El vacunación contra el covid sabe menos de protocolos y esquemas que de miedos. Así lo indica el vínculo entre dos curvas clave de la pandemia: el número de dosis aplicadas por día y número infecciones registradas.
Aunque la relación entre el comportamiento de ambas curvas no es estrictamente causal, sí tampoco es casual. Las subidas y bajadas muestran patrones similares a lo largo del tiempo.
Existe una correlación entre la disminución del miedo al Covid y la disposición general de la población a vacunarse. La pregunta es En qué medida un hecho influye en el otro.
Estas variaciones se pueden medir para saber específicamente menos gente se vacuna por día dependiendo del volumen de la disminución de casos.
Tomando como ejemplo lo que sucedió después del pico de Covid este verano, el vínculo entre las curvas muestra que por cada 100 casos menos registrados cada 24 horas, 550 personas dejaron de asistir a vacunación. De media da una reducción de 5,5 pinchazos por contagio que bajaba.
En números absolutos, en el pico de casos de diciembre, cuando hubo un promedio de 10,365 por díael número de vacunas aplicadas cada 24 horas fue 66,333. Cuando los casos bajaron, ahora en marzo, a 116 por díael número diario de vacunados disminuyó a 9,341.
La caída de casos representó alrededor de un 99 por cientomientras que el de vacunados, un 86 por ciento. Es decir, por cada punto porcentual que disminuía la dosis de inoculación, se necesitaba una reducción del 1,15 por ciento de los contagios registrados.
Al mismo tiempo, se hizo evidente la caída abrupta de la letalidad, hecho que enlaza con la frase que suele usarse como mantra como paradoja de la salud: “La vacunación es víctima de su propio éxito”.
Esta afirmación se puede contrastar con el número de personas que ha dejado incompleto sus calendarios de vacunación de refuerzo. En otras palabras, los argentinos que ignoraron las directrices sanitarias del Estado para sumergirse en un comportamiento compulsivo y emocional.
De esta manera, hoy sólo el 48,8 por ciento de la población argentina ha recibido la tercera dosis y la cifra lleva semanas estancada. Es decir, el 51,2 por ciento ha recibido dos dosis -en su mayoría-, una o ninguna. Entre los mayores de 50 años, este déficit es 26,3 por ciento.
En cuanto al segundo refuerzo o cuarta dosis, sólo se aplicó 8 millones de personasmientras que el quinto fue recibido apenas 1,9 millonesincluso cuando ya se dispone de vacunas bivalentes, ajustadas a la variante Omicron y por tanto más eficaces para frenar la circulación del virus.
La respuesta para escapar de la trampa de «autoboicot a la vacunación»Por supuesto, no estaría negando el hecho de que los casos y las muertes están cayendo inevitablemente, sino asegurando que los niveles de inmunización colectiva se mantengan sólidos a pesar de este logro.
El problema es que la vacuna como herramienta para combatir enfermedades -un hito irrefutable en la historia de la salud pública- tiene dos características incompatible con la demanda emocional.
En primer lugar, por su lógica preventivarequiere un tiempo de acción en el cuerpo para generar anticuerpos que actúan frente a una posible infección. Aplicarlo cuando la ola ya ha crecido equivale a darle ventaja al virus y reducir la eficacia del medicamento.
En segundo lugar, aunque el individuo se protege a sí mismo al vacunarse, también proteger a los demás. Por ello, el éxito de la inmunización activa radica en su masividad, con el fin de reducir la circulación viral comunidad.
Sin embargo, estos conceptos rara vez se escuchan en campañas públicas, si es que existen «campañas» como tales. En general, estos son lugares aleatorios oficiales, ya que parecen carecer de la aplastante regularidad necesaria para corregir como tutor en botánica el crecimiento de un tallo sano.
Hay un tercer elemento clave en el éxito de la vacunación, que es la confianza. Aquí hay una segunda paradoja: en un momento en que la vacunación era tan omnipresente como un reality show y científicamente salvaba vidas durante la pandemia, los índices de confianza cayeron.
En este punto aparece la gran clave comunicación. Es decir, cómo se comunicó el Estado para garantizar esa confianza y en qué medida ciertas debilidades pueden haber conducido a este presente deshilachado.
camino con obstaculos
El primer revés fue el sesgo sanitario, la apuesta al inicio de la campaña por la vacunas rusas y chinas -más el retrasado británico producido en Argentina-, que pospuso hasta mediados de 2021 un acuerdo con los laboratorios estadounidenses que ofrecían los fármacos más innovadores, que al final terminaron dominando -también- el escenario local.
Un segundo daño a la confianza fue la autorización de la vacunación pediátrica sin publicación previa de resultados científicos o de consenso con la Sociedad Argentina de Pediatría, lo que generó ruidos y cortocircuitos.
A día de hoy todavía hay pediatras que desaconsejan la vacuna del Covid para niños, un lastre en parte heredado de aquellos malabares apresurados quien consumó el «pecado» de origen.
Finalmente, la transparencia escarchada ha vuelto a toparla en los últimos días con la reintroducción de la vacuna Sputnik al stock argentino, ahora en su versión «Light», pese a que la Organización Mundial de la Salud sigue manteniendo proceso de autorización pendiente.
Se estima que la vacuna contra el Covid pronto pasaría a ser anual. Por ahora no está claro si para toda la población o solo para grupos de riesgo. Quizás entonces un manto de racionalidad post pandemia como un imperativo rector contra el desorden propio del fin de ciclo.
PD
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Fuente: Titulares.com