El que funciona y el que no
Hay una grieta silenciosa en nuestros hogares. Es el ying y el yang, el bien y el mal, la batata y el membrillo. Y no: no es política. Son las cosas que funcionan bien y las que no.
Todo comienza en la infancia: una pelota pica bien, otra está más deformada que el chicle compartido y pica tan erráticamente que ni siquiera sirve para jugar al rugby en la arena. Pero ahí están, los dos. Y uno se pregunta: ¿por qué se quedan con los dos? ¿Será que aman más al hermanito que le dan «al bueno»? ¿Habrá tocado a Caín «el malo»?
Y uno crece así, chocando con lo que funciona y lo que no funciona. Quieres escribir algo, y siempre, primero, coge la pluma que escribe mal. Y no lo tires inmediatamente. No. Cámbialo por uno que escriba bien, pero guarda el «malo» por si deja de funcionar el «bueno». ¿Por qué nos quedamos con los dos? ¿No nos damos cuenta de que el «por si acaso» no estaría funcionando?
Lo mismo con los marcadores y resaltadores. Quieres resaltar algo con amarillo… y hay uno que resalta pero se tiñe de negro, porque alguien lo usó para resaltar tinta fresca, quizás del bolígrafo «bueno». ¿Y uno se pregunta quién fue el que hizo eso? Y la respuesta es muy difícil de encontrar, sobre todo cuando uno vive solo.
Ojo: hay elementos más arriesgados. Las sillas. Siempre hay uno que nadie quiere usar porque le pasa algo malo. El problema es que la silla que no funciona no se reconoce a simple vista: tienes que sentarte para experimentar la sensación de peligro. Y reza para que una vez que te hayas sentado, puedas cambiar de lugar y dejar el que está al borde de la catástrofe por otro miembro de la familia. Eso si: Preparar la cámara de video del celular para grabar el blooper y subirlo a Internet.
Un problema que empeoró con la pandemia: el compañero Hay más de una bombilla, y solo una, SOLO UNA, funciona. Los 16 restantes no. Se tapan, se rompen, te queman, se oxidan, se usaban para darle vitaminas al gato… ¡y hay que ser capaz de encontrar la que funcione!
Y eso no es nada: la Terma. A simple vista son todos iguales, pero uno funciona perfectamente, mantiene el calor, sale el chorro de agua exacto, y en el otro el agua se enfría más rápido que una cena romántica en la que se empieza a hablar de triglicéridos y Viagra. Un tapón cierra en menos de 24 horas y el otro tapón lo puedes usar para evitar que salga agua de la represa Yaciretá. Y uno se pregunta: ¿Por qué nunca dos termos funcionan igual? ¿Es una movida de la industria hacernos comprar termos de forma permanente que solo funcionan bien hasta que compramos uno nuevo?
¿Y los relojes? Uno se demora más que el neoliberal que quiere la convertibilidad, el otro avanza más que el dueño de un 4×4 que te pasa por el arcén de la carretera. Nadie sabe cómo programar la hora en el microondas; El mando del aire acondicionado no tiene pilas, pero hay una, un reloj de pulsera, que seguro que da la hora exacta. El problema es que cuando lo encuentras, es demasiado tarde.
Al bañarse: una toalla raspa más de lo que cae sobre el cemento con shorts y el otro es esponjoso, peludo, suave; tan suave por fuera, que parece todo algodón, como Platero… La pregunta es: ¡¿Por qué siempre me toca a mí raspar?! (Y ni hablar cuando te pasó esto si vives solo).
Y cuando sales de la ducha, tienes que elegir tu ropa interior. Confesémoslo: la braguita o calzoncillo que realmente nos queda, el que nos gusta usar, Es aquel cuya elástica está más estirada que el sueldo de jubilación el día 24 del mes, está manchado, tiene al menos un agujero, pero se hizo querer. Ese es el peligro de querer lo que no funciona. Porque no quieres usar las bragas «buenas». Quieres el que te resulte cómodo. Pero te lo pones y se cae. Por mucho que lo pellizques, le pongas un hilo de sisal… nada. Se cae, se mete debajo de tu lompa, debajo de tu falda. ¡No funciona! Y tienes que usar «el bueno». Como ves, no puedes estar de acuerdo con lo bueno y lo malo al mismo tiempo…
Por quéuando necesites unas tijeras, coge siempre la roma, «el malo»? Si uno se compra uno nuevo, apostando a cómo funciona… ¿por qué te quedas con el que no funciona en tus manos?
Y ahora muchos usan celulares, pero los mayores tenemos linternas. Y cuando se va la luz, nunca encontramos la que funciona. Siempre encontramos uno al que se le fundió la bombilla, o al que tiene poca potencia o al que hay que seguir apretando el interruptor para que siga encendido. ¿Adónde se llevó la mano invisible del mercado la linterna buena, la de pilas nuevas, la que compramos en oferta para no tener que usar más “la mala”?
¿Por qué tus sábanas están enrolladas y el resto de las sábanas de tu familia son de seda? Y las almohadas: ¿cómo es que siempre te llevas la que tiene menos relleno que el pastel de la gasolinera en el camino, mientras que los demás disfrutan de almohadas tan cómodas que hasta los gansos aplauden su calidad?
Mirando el lado positivo no es malo tener algo que no funciona, siempre que tenga una alternativa que funcione. Porque si, por ejemplo, tienes que trabajar en el ordenador que no funciona bien, puedes agarrar…
Con información de Telam y otras fuentes de noticias.