El 19 de agosto de 2020, el interior de Pernambuco, más precisamente Santa Filomena y sus alrededores, sirvió de escenario para un fenómeno inusual: la ciudad fue blanco de una lluvia de meteoritos. Había cientos de ellos, de diferentes tamaños, desde unos pocos gramos hasta uno de casi 38 kilogramos. La masa estimada que alcanzó el suelo fue de 80 kilogramos en total. La población local recuperó la mayoría, pero llegó gente de todo el mundo. Al día siguiente de la caída, ya se vieron cazadores y comerciantes de meteoritos en la región. Había gente de Estados Unidos, Uruguay, Costa Rica, Argentina y varios estados brasileños.
Como es un pueblo pequeño, con solo una posada en una gasolinera, fue difícil encontrar alojamiento. Entre los cazadores se encontraban cuatro científicas de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) que cazan y analizan meteoritos en sus laboratorios. El grupo se conoce como As Meteoríticas y lo componen Diana Andrade y Maria Elizabeth Zucoloto, profesoras y astrónomas, así como la química Amanda Tosi y la geógrafa Sara Nunes. Logramos recuperar un fragmento de 1,9 kilogramos, hoy en el Museo Nacional de la UFRJ, además de tres más pequeños, utilizados para estudio y demostración en clases de pregrado y posgrado.
Aquí hay una breve explicación: cada año, más de 5,000 toneladas de material extraterrestre llegan a nuestra atmósfera, incluidos meteoritos, micrometeoritos y polvo cósmico. Se cree que este material proviene principalmente de asteroides, polvo interplanetario, restos de cometas, la Luna o Marte. Aunque por lo general podemos percibirlos en forma de meteoros, que es el efecto luminoso que provoca la entrada de estos cuerpos a la atmósfera -a menudo llamados estrellas fugaces-, apenas encontramos sus fragmentos.
Las partículas extraterrestres muy pequeñas se desintegran y no llegan a la superficie del planeta. También hay fragmentos un poco más grandes, que llegan de forma sutil, sin llamar la atención de los que se encuentran en los alrededores. Sin embargo, hay fragmentos mucho más grandes que no pasan desapercibidos y son capturados. Cuando el objeto llega al suelo resistiendo todo el clima a lo largo del camino, se llama meteorito.
Volviendo a Santa Filomena: porque somos conocidos en la comunidad de meteoritos y astrónomos aficionados, nos invitaron a quedarnos en la casa de un profesor de la ciudad cuyo hijo, Luiz Fernando, nos seguía en las redes sociales. En ese momento, Luiz Fernando estaba en la escuela secundaria; hoy estudia física en el Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología del Sertão Pernambucano, en Petrolina, y sueña con convertirse en astrofísico.
Nuestro grupo es un gran defensor de las niñas y mujeres en la ciencia, y es por eso que comenzamos a promover la caza de meteoritos entre las mujeres de Santa Filomena. Enseñamos a niños y mujeres a utilizar un palo de escoba y un imán para recoger «extraterrestres» e identificarlos. Algunas familias vendieron los fragmentos encontrados, y así cumplieron sueños, desde comprar una bicicleta hasta pagar todo el tratamiento del cáncer.
Para As Meteoríticas, el evento de Santa Filomena fue sensacional: además de la abundante lluvia y el compromiso de los vecinos y la interacción con los niños, fue la primera vez que nos encontrábamos con meteoritos en grupos. Aunque ya trabajamos juntos en los laboratorios, y algunos ya habían participado en la búsqueda de meteoritos, solo nos consolidamos como grupo en 2017; desde entonces, solo habían caído dos meteoritos. En ninguno de los casos pudimos recuperar fragmentos en el campo. La caza comenzó a las seis de la mañana y no terminó hasta que se puso el sol. Al inicio de la noche, regresamos a la casa que da a la plaza Igreja Matriz, el punto central de la ciudad, y llegó el momento de la interacción con los vecinos, cuando pudimos hablar de la importancia de los meteoritos y la astronomía en general.
Para quienes encuentran fragmentos, destacamos la importancia de contactar con los investigadores antes de comercializarlos. Hay comerciantes que devalúan el material y crean presión para que la persona lo venda a un precio muy por debajo del valor real.
Como ya he dicho aquí, hace poco un meteorito marciano cayó en Socorro, también en Pernambuco, y fue llevado a Estados Unidos sin que los investigadores brasileños tuvieran la oportunidad de estudiarlo. Se cree que ese meteorito se vendió por aproximadamente 20 mil reales, habiendo sido revendido por 800 mil dólares. Si la persona que encontró este meteorito se lo hubiera mostrado a uno de nosotros, oa cualquier investigador experto en rocas, la pieza no se habría vendido a precio de ganga. Debemos evitar que suceda lo mismo con otros fragmentos que los cielos nos presenten en el futuro.
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Diana Andrade es investigadora del Laboratorio de Análisis de Materiales Espaciales (LAMEsp) del Observatorio Valongo / UFRJ.
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Fuente: uol.com.br