La semana de mayo transcurrió con más pena que gloria. Alberto Fernández llamó a regar la planta de la esperanza mientras se seca la que su familia depositó en ella.
El lunes por la mañana algunos se comieron la curva. Roberto Feletti no fue renunciado por el Presidente. El secretario de Comercio se fue solo tras recibir una sugerencia que no podía ignorar, la del titular de su espacio político. «Me salí de ahí, Marvel», parece haber sido la directiva.
En cualquier caso, le había estado advirtiendo. “Yo no soy un mago… el control de la inflación es responsabilidad del Ministro de Economía”, había declarado. Esta vez pasó de decir a hacer. Saltó del barco. Se fue, se fue. Arreglar a Guzmán. Lo que pase a partir de ahora es responsabilidad de Martín Guzmán. Que Alberto Fernández lleve a este muerto.
Ante la convicción del líder K de que el rumbo de la economía nos lleva directamente al impacto contra el iceberg, parece haberse decidido que los que están en el área de economía dejen el puente de mando. Esto no quiere decir que todos se vayan y mucho menos los que controlan palcos.
El paso al lado de Feletti parece inaugurar una nueva etapa en el feroz internado que afecta al oficialismo: el del vaciamiento. Los funcionarios K en áreas donde se requieren decisiones económicas difíciles se están jubilando. Como quien juega a la mancha venenosa con Alberto Fernández, el Operativo Despegue está en marcha.
No dispuestos a validar medidas impopulares, se retiran. Esto no es una muestra de respeto por la decisión presidencial («quien no esté dispuesto a acompañarlos tendrá que irse»). Es más una decisión estratégica, déjalo en paz.
Alberto Fernández expresó su molestia por la «obstrucción» del Gobierno. Lo hizo durante su gira europea. “No me preocupa el debate, sino la obstrucción”, dijo a un periodista español. No hablaba de la oposición sino de la interna. Los que obstruyen son de los suyos.
Que se vayan los que no están dispuestos a acompañar no significa que dejen de obstruir. Guzmán luce empoderado pero no lo tiene fácil. Está entre dos fuegos. Tiene que cumplir las metas impuestas por el FMI pero «primero con la gente». Complicado.
La anunciada «guerra contra la inflación» no estaría registrando avances.
La consigna presentada al calor de la fanfarria del día 25 es precisa #Lagenteprimero encaja en un concepto irreprochable. «Gobernamos por y para el pueblo». Apenas se oye hablar, uno y otro sostienen que hay que “redistribuir” y que “no hay crecimiento sin inclusión (redistribución entendida).
El hashtag Rosada hace referencia a una frase que sonó de reproche en otra fecha sacrosanta, la del 24 de marzo. La pronunció Máximo Kirchner. «Con la gente adentro», dijo.
Está claro que ninguna inclusión es posible sin primero apaciguar el impuesto inflacionario. Tampoco hay mucho que distribuir mientras no se liberen las fuerzas productivas.
Mientras Martín Guzmán cree que podrá contener el precio de los alimentos con medidas fiscales e inflacionarias, el kirchnerismo, por su parte, apuesta al control militar en las góndolas y listas.
Al defender la última estrategia, Feletti fracasó. Si el resistente Guzmán no muestra resultados en un tiempo razonable, la marea se lo llevará.
La lucha interna entre la Rosada y el Instituto Patria tiene un impacto directo en la economía. Al menos eso es lo que piensa Guzmán.
La dificultad está más en la política que en la economía, según el punto de vista del Ministro. Sin certeza no hay confianza y sin confianza no hay nada. Todos los intentos de acercar posiciones entre el Presidente y su Vice son en vano. Hace tres meses que no se hablan. No hay forma. La situación se ha vuelto irreductible.
El presidente no parece dispuesto a relajarse. Ignora todas las recomendaciones para reanudar el enlace. Sabe que cualquier contacto con su madre política significará una rendición incondicional. Presentación y fin. Tampoco está abierto a montar una mesa de decisiones con el Frente de Todos. Él no cree en la conducción universitaria. Es probable que conociendo la tela sepa que perderá toda capacidad de definir un rumbo, en el caso de que sepa adónde ir.
El desvío K incluye un giro discursivo. La disputa ahora está puesta en quién es capaz de generar y presentar buenas noticias.
La cuestión de adelantar el piso imponible del impuesto sobre la renta es parte de esa escalada. Algo similar sucedió con la decisión de acelerar el aumento del salario mínimo.
El anuncio se hizo en la explanada de Casa de Gobierno. Sin la presencia del Presidente. Con el acompañamiento de los referentes de la CGT. Habló Guzmán y cerró Sergio Massa.
Quedó claro que el promotor del beneficio fue el tigrense, quien ahora también se dedica a la comunicación epistolar. Por carta pidió acelerar los tiempos para llegar con la iniciativa antes del pago de la media bonificación.
El jueves, la vocera presidencial había minimizado el tema, asegurando que la actualización no contemplaba el salario anual complementario. Horas después se confirmó la buena noticia. El anuncio lo hizo desde el Ministerio de Economía, pero como en el Juego de la Oca, fue Sergio Massa quien adelantó varios recuadros.
Otro aporte a la confusión general está relacionado con las retenciones agrícolas. El Presidente insiste en considerar la necesidad de su instrumentación, un guiño a los radicalizados, el ministro Julián Domínguez, por su parte, asegura a los productores que no se implementará ningún aumento.
Martín Guzmán está en tiempo de descuento. Sólo tiene unos escasos noventa días. Hasta la próxima revisión del FMI. Mientras tanto, tiene que lidiar con la reestructuración de las tarifas de electricidad, gas y transporte. Un frente de tormenta que solo promete tormentas.
El Presidente de la Nación tiene su destino atado a la gestión del vencido jefe de la cartera de economía. Le sienta a su lado en las sucesivas reuniones con empresarios que ha venido manteniendo en las últimas semanas.
Las fuentes empresariales consultadas aseguran que el Presidente escucha y acomoda los reclamos, pero dudan que luego decida en consecuencia. Alberto Fernández replica con ellos el «modus operandi» con el que se maneja a nivel internacional. Le dice a cada uno lo que quiere oír. No es responsable de la incertidumbre y desconfianza que generan sus contradicciones.
En el círculo rojo no descartan que si la situación económica no se recupera, CFK pretende ir a por todas, es decir, quedarse con el liderazgo de la economía.
Decidido a mostrarse como “un hombre común” y no satisfecho con asistir al Tedeum despojado de los atributos de mando. Banda y bastón forman parte del estricto ceremonial de la fecha patria, este miércoles el Jefe de Estado decidió tocar la guitarra. Lo suyo no es el folklore sino el rock nacional. Nada de “Zamba de mi esperanza”. Esta vez lo emprendió con «Se trata solo de vivir» de Litto Nebbia.
Una carta desafortunada para el complejo momento.
“Creo que nadie puede dar una respuesta, ni decir a qué puerta tocar… Creo que a pesar de tanta melancolía. Tanto dolor y tantas heridas, solo se trata de vivir.» Cantó en voz alta.
Nadie lo cuida ni un poco, nadie lo ayuda a elegir el repertorio o lo disuade de cortarse. «Hope Color» habría sonado mejor.
Primero en la fila de los que hacían cola para golpear al Presidente, el inefable Ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires trascendió la grieta.
“El que trajo al borracho, que se lo lleve”, dijo Sergio Berni, no sin antes aclarar que lo hacía por respeto a la investidura presidencial. Se lo perdió con el lenguaje inclusivo.
«Al que lo trajo, llévatelo». Si uno toma literalmente el reclamo de Berni, ambos tienen que irse. Verdad o Consecuencias.
Desde el extremo sur CFK acompañó vía Twitter el Día de la Patria. Cómo alguien que mira la realidad desde un púlpito definió este tiempo como “aún en tiempos tan difíciles para nuestro pueblo”. Sin más detalles ni precisiones el balcón. Ella no parece dispuesta a tomar el que trajo. Muy por el contrario, parece estar esperando a que se vaya o caiga solo.
* Para www.infobae.com
Fuente: diariocordoba.com.ar