El cierre de las exportaciones de carne provoca despidos en cámaras frigoríficas y exacerba el mal humor de la clase media rural. Pero el gobierno estima que ganará
“En la vida hay que elegir”, decía una consigna electoral de Cristina Kirchner de 2013. La frase dejaba clara la visión económica que predicaba el mandatario en ese momento: que si se quiere beneficiar a un sector, inexorablemente se debe dañar a otro. Era una visión de «suma cero» muy criticada por la oposición, pero que el kirchnerismo jugaba a favor de alimentar su «épica».
Ocho años después, el Gobierno sigue mostrando esa misma posición. Ya sea por genuina convicción o por mero cálculo electoral, lo cierto es que se concluyó que no es posible mantener satisfechos a todos y, por tanto, es necesario elegir a quién sacrificar en esta circunstancia.
Y el Gobierno eligió: se va a sacrificar al campo. Esperando que esto ayude mejorar la capacidad de consumo en sectores de bajos ingresos, particularmente en la periferia de Buenos Aires, que es donde el kirchnerismo tiene su baluarte electoral.
Esa es la lógica que prevaleció a la hora de incumplir la promesa que se había hecho a los ganaderos y plantas procesadoras de carne, a quienes se les había garantizado que el cierre de las exportaciones terminaría en agosto. Pero terminaron aprendiendo por los medios de comunicación que habrá una prórroga hasta octubre, y están íntimamente convencidos de que habrá una nueva prórroga del cierre hasta diciembre.
Lo explicó elocuentemente Dardo Chiesa, coordinador de la Mesa Nacional de Carnes, en el foro de Agroeducación: “Es una medida puramente política contra las PASO, porque a pocos días de las elecciones no quieren arriesgarse a tener malas noticias con el precio de la carne. Si fuera por una razón técnica podrían haberse extendido hasta septiembre, pero lo hicieron hasta octubre, y ahí mismo estarán 14 días antes de las elecciones legislativas, que son más importantes que el PASO, por lo que en ese momento menos querrán arriesgarse. «
Las consecuencias de esta situación ya están quedando claras: la noticia de 150 despidos en un refrigerador en Santa Fe, mientras calcula en 1.000 millones de dólares estadounidenses en pérdidas de exportación que no se van a hacer. Y los más afectados serán los pequeños frigoríficos, que no tienen acceso a la cuota de Hilton y habían dependido de las ventas a China como forma de equilibrar su ecuación económica.
En cuanto a los productores de ganado, están en una actitud puramente defensiva, dejan de hacer «engorde», lo que significa que los animales son enviados al matadero antes de la fecha estimada, como una forma de reconstruir el capital. Y en el campo se habla de una caída del ganado vacuno en un millón de animales este año.
Como ironizó el consultor Salvador Di Stefano, «no hay romances entre toros y vacas, en contradicción con lo que dice el candidato a diputado Victoria Tolosa Paz «. Su argumento es que el el nacimiento de terneros está en fuerte declive, a una tasa del 5% anual. Para revertir la situación, sería necesario que el 80% de las vacas quedaran preñadas, pero actualmente esa tasa es solo del 62%, como consecuencia de las medidas de corto plazo del gobierno.
El enfado en el campo es notorio, y se están organizando medidas de fuerza que hasta hace unas semanas parecían con poca adherencia. como una parada de marketing. Y lo peor de todo es que ya se están escuchando voces de alerta de que a finales de año la carne podría empezar a escasear como consecuencia de estas medidas.
El cierre de la exportación de carne, una apuesta de gobierno que implica un alto costo político en el interior
Más manchas en la vaca
En el otro lado del mostrador, los funcionarios tienen muy claro que sus medidas tienen costos, en todos los niveles: tanto económico como político. Pero en la cuenta que se extrae en el comité oficial de campaña, el saldo es claramente positivo: creen que lo que se puede ganar en votos es mucho más que lo que se puede perder.
En el equipo económico defienden su posición con los últimos datos de inflación y consumo: en julio el IPC cayó al 3% y para agosto y septiembre se estima en el 2,6%. Y esa desaceleración se logró, en parte, por menores niveles de aumento de la carne. El secretario de comercio, Paula español -artífice, en cambio, de la cuestionada política de «recortes baratos» -, está convencido de que el cierre de las exportaciones fue lo que llevó a esta relativa tranquilidad.
Por otro lado, cifras del Ministerio de Agricultura y Ganadería apuntan a una recuperación en el consumo de carne vacuna, que había caído a un mínimo histórico de 34,3 kilos por habitante en abril del año pasado. Ahora se sitúa en 53,7 kilos, una cifra que, si bien sigue siendo baja en términos históricos, implica una reversión de la tendencia.
Por eso el Gobierno está decidido a continuar con una medida que genera críticas y rechazo en el ámbito de la producción agrícola: generar una mejora temporal en su forma de contrarrestar a las chicanas como la de Mauricio Macri, que en un evento de campaña dijo que Alberto FernándezDespués de prometer asar, convirtió la carne en polenta.
No es que el Gobierno no sea consciente de las posibles consecuencias negativas de las medidas antiexportaciones. Después de todo, era el propio Ministro de Desarrollo Productivo, Matias Kulfas, el primero en admitir que los cierres de exportaciones de otras épocas habían sido negativos y que, esta vez, sería una medida temporal para corregir distorsiones y combatir la evasión fiscal.
Pero la agenda política está imponiendo su lógica y es por eso que un cierre de exportaciones que se iba a levantar en agosto probablemente continuará hasta diciembre.
El Gobierno también es consciente de que esto puede tener un costo en cuanto a votos, pero la cuenta que se hace es la siguiente: el campo ya está enojado por la saga de medidas intervencionistas, que comenzó con el aumento de las retenciones, continuó con las subidas de impuestos. , con el amenaza de nacionalización de Vicentin, con los sospechosos ataques a los silobags, con el cierre temporal de exportaciones de maíz, con la intervención que impuso subsidios cruzados en el sector petrolero, con las ambiguas frases del presidente sobre el respeto a la propiedad privada de la tierra y ahora, finalmente, con las existencias de exportación de carne.
El enfado se hizo evidente en los «banderazos» liderados por la clase media rural, desde el primero en repudio a la nacionalización de Vicentín. hasta el último 9 de julio, con el gran manifestación nacional que tuvo su epicentro en San Nicolás.
Los «banderazos» del campo contra el Gobierno dan la pauta del rechazo al intervencionismo en la actividad agraria
¿Una estrategia racional?
El cálculo es claro: los que ya están enojados con el gobierno no van a cambiar de opinión porque ahora se flexibilizan las exportaciones de carne. Es una mancha más en la vaca. Por otro lado, del otro lado del electorado, es probable que gane espacio si se favorece un aumento del consumo.
Dicho en palabras de Chiesa: «Hay más votos en el mostrador del consumidor que en el lado del mostrador de producción e industria. Y destaca que el propio gobernador de La Pampa, Sergio Ziliotto, admitió que fue necesario generar daños a la producción por una decisión política.
Lo cierto es que, en el análisis realizado por los politólogos, la actitud del gobierno tiene cierta lógica en el contexto de la campaña.
Así argumenta la encuestadora Gustavo Córdoba: «Los que hoy están indignados no van a dejar de indignarse. En el mejor de los casos pueden estar un poco más indignados que antes. Por lo tanto, el núcleo duro de los votantes en Argentina no va a cambiar, no creo que haya un cambio. Los que voten en contra del gobierno en el tema del campo seguirán votando en contra «.
Este experto en opinión pública considera, como la mayoría de sus colegas, que en las campañas electorales de estos tiempos hay muy poco espacio para la discusión de programas futuros y que se basan en levantar antinomias entre los partidos. Y que, en consecuencia, el compromiso del Gobierno es una mejora del humor social para noviembre, basada en una recuperación del consumo y avances en la campaña de vacunación.
Las encuestas a nivel nacional continúan mostrando una leve ventaja, del orden de cinco puntos, para el partido gobernante. Sin embargo, las cosas cambian cuando se pone la lupa sobre las realidades provinciales. Y es ahí donde el enfrentamiento con el campo puede jugar una mala pasada al peronismo.
Un caso paradigmático al respecto es Santa Fe, dónde Macri apuesta para ganar en la triple competencia con el peronismo y el socialismo. Las últimas encuestas te dan ventaja de Together for Change con un 36% – sumando sus cuatro listas – contra el 32% del peronismo.
los Gobernador Omar Perotti -que disputa la interna con el ultrakirchnerista Agustín Rossi- debe estar atravesando un momento particularmente incómodo en esta campaña: Santa Fe ha sido el escenario principal de la lucha del kirchnerismo con el campo y él mismo ha criticado el cierre de exportaciones, que describió como una medida errónea.
Y refiriéndose a Buenos AiresEs cierto que la estrategia peronista puede ser beneficiosa en la periferia, pero refuerza el voto de la oposición en el interior rural, donde el macrismo está tratando de aprovechar el enfado del sector agrario.
En la otra gran provincia agrícola, Córdoba, el gobierno es resignado a una derrota desastrosa: las listas de Juntos por el Cambio suman una intención de voto del 36,5% mientras que el peronismo anti-K del gobernador Juan Schiaretti aparece en segundo lugar con un 14,1% y el Frente de Todos aparece recientemente en un distante tercer lugar con un 8% de preferencias.
Lo cierto es que, una vez más, la historia argentina renueva sus discusiones cíclicas: el kirchnerismo ha elegido al campo como sector para calificar como beneficiario de «ingresos extraordinarios» y, por tanto, candidato a financiar el gasto público con más intensidad.
Y las urnas dirán si será solo una mancha más en la vaca o si se puede generar un punto de inflexión.
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Fuente: iprofesional.com