Los perros, sobre todo si están bien adiestrados y son de buena raza, despiertan mucho cariño, que no lo niego, se lo merecen. Una vez, algunos exagerados dijeron que “son los mejores amigos del hombre”. Seamos sinceros. Pero de ahí a empezar a tratarlos como congéneres… Para empezar, son animales y deben ser tratados como tales. No hacerlo es trastocar su esencia, poniéndolos en el mundo humano sin razón ni necesidad. Viven con nosotros, pero no forman parte de nuestra genealogía. Por tanto, sus hábitos, comportamientos, necesidades vitales, etc., son diferentes, aunque similares. Por eso caminan a cuatro patas; Entienden, pero no hablan. Algunos despiertan tanto amor que nos hacen olvidar que pertenecen al mundo animal. Eso es peligroso, no para ellos, sino para nosotros. No puede ser bueno besar a un animal en la boca, que le laman la cara, ponerlo en la misma cama, llevarlo a pasear bajo el brazo, sentarlo a la mesa como un bebé. Es una imprudencia que nos expone a recibir microorganismos: virus, hongos, bacterias, etc. Las redes sociales deben abstenerse de difundir este malsano comportamiento.
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