Desde el inicio de la presidencia de Alberto Fernández, los recursos destinados a jubilaciones y pensiones han aumentado por debajo de la inflación
Venimos de semanas donde hay mucha expectativa por ver si el gobierno argentino llega a un acuerdo con el FMI para refinanciar la deuda y lograr plazos más largos y tasas más bajas.
Por el contrario, el kirchnerismo realizó un gran acto partidista el viernes pasado al hablar prácticamente todo el acto contra el FMI y la deuda contraída por el gobierno anterior con esa institución.
La palabra ajuste es la más utilizada por el kirchnerismo para oponerse al FMI y descalificar a quien quiera poner orden en las cuentas fiscales. Para ellos, el aumento del gasto público y del consumo interno es la salida sacrosanta que defenderán a muerte contra todos los capitalistas salvajes que quieren orden fiscal, con bajo gasto público, impuestos pagaderos, un sistema monetario, una legislación que no genera pánico. contratar personal, etc.
Sin embargo, no todo el discurso k se traduce en sus medidas concretas. El kirchnerismo se llena la boca contra el ajuste y con la palabra solidaridad, pero en 2021 hizo un ajuste brutal sobre el rubro más importante del gasto corriente que son las jubilaciones contributivas y las pensiones.
En efecto, como se puede observar en el gráfico 1, los recursos destinados a jubilaciones y pensiones contributivas luego de 22 meses de gobierno de Kirchner, de enero de 2020 a octubre de 2021, crecieron 68% de los 22 meses por debajo de la tasa de inflación. Eso sí, no es necesario contar los casos como el del vicepresidente que obtuvo unos ingresos jubilatorios extraordinariamente elevados en comparación con el resto de jubilados. Reprimió la inflación.
Claramente, la inflación fue una herramienta de política económica para intentar licuar el gasto público en el área que más pesa en el presupuesto.
A excepción de agosto y octubre de este año, que son los meses previos a las PASO y las elecciones de noviembre, el gasto corriente primario (no incluye gastos de capital) siempre aumentó por debajo de la tasa de inflación en 2021, a excepción de los subsidios baratos para financiar artificialmente baratos. tarifas públicas.
El uso de la tasa de inflación como forma de licuar el gasto público lleva a Feletti a querer amortiguarlo con controles de precios. Como es habitual, una medida intervencionista conduce a otra medida intervencionista hasta que el gobierno termina paralizando la economía.
En rigor, el populismo es un sistema de conflicto social permanente que desemboca en una maraña de regulaciones, controles y prohibiciones que destruyen el sistema económico.
Aquí viene la sustancia. Las reglas del juego que imperan hoy en la Argentina, por mandato del populismo imperante, es que gran parte de la población quiere vivir a costa del trabajo ajeno. Diferentes sectores acuden al estado para exigir que sancionen una ley por la cual les otorga un derecho inexistente: el derecho a que alguien más la subsidie, pague la casa, la proteja de la competencia de otros productores (empresa Argentina), que en nombre de defender la industria nacional (como si el comercio fuera una guerra) exigen proteccionismo para poder vender productos de baja calidad a precios que no podrían cobrar en competencia, mientras los beneficiarios del proteccionismo, con los extraordinarios las ganancias que obtienen, pueden acceder a bienes importados de mejor calidad y a precios más bajos que el resto de la población, los sindicatos que tienen el gran negocio de cobrar por la labor social médica de manera compulsiva. Grandes sindicatos porque durante el período en que la gente cotiza, los gastos médicos son pocos porque la gente está sana dada su edad. Cuando las personas se jubilan, luego van al PAMI, con lo cual, el mayor gasto que se da en obras sociales, que es en las personas mayores, no lo asumen los sindicatos, sino que se benefician de los aportes de los trabajadores en los años en que se encuentran. Están sanos y no tienen tantas dolencias como las que tienen con la edad.
En resumen, Argentina tiene reglas del juego por las cuales el bienestar de un sector no depende de su capacidad para producir algo que otros demandan y están dispuestos a pagar por lo que produce, sino que depende de la capacidad que tenga para presionar a los demás. gobierno de turno para transferir, a través del monopolio que tiene el estado, la riqueza que otros generan.
Las reglas del juego que imperan en Argentina no son generar riqueza, sino consumir la riqueza que otros generan. Con lo cual, quien genera riqueza comienza a cansarse de agotarse y termina cerrando la empresa, trabajando en negro o saliendo del país como es el caso hoy.
Fruto de este sistema de conflicto social permanente donde la mayoría recurre al Estado para robarle a otro, algo que le encanta al populismo porque acerca los votos, genera un éxodo de empresas y cierres que la riqueza que se genera va disminuyendo porque a nadie le gusta. estar trabajando para ser cada vez más saqueado.
Mientras disminuyen los que viven del fruto del trabajo ajeno, los que generan riqueza, con lo que cada vez es más difícil para el populismo apoyar a todos los que quiere satisfacer para conseguir su voto a través de lo que ellos llaman redistribución de la renta. Es como si en el juego del torbellino hubiera una cara que dice TODOS PONEN en lugar de TODOS PONEN. Si todos sirven y nadie llama, el juego se acaba.
Cuando llega el momento crítico en el que los recursos no alcanzan, como ahora, para poder satisfacer la demanda de millones de personas que quieren ganarse la vida del trabajo ajeno, llega la liquidación de los ingresos. El populismo no dice que va a eliminar tal o cual gasto porque no corresponde. Lo deja, pero lo está licuando con la inflación.
Porque, A mediano plazo, este modelo económico populista solo es viable licuando los ingresos reales. No es casualidad que el rubro más importante del gasto público, que son las jubilaciones y las pensiones, haya crecido por debajo de la inflación. Este gobierno está haciendo un ajuste fenomenal, vía inflación, pero no lo anuncia. Habla de las pestes del FMI como un gran ajustador, pero esconde lo que realmente hace, que es ajustar a través de la caída de la renta real, utilizando la inflación como instrumento licuador.
Sí, ante la caída de la renta real, también aumenta las tarifas de los servicios públicos para reducir el gasto en subsidios económicos y que todos paguen transporte, luz, agua, etc. Al menos al precio que evita consumir el stock de capital, cae en un golpe o algo parecido con el consiguiente coste político.
En resumen, el gobierno puede posponer o no un acuerdo con el FMI. Eso habrá que verlo. En cualquier caso, un acuerdo con el FMI supondrá extender los plazos de pago de la deuda, pero el problema de fondo, que es una sociedad que tiene por norma vivir del conflicto social utilizando al Estado para robar el trabajo de otros, sigue vigente. y hace inviable su crecimiento. Mientras haya populismo, es decir, viviendo a expensas del otro, no habrá crecimiento, por mucho acuerdo que se haga con el FMI.
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Fuente: iprofesional.com