Si hay un área en la que Brasil es claramente competitivo a nivel mundial, es en los agronegocios. Sin embargo, sería irresponsable creer que el actual éxito económico de la agricultura brasileña durará para siempre. Los cambios geopolíticos, tecnológicos, de innovación y de preferencia de los consumidores amenazan la apuesta de Brasil en el sector.
Primero, vale la pena recordar que el éxito de la agroindustria ocurre en correlación directa con el ascenso económico de China. En 1980, China importó el 16,4% de la soja que consumía. En 2020, este volumen alcanzó el 84,1% según datos de la FAO. No es poca cosa. China ahora necesita alimentar al 18% de la población mundial, pero solo tiene el 6,5% de la tierra cultivable. Brasil aprovechó esta oportunidad para consolidarse como proveedor, mitigando parte de esta demanda.
Sin embargo, desde 2021 el tema de la independencia alimentaria ha crecido rápidamente en China. En ese sentido, el plan quinquenal lanzado en 2021 es lectura obligatoria para todo el sector agropecuario brasileño.
El plan pone en práctica cuatro estrategias esenciales. El primero es preservar la tierra cultivable y aumentar la producción local de cereales. La segunda es invertir mucho en ciencia y tecnología agrícolas y en agricultura «inteligente». El tercero es un mayor control e inversión en semillas y variedades de plantas. El cuarto es promover la diversificación de las fuentes de importación, evitando la dependencia de cualquier país. No es casualidad que el presidente chino hiciera varias declaraciones en 2021 para reducir cualquier tipo de dependencia, por ejemplo afirmando que “nunca podemos permitir que otros controlen nuestra capacidad para comer, que es una cuestión básica de supervivencia”.
Además, afirmó que China necesita “obtener calorías y proteínas de las plantas”. Esa frase señala un mercado en crecimiento para las proteínas de origen vegetal y la «carne» hecha de plantas.
La proyección del Good Food Institute (GFI) es que la demanda de proteína vegetal aumentará a lo largo de la década, llegando a la necesidad de producir 30 millones de toneladas métricas anuales para el 2030. Según el mismo instituto, este sector hoy tiene más demanda que oferta. es capaz de suministrar.
En cuanto a los precios, es un área en la que China podría ser competitiva. Un kilo de concentrado proteico a base de plantas cuesta actualmente en ese país entre US$ 2,5 y US$ 5,5 (pureza inferior al 90%). En Canadá, un kilo del mismo producto cuesta alrededor de US$ 15, lo que muestra signos de una inversión de competitividad a favor de China en lo que respecta a la proteína vegetal.
Uno de los problemas es que este mercado de proteínas vegetales es muy incierto desde el punto de vista de la estandarización. Todavía falta una definición clara de lo que se entiende por «carne vegetal» y pautas para las etiquetas y la publicidad. Sin embargo, al observar la cantidad de capital de riesgo que ingresa a este sector (US $ 3,1 mil millones, o R $ 15,8 mil millones, solo en 2020), se espera un crecimiento continuo. Brasil tiene que estar pendiente.
PD Gracias a los estudiantes de Schwarzman College Muhammad Sidiqui, Petrie, Chatha, Han y Hu por su excelente investigación.
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Fuente: uol.com.br