La avenida Peralta Ramos, que bordea la costa, suele estar muy transitada durante el día, sin imaginarlo un sábado de enero, pasada la una de la madrugada, cerca de Playa Grande, la zona por excelencia de las discotecas de Mar del Plata.
El carro estaba a diez cuadras -cuesta arriba- y lo primero que llama la atención a tanta distancia de donde confluye la juventud Son controles policiales.. Al menos tres, donde se forman cuellos de botella para evitar infiltrados y donde los agentes piden primero un documento y luego verifican que no se lleven objetos punzocortantes.
Todas las mañanas los portales de Mar del Plata reportan peleas, reyertas y golpizas, algunas más brutales que otras en la madrugada. La más resonante fue la de la atleta etíope Welega Fresno, pero fue un lugar común en la primera quincena enfrentamientos entre grupos de borrachos, que se dan principalmente a la salida de las discotecas. Se entiende, entonces, que se multiplica la presencia de la Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas (UTOI).
Una multitud de miles de veinte y treinta años domina la zona. En un corredor de quinientos metros se suceden Ananá, Mr. Jones, Only, Zwan, Stadium, Sethai, Santa y Bruto, récord que «es el top de la noche marplatense», según cuentan. confirmó el fotógrafo y el cronista -que superan los 110 años entre ellos. Más que intimidantes, las primeras miradas perplejas a estos «extranjeros» los incomodan, pero será una broma al final de la noche.
Realmente no puedes caminar por los distintos pasillos del lugar. La inexperiencia lleva al dúo de reporteros justo al lugar de mayor alboroto y permanece inmóvil durante 15 minutos. Hay una despedida de soltero y las chicas, exultantes, provocan un embotellamiento que ni siquiera registran. Tocan primero «Mamá, perdón por mi vida loca» y luego «No siento nada», de La Joaqui, y la efervescencia es total. El camarógrafo inmóvil no puede usar su máquina. Y al instante se convierte en el hazmerreír.
Con esfuerzo, la barra fue el primer destino para agarrarse y ponerse de pie. Difundir la bebida a voluntad. Vasos, vasos, chupitos y botellas de lo que sea. Una cerveza cuesta $700, un trago de whisky y vodka cuesta $2500, ginebra y fernet $2000. El promedio de bebidas es de tres por persona y si a esto se suma el valor de la entrada ($6,000 para hombres y $4,000 para mujeres), puedes gastar alrededor de 15,000 pesos por una noche de bolos.
Mientras el piso vibra con el «Amor bipolar» de Duki, Lucas, un santafesino de 26 años, está solo. Bebiendo y con la mirada perdida. «¿Qué estoy haciendo aquí? Se toma sin parar. enfrentar a alguien? Aquí es muy difícil, no tienes oportunidad, a menos que robes un beso.. Sí, puedes pedir algo de Instagram, pero depende de la personalidad. Tengo que estar muy borracho para tirarme al billar”, dice el colombino que va por el primer fernet, luego de un gin, un speed con cola y dos cervezas. “Traje 30 mil pesos. Es mi última noche», comenta en cámara lenta.
Haga clic a un lado, flash al otro, el fotógrafo está en su elemento, mientras fanfarronea con un remix de reggaeton y cachengue. En un VIP al aire libre puedes ver el mar… puedes oírlo, más bien. Karen (25) y Stefany (21) son hermanas sanluiseñas que están quemando los barcos de la última velada festiva. «Vinimos por una semana de vacaciones y solo fue suficiente para una noche de bolos, así que lo guardamos para el final. Nos recomendaron Bruto porque hay buena música y no hay tanto quilombo. Solo vinimos a pasar un buen rato, no queremos historias».
Hay lugares en el disco ancho donde la sensación térmica asfixia. “Está abarrotado, debe haber unas 1.500 personas”, dice David, experto en seguridad en artes marciales. “Es una buena noche, movida pero tranquila. ¿Qué pasa si se complica con alguien fuera de lugar? Lo descomplicamos sin problema. Primero usando el diálogo y si no, pues despejamos la zona siendo expeditivos”este hombre da a conocer que lleva más de veinte años monitoreando las noches de bolos.
Cambia la ola y la discoteca se convierte en cancha pasadas las tres de la mañana. Suena «Un’estate italiana», cantada por el público, que da paso a «Muchachos», que se escucha íntegramente. El DJ, en directo, apuesta por Queen y luego por Cerati, en el momento en que suben al escenario una pareja de bailarines. “No sabes lo que fue esto el fin de semana pasado. Los Totora estuvieron ahí y fue una locura total”, dice Magda mientras posa para el fotógrafo con la lengua fuera.
Algo que es denominador común en todos los boliches según el habitué se nota a simple vista: Hay 3 niñas por cada niño. “Está todo muy segmentado y no es fácil romper el molde. Mira los grupos que se forman… Son siete, ocho mujeres todas juntas, por un lado, y dos o tres hombres, juntos, por el otro.. Yo estoy con ellos -señala a otros dos- y vamos en turba, no nos atrevemos uno a uno, vamos a ir y ponernos de pie y lo que Dios diga sale». Álvaro (33), de Buenos Aires , retrata su comportamiento.
Una chica llega al VIP en busca de la contención de su grupo, junto a este cronista. Está nerviosa y cuenta una escena incómoda de hace unos minutos. Ante la cercanía de ella, se le pregunta: «Un niño me apretó mucho, me enfrentó y sin avisar me dio un chupete… horrible«, Melina (23) catarsis, necesidad de contar. «Detuve el carro, le dije que no lo volviera a hacer conmigo ni con nadie, porque lo iba a denunciar a seguridad», comparte esta estudiante de medicina de La Plata. . .
Con su vaso de vodka, Catalina (27) alborota con la presencia sénior. ¿Por qué toman fotos? ¿Que escribes? «Ella pregunta, no consulta». Somos de Clarínvinimos a ver esta discoteca”. La respuesta la inquieta y pide manifestaciones explícitas. La joven marplatense dice que desde hace seis años viene a Bruto todos los sábados. “Mira la música, cómo las luces las acompañan. , ¿lo sientes? Es un boliche con personalidad, con mística». Cata no aclaró que ella siempre entra gratis y no paga bebidas.
Paloma (21), también curiosa, se acerca y le confiesa que bebía mucho. “Tres cervezas y ahora un cuba libre. Pero sabes qué… Me rompí el traste todo el año estudiando, me quedan pocas materias y me gradué de psicóloga”, dice la marplatense. “Tengo todo bajo control, manejo el uso de mis facultades”, da explicaciones que nadie le pidió. «¿No te pasa ¿Necesitas tomar un poco para dar rienda suelta a la felicidad?«.
Manuela (22) es de Tandil pero vive y estudia en Mar del Plata. “Este lugar me resuena, es mi lugar en el mundo, pero a veces no me gusta la música, es un poco para los viejos y me parece que muchas veces la bolera está abarrotada. No es necesario tanto«.
Un set de Paula Londra, Tini Stoessel y Nicki Nicole iluminan una noche que se mantiene pareja, “en estado de ebullición permanente”, grafica Emiliano (24), de Vicente López, quien llegó con dos amigos a los que perdió de vista. «¿Qué pasó, qué pasó?» el niño está alarmado. Hay carreras. Dos chicas van a buscar la seguridad más cercana. «Mi hermano se cayó, por favor, un médico».
Una seguridad expedita fue a buscar un socorrista, que trabaja para Brutus. Posteriormente se sabrá que hay atención médica ante cualquier eventualidad. Melanie (25), de Paraná, dirá un rato más tarde que su hermana tropezó y se golpeó la cabeza con el borde de una mesa. ella se desvaneció. Pero fue atendida y la niña, mareada, se levantó y se alejó, acompañada por personal médico.
Se la llevan abriendo una valla que resulta ser un atajo para salir a la calle, que nos invita a seguir por el mismo camino, siendo casi las cinco de la mañana. “Dentro de un rato van a salir todos de todas las discotecas y se puede salir de control. Vamos”dice el fotógrafo con la experiencia de tener cinco hijos.
Aunque hay movimiento por el pasillo que une los diferentes clubs, el terreno está despejado y el cansancio empieza a pesar sobre unos esqueletos poco acostumbrados a noches intensas como esta. «Chssttt Chssttt», bromea David, el de seguridad: «Lo que pasa en Bruta, se queda en Bruto», guiña un ojo.
Mar de Plata. La entrega especial.
GL
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Fuente: Titulares.com