Como adelantábamos, el riesgo para los intereses argentinos del viaje presidencial a Rusia y China terminó concretándose, no solo en gestos que debilitan el respeto internacional por nuestro país, sino también en la toma de posiciones geopolíticas y compromisos de largo plazo, en temas sensibles, en un momento de extrema fragilidad del país, en el que aún no se ha estabilizado el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Ignorando la derrota en las elecciones intermedias, el gobierno cierra de manera opaca acuerdos sin apoyo generalizado cuyos impactos inciertos deberán enfrentar los sucesivos gobiernos.
Con un conflicto geopolítico global en curso como Rusia/China contra Occidente y sus aliados, el inconveniente de que Argentina tome partido por una de las partes en conflicto es obvio. El contexto actual hace impensable poder estar en misa y en procesión para un país con gran debilidad estructural y déficit de credibilidad, como pretende el oficialismo, y así se interpretan los movimientos del gobierno en el ámbito internacional.
Los halagos a Putin, las críticas públicas a Estados Unidos y al FMI, las afirmaciones contrafactuales del «peronismo» al líder chino Xi Jinping, todo lo cual viola las buenas prácticas de relaciones internacionales de los países independientes, no son neutrales y definir una posición desaconsejada por el momento. Aquí conviene aclarar que lo dicho y hecho excede las formalidades diplomáticas y el protocolo de rigor de cualquier país razonable.
También hay que tener en cuenta que los gobernantes fuertes como Putin y Xi Jinping, y cualquiera que con orgullo anteponga a su Nación a otros intereses, tienden a dar poco valor a aquellos que, para congraciarse, se arrodillan y explotan. su propia dignidad. Con estos gestos, la apreciación internacional de la Argentina se desploma y se diluyen capitales imprescindibles para salir del atolladero, la confiabilidad y el respeto internacional. Por el contrario, nos confirma en el camino oscuro de la sumisión y la rendición, del cual, según dichos oficiales, se pretende salir.
Más allá de estas dolorosas reflexiones, es aún más importante revisar en términos prácticos los posibles efectos y consecuencias de las decisiones que tome el gobierno en estos días.
Para empezar, el mero hecho de ofrecer a Putin convertir a Argentina en la puerta de entrada de Rusia a América Latina, en un momento de extremas tensiones entre Occidente y Rusia por Ucrania, con beneficios inciertos y teniendo en cuenta que Rusia ya ha amenazado con la posibilidad de instalarse bases en Cuba y Venezuela, sin duda sabotea el avance fluido en el cierre del acuerdo final con el FMI, y en cascada con otros organismos crediticios como el Club de París, dejando así a la deriva en materia económica y financiera, un derivado que no van a suplantar a los “ nuevos socios”.
Por otro lado, Argentina firmó hoy el memorando de entendimiento con China para sumarse a la Ruta de la Seda, el megaproyecto expansionista mundial de infraestructura (puertos, trenes, industrias), energía, conexión, comercio y educación. Esta iniciativa se financia con préstamos bilaterales chinos, más caros que la tasa internacional habitual.
Al respecto, existe un gran debate sobre si la iniciativa es en realidad un esquema colonialista que implica lo que se denomina una «trampa de la deuda», por la cual el país deudor se ve obligado a otorgar concesiones extraordinarias si no cumple con sus obligaciones, a cambio por perder el esfuerzo realizado. Otro tema clave es que en este esquema gran parte de los recursos prestados suele destinarse a la compra de bienes y servicios del país acreedor, en este caso China.
Cabe aclarar que las reglas de financiamiento chinas son tan estrictas como las del FMI o el Banco Mundial, pero los créditos para proyectos están fuera del multilateralismo, lo que genera una inseguridad mucho mayor.
Aunque hasta el momento alrededor de 140 países han firmado memorandos de la Ruta de la Seda con China, cabe señalar que Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania y un gran número de países de Europa occidental, así como India, Japón, Australia, Canadá, Brasil y México se han mantenido deliberadamente fuera del esquema.
En el caso de Argentina, se anunciaron inversiones por 23.700 millones de dólares, entre proyectos hidroeléctricos, transporte ferroviario, líneas de transmisión, gasoductos, parques energéticos y varios otros. Las más polémicas son la central nuclear para la producción de electricidad, Atucha III, por 8.000 millones de dólares, cuyo contrato se firmó días atrás, y la posibilidad de adoptar el sistema de conectividad 5G de la empresa china Huawei. En cuanto a Atucha III, si bien la tecnología del reactor chino que se adquiere llave en mano no generaría grandes dudas, sí la oportunidad de realizar tan mega inversión, por lo que se privilegia este contrato frente a otras obras energéticas esenciales y de menor costo como el gas y muy importante, el grado real de transferencia de tecnología y participación de la industria nacional en el proyecto.
En el caso del 5G chino, se considera un tema de seguridad nacional, que trasciende la tecnología, y genera desconfianza en el mundo por la posible fuga de datos sensibles. Así lo han entendido muchos de los países de los que Argentina requiere apoyo para la conclusión positiva del acuerdo con el Fondo, como los de la Unión Europea y Estados Unidos, por ejemplo, pero también nuestro vecino Brasil. Si bien en el estado actual de las cosas son los operadores los que adquieren una u otra tecnología 5G, una intervención del gobierno argentino, a favor de la opción china, sería un verdadero daño autoinfligido en cuanto a los resultados finales.
El papel de la oposición
Más allá de declaraciones de forma, la sociedad argentina espera que la oposición, que es hoy su expresión mayoritaria, ejerza un papel central en este tema, con determinación e idoneidad. Anhela una mirada estratégica a los problemas que se avecinan, una evaluación clara de las consecuencias de estas decisiones para el interés nacional y el compromiso de articular una reacción concreta y práctica a esta nueva expresión opaca de “vamos por todo”. Las condiciones han mejorado sustancialmente respecto a 2014, cuando el gobierno de turno entregó la soberanía por 50 años con el contrato de la base satelital china en Neuquén.
Estos temas centrales no pueden esperar a un cambio de gobierno en 2023, ni deben ser oscurecidos por ambiciones privadas. Las fuerzas de oposición, dejando de lado sus diferencias, deben actuar de manera conjunta en los espacios de acción política, el Congreso, a través de las comisiones correspondientes que incluyen, entre otras, las de Relaciones Exteriores, Defensa, Energía, Presupuesto y Hacienda y Medio Ambiente. y también en espacios abiertos de comunicación, para pedir explicaciones del caso, exigir claridad, revisar la simetría y el equilibrio de los acuerdos y alertar a la ciudadanía sobre la realidad. Hoy, más que nunca, existe la necesidad de dar transparencia a la gestión gubernamental en temas en los que está en juego el futuro de todos, y allí la oposición tiene un rol protagónico.
* Para www.infobae.com
Fuente: diariocordoba.com.ar