celebra su identidad.

Bien o mal, encuentra, en este contexto, una característica particular que le da personalidad. Se declara manifiesto político, y se apropia del terreno que ocupa como voz amplificada de forma absolutamente explícita. “Argentina está luchando”, dice sin eufemismos, “los pobres claman igualdad, los presos justicia, los políticos perdón”. Elementos del folclore argentino se codean con sentimientos y afectividades contemporáneas para disputar sentido en un panorama poscolonial y lanzar al mercado internacional un mensaje de resistencia identitaria que desborda la representación del barrio de La Boca -siempre presente en la obra de los jóvenes bonaerense- y se expande abarcando toda América Latina.

“Con razón o sin ella, se van a acordar de nosotros”, dijo Trueno cuando anunció que su disco estaba disponible en todas las plataformas. Tengo la sensación de que podríamos ser mucho, mucho más grandes que su equipo, o el puñado de artistas selectos que logran visibilidad internacional. Un nosotros que lleva en su ADN todos los terrenos de sentido en disputa que ha construido una generación, sobre los peldaños fundados por generaciones anteriores. Un nosotros para los que protestan, y celebran, y entienden que esta lucha es por la identidad y es desde el deseo.

Con información de Telam y otras fuentes de noticias.

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