La primera piedra la lanzó hace una semana Andrés Manuel López. El Presidente de México solicitó la sustitución de la Organización de Estados Americanos por un nuevo organismo representado por todos los estados de América Latina y el Caribe. Un organismo, dijo, que se asemeja a la Unión Europea y que ya no es un «lacayo» (sic) de los Estados Unidos.
Lo dijo el sábado 24, mismo día en que su canciller, Marcelo Ebrard, trató a Felipe Solá como rey en la Ciudad de México durante la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Ese día, Solá sostuvo más de diez entrevistas según informó su vocero. Y en todos ellos hubo un mayoría y apoyo inicial a Argentina para presidir la CELAC a partir de enero.
Hay en esta historia de repetidos enfrentamientos entre Argentina y México con Estados Unidos, la OEA y su secretario general, Luis Almagro, un hecho que se repite.
El organismo arrastra efectivamente una larga crisis. No se le recuerda que resolvió un solo conflicto hace décadas, aunque sus órganos son útiles para situaciones vulnerables.
El personalismo con el que lo lleva Almagro profundiza esa crisis. Fernández y López Obrador culpan a Almagro -paradójicamente el gobierno de Cristina Kirchner apoyado fervientemente en su primera elección- de estar detrás de lo que llaman la Golpe de Estado contra Evo Morales en 2019.
La semana pasada quiso que el Consejo Permanente de la OEA abordara la situación en Cuba y un grupo de países, entre los que se encontraba Argentina, ellos bloquearon La iniciativa. La mayoría hizo la vista gorda ante la represión en Cuba y exigió que Estados Unidos pusiera fin al embargo a la isla.
El antecesor de Almagro, el chileno José Miguel Insulza, fue acusado por otros países de haber sido blando con el chavismo en un momento en que el diálogo o la presión internacional podrían haber evitado el desastre humanitario e institucional en el que se encuentra Venezuela.
Fernández nunca había cumplido, como lo hizo el viernes, con los deseos de López Obrador de reemplazar la OEA por otro organismo. Quizás sean los sueños del kirchnerismo de revivir una parte de lo que fue la Unión de Naciones Suramericanas. Claro, esta vez sin Brasil: Jair Bolsonaro dejó la CELAC.
El problema una vez más es que los mexicanos juegan por la conveniencia del norte o del sur. Y ya han dejado varias veces a Fernández y su diplomacia «pagando».
Vale recordar, cuando Gustavo Béliz buscaba presidir el Banco Interamericano de Desarrollo, y en el último minuto López Obrador evitó jugar “feo” a Trump, a quien también visitó al republicano cuando Alberto Fernández buscaba lo mismo. La segunda vez fue recientemente cuando los dos de Beliz, Christian Asinelli, compitieron por la presidencia de CAF, el Banco de Desarrollo de América Latina. Como el argentino no obtuvo más votos que el colombiano, los mexicanos cayeron antes del final. Ahora quieren entusiasmar a la Argentina de Fernández para debilitar a la OEA.
Fuente: Clarin.com