«La evidencia arqueológica más antigua conocida de momificación artificial de cuerpos», según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), está presente en América del Sur, en la árida costa del desierto de Atacama.
Hace más de 7.000 años, esta región estaba habitada por una sociedad de cazadores-recolectores en la que los muertos eran de gran importancia. Las hábiles técnicas de momificación de la cultura chinchorro se remontan a 2.000 años antes de los egipcios.
El valor fue reconocido por la Unesco, que incluyó, a fines de julio de 2021, sus momias y el área que guarda sus hallazgos arqueológicos en la Lista del Patrimonio Mundial.
una sociedad de pescadores
La cultura chinchorro habitó la región comprendida entre los puertos de Ilo, en Perú, y Antofagasta, en Chile.
A pesar de ser muy árida, la zona contó con abundantes recursos marinos debido a los efectos de la corriente fría de Humboldt, que crea un fenómeno llamado surgencia en el océano, y los diversos arroyos que lo atraviesan para descargar al mar.
Así, el chinchorro se especializó en la exploración de recursos marinos e incluso desarrolló varias herramientas para facilitar la actividad pesquera, como un anzuelo elaborado con espinas de cactus y puntas de arpón.
La descripción que hace la Unesco también habla de «herramientas hechas con materiales de origen mineral y vegetal, así como instrumentos simples hechos de huesos y conchas».
Información del Museo Chileno de Arte Precolombino revela que «a partir de tumores encontrados en los oídos de las momias de la época, se sabe que se sumergieron a grandes profundidades».
Sus habilidades de pesca les permitieron construir asentamientos semipermanentes en las desembocaduras de ríos y arroyos de la zona.
Aunque hay poca información sobre cómo se organizaron, existe evidencia de que se reunieron en grupos de 30 a 50 personas que aparentemente tenían algún parentesco familiar.
Cómo el chinchorro momificó a los muertos
Según información de la Universidad de Tarapacá, en Chile, que viene liderando la investigación y conservación del cultivo chinchorro, el proceso de momificación consistió en extraer los órganos y vísceras de los muertos mediante incisiones y reemplazarlos por vegetales, plumas, trozos de cuero, lana y otros materiales.
También se extrajo el cuero cabelludo y la piel de la cara, y se abrió el cráneo para extraer el cerebro; una vez que estuvo seco, se llenó de ceniza, tierra, arcilla y pelo de animal.
Finalmente, se modeló el rostro, que se adornó con una peluca confeccionada con cabello humano. El cuerpo estaba vestido con tela vegetal y cubierto con una capa de arcilla.
Aunque en un principio el chinchorro momificaba solo a recién nacidos y niños —que se conservaban con figuritas de barro—, en su apogeo, hacia el 3000 aC, incluso momificaron a todo tipo de miembros de la sociedad, independientemente de su edad.
Diferentes tipos de momias.
También según la Universidad de Tarapacá, hasta el momento se han analizado 208 momias. El estudio de la muestra reveló que las técnicas de embalsamamiento utilizadas por estas personas variaron a lo largo del tiempo y se simplificaron en las etapas finales, al contrario de lo que sucedió con los egipcios, quienes se volvieron más sofisticados en sus técnicas.
Hay momias negras, cubiertas de óxido de manganeso; momias rojas, pintadas con óxido de hierro; y momias vendadas. Entre los puntos en común que comparten se encuentran la peluca, una mascarilla y palos para fortalecer el cuerpo.
“La cultura chinchorro consideraba a sus momias como parte del mundo de los vivos, lo que explica por qué dejaban los ojos y la boca abiertos y usaban camillas, hechas de fibra vegetal o piel animal, para transportarlas”, dice la Universidad de Tarapacá.
Avanzadas técnicas de embalsamamiento, ayudadas por las condiciones climáticas del desierto y el ambiente salino de Atacama, llevaron a la preservación de alrededor de 120 momias que ahora se encuentran en la colección del Museo Arqueológico de San Miguel de Azapa, en Chile.
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