Los que tienen inteligencia (humana) para desarrollar y entrenar inteligencias (artificiales) no están desempleados.
Para los brasileños, el acalorado mercado global abre el camino para oportunidades en el exterior, que son más ventajosas en términos financieros dada la devaluación del real.
Graduado en 2015 en la UFSC (Universidad Federal de Santa Catarina), el ingeniero informático Eduardo Bonet se mudó a Ámsterdam, Países Bajos, en 2016.
“A mayor experiencia profesional, menor necesidad de tener la parte académica”, dice. En ese momento, el profesional aún no trabajaba directamente con el desarrollo de inteligencia artificial, pero logró migrar del área en la empresa donde trabajaba.
Desde entonces, Bonet ha cambiado dos veces de trabajo, siempre buscando trabajar en el campo de la inteligencia artificial.
«Soy generalista, no tengo un enfoque específico. Desarrollo software, trabajo en modelos, gestiono proyectos», explica. «Ahora trabajo más con software creando la infraestructura necesaria para el aprendizaje automático [aprendizado de máquina] ocurrir.»
El poder de atracción del extranjero también se siente en el mundo académico. «Tenemos dificultades para atraer nuevas contrataciones», dice Fernando Osorio, profesor del ICMC (Instituto de Matemáticas y Ciencias de la Computación) de la USP de São Carlos y miembro del C4AI (Centro de Inteligencia Artificial), financiado por IBM y desarrolla proyectos relacionados con inteligencia artificial en áreas de interés en Brasil.
“Tengo una lista de excompañeros que estaban en el servicio público, que estaban cerca de jubilarse y se fueron a países como Nueva Zelanda, Estados Unidos, Inglaterra”, dice Osorio. «Están renunciando a lo que en Brasil se considera una seguridad».
Incluso las becas en los niveles de doctorado y posdoctorado, que pagan alrededor de R$ 10.000 por mes, un nivel poco común en el mundo académico, quedaron vacantes.
Según la plataforma Glassdoor, que recopila información de salarios autodeclarados por miles de profesionales en Brasil, un ingeniero informático gana un promedio de R$ 8.600 por mes en el país.
GANA EN DÓLARES, GASTA EN REALES
Bonet dice que desde el comienzo de la pandemia, con trabajos remotos que pagan en moneda extranjera, se ha vuelto menos ventajoso salir del país.
«Económicamente, no vale la pena mudarse», dice, y señala que la mitad de sus ingresos se destina al pago de impuestos.
«Es posible conseguir oportunidades ganando en dólares o en euros, al final sobraría más dinero que emigrando a otro país».
Pero el ingeniero cita otras ventajas, como la mayor sensación de seguridad que tiene en Holanda y mejores oportunidades de educación para su hijo, nacido durante la pandemia.
Como desventaja, Bonet menciona la distancia de su familia, que serviría como red de apoyo si él y su esposa siguieran viviendo en Brasil. «Cuando nos enfermamos, alguien tiene que cuidar a nuestro hijo de todos modos».
No necesitaba aprender holandés para trabajar. «Las empresas que contratan a expatriados suelen trabajar en inglés», dice. «No solo eso, sino que las empresas que exigen el idioma local obligatorio pagan menos, porque el mercado por el que compiten es más pequeño».
Osorio, de USP y C4AI, ya consideró salir del país. «Brasil tiene la característica de no invertir adecuadamente e incluso destruir el sistema educativo, ya sea por una masificación exagerada de baja calidad o por la destrucción de la educación misma, que parece deliberada, un sabotaje», critica.
«Simplemente no salgo porque tengo a mis padres y mis hijos», continúa. «Si fuera solo yo, sin mi familia, seguiría a estos otros maestros».
Mariana Valente, de InternetLab, argumenta en la misma línea: «No solo tenemos un mercado poco atractivo, sino principalmente pocos incentivos para investigar en Brasil».
Destaca que el escenario se da no solo en el derecho digital e impacta en el desarrollo del país.
“Esto, sin duda, tiene un impacto en los temas investigados y, en última instancia, es un detrimento para pensar las políticas tecnológicas en Brasil”, continúa. «Necesitamos tener un incentivo local para la producción de investigación, para que la gente esté en el mercado brasileño, independientemente de las oportunidades que ofrecen en el exterior y cuánto eso puede generar algo de oxígeno».
3 libros para pensar sobre la inteligencia artificial
Shoshana Zuboff, Intrínseco, 800 p.
Zuboff, profesor de sociología en la Universidad de Harvard, es una de las voces más influyentes y críticas de los gigantes tecnológicos. En este libro, publicado en 2018, argumenta que Google, que tiene una recopilación masiva de datos en el centro de su modelo comercial, ha dado paso a una nueva era, «en la que la vigilancia es un mecanismo clave para transformar las inversiones en ganancias».
Stuart Russell y Peter Norvig, GenLTC, 1016 p.
“Definimos la IA como el estudio de agentes que reciben estímulos del entorno y realizan acciones”. Es con este concepto que Russell y Norvig inician el trabajo más influyente sobre el tema, publicado en 1995 y estudiado desde entonces en las principales universidades del mundo. En la edición más reciente, de 2016, los autores renuevan los análisis sobre reconocimiento de voz, autos autónomos e Internet de las Cosas (IoT), áreas que han tenido una evolución importante desde la década de 2010.
- Superinteligencia: caminos, peligros, estrategias para una nueva Mundo
Libros del lado oscuro de Nick Bostrom, 549 p.
Publicado em 2014, o livro explora a evolução da inteligência artificial desde o século 20 e projeta o cenário que entrou no imaginário popular com a franquia «O Exterminador do Futuro»: e se um dia as máquinas forem capazes de desenvolver consciência e se rebelar contra ¿la humanidad? El autor es profesor de filosofía en la Universidad de Oxford y no pone esta posibilidad como la más probable, pero desarrolla argumentos para mantenerla en el radar y evitar que suceda.
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Fuente: uol.com.br