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El crimen que inspiró ‘¿Quién mató a Rosendo?’, la lección periodística de Rodolfo Walsh

Rodolfo Walsh, el periodista y escritor asesinado el 25 de marzo de 1977.

El 13 de mayo se cumplen 56 años de la famosa balacera en la pizzería Real de Avellaneda, entre integrantes de dos sectores rivales del sindicalismo peronista. Tal episodio originó el libro. «¿Quién mató a Rosendo?», de Rodolfo Walsh, una obra clave del periodismo y la literatura argentinacuya influencia –tanto en la historia nacional como en el arte de escribir– no merece ser olvidada.

A fines de 1967, Walsh vino de Cuba, donde había participado en un congreso de intelectuales. Antes de volver a Buenos Aires pasó por Madrid, y visitó a Perón en Puerta de Hierro. Al terminar la entrevista, lo acompañó a la antesala. Estaba el hombre que tenía una audiencia unida a la suya. Y al presentarlos, el conductor soltó:

– Los argentinos están en deuda con el autor de «Operación Masacre».

Quién mató a Rosendo es el resultado de una ardua investigación de Walsh
«¿Quién mató a Rosendo?» es el resultado de una ardua investigación de Walsh.

Walsh sintió una oleada de rubor. Porque No sabía si el General hablaba en serio o se estaba burlando de él. Y me vino a la mente una anécdota escuchada no hace mucho: en ese mismo lugar Perón le regaló una foto autografiada a Ricardo Rojo -un joven radical que luego se hizo famoso por su libro, «Mi amigo Che»- pero se la dedicó a un tal «Bravo». . El tipo luego lo llamó desde el hotel después de notar el «error». Entonces, el viejo líder esgrimió: «¡Pero si todos los rojos son valientes!».

Walsh sonrió al recordar el episodio, mientras el otro visitante le tendía la mano. Era Raymond Ongaro.

Ninguno de los dos imaginó en ese momento el alcance político de tal reunión. De regreso en Buenos Aires, ese linotipista de 43 años le explicó al escritor su iniciativa de organizar las bases obreras contra la dictadura del General Onganía y la dirección sindical “dialoguista”. Por eso lo invitó a colaborar en la redacción del documento con el que se lanzaría la CGT de los argentinos el 1 de mayo.

Mientras discutían el texto, surgió la idea de publicar un periódico para articular ese proyecto. Su sentido revolucionario se extendería también al campo de la prensa. Así nació el semanario «CGT». Allí Walsh publicó los artículos que en 1969 componían el libro «¿Quién mató a Rosendo?»

disparos en la noche

Pizzería La Real, en la esquina de Mitre y Sarmiento, Avellaneda.

¿La literatura imita a la vida o la vida imita a la literatura? Esta parece ser la pregunta que Walsh trató de desentrañar a lo largo de su obra. Una cuestión que no es ajena a su gran salto del relato policial inglés a la no ficción. Y eso -al menos en una ocasión- lo exploró a través de una notable coincidencia de procedimientos entre ambos géneros.

En «¿Quién mató a Rosendo?» Demostró con inapelable elocuencia que el sindicalista Rosendo García, quien apoyó a Augusto Vandor en la dirección de la UOM, fue asesinado precisamente por él durante un tiroteo con una facción opositora en la pizzería La Real de Avellaneda.

Y supo demostrarlo reconstruyendo la ubicación exacta de sus protagonistas en las mesas. La cuestión es que este método es idéntico al que ideó anteriormente en «Cuentos para jugadores», una ficción sobre el crimen de un hombre en una casa de apuestas. Lo destacable es que el traslado de la escena imaginaria a la real -y aquí el nombre de la pizzería es incluso un guiño del destino– supuso un reto investigativo a tener en cuenta.

Rosendo García fue segundo detrás de Augusto Vandor en liderar la UOM.

Walsh cruzó los datos que obtuvo de los testigos presenciales –cuyas declaraciones le permitieron dibujar un croquis de la sala– con los informes judiciales que obran en el expediente. Así pudo advertir la no correspondencia del mismo con el diagrama del informe balístico sobre la posición de los involucrados y la trayectoria de los proyectiles.

Tenía una relación con Lilia Ferreyra, y en el departamento que compartían en la calle Cangallo al 1600 se hacía sus propias pruebas con ella. Durante horas revivieron el momento del disparo fatal, escenificando los dos lugares claves del hecho: el del victimario y el del hombre que murió. Walsh, desde el lado del tirador, sostuvo el extremo de un hilo entre sus dedos. El otro extremo estaba unido a la espalda de Lilia, y ella se movió de la silla al suelo innumerables veces. De esta manera, se estableció la autoría de Vandor sobre el asesinato de García.

La investigación de ese libro es un ejemplo de los recursos detectivescos que utilizó para llegar a la verdad. Pero, a diferencia de sus novelas policiacas clásicas, este texto no estaba cifrado en la resolución de un simple enigma argumental.

Por el contrario, en sus artificios subyacía otra finalidad que el propio Walsh explica en el prólogo: “Su tema profundo es el drama del sindicalismo peronista a partir de 1955”. Un tema invisible para la opinión pública. Hasta entonces.

El funeral de García, según publica el semanario «Asi». Antonio Cafiero aparece en la foto junto a Augusto Vandor, quien se toca la frente con la mano y tiene un cigarro entre los dedos.

El hecho se había desatado el 13 de mayo de 1966. Esa noche también cayeron bajo las balas vandoristas dos militantes del peronismo combativo, Domingo Blajaquis y Juan Salazar. “Para los periódicos, la policía y los jueces, estas personas no tienen antecedentes, solo antecedentes penales; los escritores y poetas no los conocen. La justicia y el honor que merecen no caben en estas líneas; un día, sin embargo, resplandecerá la belleza de sus hechos, y de tantos otros, ignorados, perseguidos y rebeldes hasta el final”, escribió también Walsh en el prólogo.

En este sentido, se puede decir que ese hombre había encontrado una forma de evitar el acto de romper los secretos del poder. En la “Operación Masacre” logró demostrar –entre otros aspectos delictivos– que las ejecuciones clandestinas de la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu se realizaron en base a una Ley Marcial aplicada retroactivamente.

En «Caso Satanowsky», en referencia al crimen, en junio de 1957, del abogado de un accionista del diario La Razón que se resistía a financiar campañas sucias, pudo comprobar que el hecho fue obra de la SIDE por orden expresa de su director, General Domingo Quaranta. Y en «¿Quién mató a Rosendo?», además de señalar la responsabilidad de Vandor en el asunto, expuso la podredumbre de la burocracia sindical, su trato con los empresarios y sus vínculos con la policía.

ataques literarios

Con «¿Quién mató a Rosendo?», Walsh cerró una trilogía de investigación que comenzó con «Operación Masacre» y más tarde, «Caso Satanowsky».

Por supuesto, la correspondencia entre la vida y la literatura sigue siendo un misterio. Pero Walsh al menos mostró que el gran truco de una trama imaginaria es crear la ilusión de un evento que realmente sucedió. Y la de una «no ficción», en hacerla parecer una novela.

En su momento, «Operación Masacre», «Caso Satanowsky» y «¿Quién mató a Rosendo?» fueron escritas como piezas periodísticas cuyo valor informativo estaba por encima de sus cualidades literarias, ya que sabían revelar hechos invisibles. Y que, gracias a sus letras, pasaron a formar parte de la historia del país. En ese camino, por supuesto, perdieron su condición de noticia; es decir, su impacto, en el sentido mediático del término. Sin embargo, tales textos todavía se leen con avidez. ¿Será porque precisamente ese camino los convirtió en literatura, y lo mejor?

La historia se repite a menudo, pero no siempre en forma de farsa. En medio de la angustia del presente, el poder de los medios hegemónicos insiste en la construcción de una realidad paralela. En tal contexto, bien vale revalorizar la magia del semanario CGT de los Argentinos y la figura de Walsh. No sólo por el quincuagésimo sexto aniversario del episodio que supo desvelar en sus páginas -los asesinatos de la pizzería Real-, sino también porque su enorme enseñanza en el campo de la contrainformación.

Con información de Telam y otras fuentes de noticias.

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