Han pasado 40 años desde los primeros casos de sida en Estados Unidos y me vienen a la mente dos cosas: el papel de los chimpancés en esta otra pandemia y la decadencia moral e intelectual de Luc Montagnier, premio Nobel de Medicina en 2008, quien descendió al nivel primatológico de Jair Bolsonaro en ambos aspectos.
La demostración de que el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) pasó de los monos pan trogloditas porque nuestra especie llegó en 1999, 18 años después de que se diagnosticaran los primeros hombres homosexuales. El VIH mismo tardó dos años en ser identificado, por el francés Montagnier y el estadounidense Robert Gallo, en un artículo de 1983.
La hazaña de acusar a los chimpancés fue dirigida por Beatrice Hahn de la Universidad de Alabama, como se informa en este hoja. Se comprobó, en su momento, el enorme parentesco genético entre VIH y SIVcpz, presente en la sangre de POR. trogloditas, que habría infectado a los cazadores africanos al manipular la carne de mono.
Incluso con esta larga historia, mucho conocimiento acumulado y miles de millones invertidos en la investigación del SIDA, el síndrome aún no tiene una vacuna eficaz. El tratamiento con medicamentos antirretrovirales ha avanzado mucho, es cierto, pero el VIH es un hueso duro de roer.
Con el nuevo coronavirus Sars-CoV-2, el camino ha sido bastante diferente. Aún no se ha encontrado el lugar de origen del salto del patógeno de cualquier animal, probablemente murciélagos, a los humanos. Pero, después de todo, ha pasado poco tiempo y es posible que nunca se defina.
Con respecto a las vacunas, todo sucedió de una manera muy diferente: en un año, había varios agentes de inmunización disponibles. Otro año más y el 44% de la población mundial está vacunada contra la corona. Aún así, Covid-19 ha matado a 5,3 millones en 2 años, frente a 37 millones a causa del sida en 40.
Dada la gravedad del flagelo de Covid, aunque se mitigó desde el principio con la vacunación, ¿qué hace Montagnier? Desde lo más alto de su supuesta autoridad como Nobelista, de hecho muy conmovido por otras tonterías dichas, se presenta como un propagador de desinformación sobre las inmunizaciones anti-Sars-CoV-2. Está matando.
Tampoco se trata aquí de reproducir los absurdos simiescos que el francés ha estado difundiendo, ante el entusiasmo de los que niegan las vacunas. Estos, por cierto, circularon declaraciones falsas atribuidas a Montagnier, según las cuales las personas vacunadas morirían dentro de dos años. Ni siquiera el laureado medio perdido sería capaz de semejantes tonterías.
La ignorancia (o mala fe) de Bolsonaro, sin embargo, es de otra dimensión. En la segunda quincena de octubre, el presidente de la República (quién lo hubiera pensado) difundió en una de sus transmisiones de este jueves que la vacuna de Covid estaba asociada al sida.
Es difícil imaginar una villanía mayor. Incluso la paquidérmica red social de Zuckerberg se movió para sacar el video del aire, y el capitán se vio contradicho, entre otros, por el Contralmirante que había plantado en Anvisa, Antonio Barra Torres, y por Robert Gallo.
El presidente no se detuvo allí, por supuesto, y siguió repicando lo que la oficina de odio le arroja en el teleprompter. Todo vale para sembrar dudas sobre las vacunas que él descuidó, incluso atribuyendo a la Organización Mundial de la Salud la afirmación de que las personas inmunizadas pueden contraer Covid, transmitir la corona y morir.
Como advirtió Denise Garrett, del Instituto Sabin, el presidente solo necesitaba decir que quienes estaban completamente vacunados tienen 1/5 de riesgo de infectarse, 1/11 de riesgo de morir y transmitir un 50% menos.
Está matando. Y no le pasa nada.
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Fuente: uol.com.br