Puede sonar paradójico, pero inflación de estados unidos se ha convertido en uno de los «dadores de oxígeno» para las finanzas argentinas: cuanto más suben los precios en el mundo, medidos en dólares, más oculta el problema crónico del retraso cambiario que ocurre en Argentina por el hecho de que la devaluación corre detrás de la inflación.
El discurso del Gobierno acusa a la inflación internacional como una de las causas de los males del país, porque significa un alza en los precios de los productos que importa la Argentina, combustibles en particularcuya cuenta ya asciende a US$ 2 mil millones por mes y ya representa una cuarta parte de las importaciones totales. Ese argumento es correcto, y de hecho tiene a los gobiernos de todos los países involucrados, que desde el estallido de la guerra en ucrania ven el alza en el precio de las materias primas como uno de los temas más preocupantes de la nueva agenda.
Así ayuda la inflación en EEUU a bajar la tensión por el dólar
Pero, en el caso argentino, que tiene una inflación crónica provocada por problemas internos, el hecho de que aumentar la inflación internacional implica un consuelo: de alguna manera, es como si la inflación internacional hiciera el «trabajo sucio» de devaluar a la Argentina, disfrazando sus distorsiones internas.
La inflación en Estados Unidos juega a favor del ministro Batakis
Esto se acaba de ver claramente con los últimos datos de inflación de junio publicados por el Indec. Marcó 5,3%, en un mes en que el Banco Central permitió que la cotización del dólar retrocediera 4,2%. Esto hubiera implicado un recrudecimiento del retraso cambiario, pues significa que en el mes hubo una «inflación en dólares» del 1%.
Pero claro, en junio los precios en Estados Unidos también aumentaron un 1,4% sin precedentes, lo que significa que los precios en la economía argentina, medidos en dólares, incluso tuvieron una ligera gota en la comparación internacional.
En cualquier caso, todavía no es suficiente para disipar los temores de quienes ven una vocación de usar la clásica herramienta de «anclaje de intercambio» como una forma de frenar la subida de precios. En la primera mitad del año, la inflación acumulada fue de 36,2%, mientras que el dólar oficial aumentó 22%. En otras palabras, esto significa que los precios en la economía argentina subieron un 12% en dólares.
Y es una situación que contradice el compromiso asumido con el Fondo Monetario Internacional que, en el acuerdo firmado el pasado verano por Martín Guzmán y Miguel Pesceestableció que Argentina mantendría el tipo de cambio real vigente en diciembre del año pasado.
Nuevamente, lo que mitiga este fracaso es el hecho de que en lo que va del año, la inflación en Estados Unidos fue de 6.3%. Esto significa que, en términos comparativos, la aumento de costos argentinos ha sido del 5% hasta junio, y del 15% en los últimos 12 meses.
El mundo se sorprendió por el salto de la inflación en EE.UU., que tras el 1,4% registrado en junio se sitúa ahora en el 9,1% anual
Dólar: tensiones que se acumulan
La «inflación en dólares» siempre ha sido relevante para el país, porque es uno de los termómetros sobre qué tan cerca está el riesgo de una fuerte devaluación. La historia reciente muestra que cada vez que el país ha sucumbido a la tentación de “planchar” el tipo de cambio como estrategia para frenar la inflación, esto ha generado distorsiones que han llevado a crisis cambiarias.
Y es una situación que no conoce ideologías ni colores partidistas. Ocurrió en enero de 2014. al entonces ministro Axel Kicillof -como recordó recientemente el expresidente cristina kirchner en uno de sus discursos públicos donde se centró en el problema de la «economía bimonetaria»-. Pero también le pasó a la gestión macrista, que sufrió la fuga del dólar en 2018 aún con los dólares que le prestó el Fondo Monetario para calmar -sin mucho éxito- un nervioso mercado.
Y lo preocupante es que cada devaluación se produjo después de periodos en los que acumuló inflación del dólar de más de dos dígitos. Es decir, algo similar a lo que ha sucedido en los últimos dos años.
Es cierto que hoy no está presente uno de los componentes clásicos de las devaluaciones, que es la persistencia de una déficit de la cuenta actual -la que mide la diferencia entre los dólares que entran y los que salen de la economía-. Pero esta no es una situación que tranquilice a los economistas, ya que la tendencia de las salidas de capital y la contracción de la balanza comercial cobra fuerza.
Y, de paso, la presión sobre las reservas del Banco Central y la ampliación de la brecha cambiaria -que con la ultima escapada de la «azul» ya ronda el 118%– se interpretan como síntomas de inestabilidad en el tipo de cambio.
Los economistas están notando otro efecto clásico del rezago cambiario, que es distorsión de precios relativos: No todos los bienes y servicios aumentan en la misma medida, y algunos incluso bajaron de precio.
Un informe de la Fundación Mediterránea muestra cómo en los últimos dos años, medidos al tipo de cambio oficial, los automóviles subieron un 99%, las prendas de vestir un 73%, los televisores un 51%, los billetes de avión un 45%, mientras que el rubro más sensible a nivel social -los alimentos- subió un 37%. % en dolares.
Por el contrario, los servicios públicos cayeron: 36% por el precio del gas, 39% por la electricidad y 58% por el agua, medido en moneda estadounidense.
¿Seguirá siendo «cómodo» el tipo de cambio?
No por casualidad, la definición más esperada por el mercado tras el nombramiento de Silvina Batakis en el Ministerio de Economía fue si se consideraba necesaria una corrección del tipo de cambio oficial, argumento que venían defendiendo influyentes economistas.
Y el hecho de que la ministra ha declarado que «se siente cómoda» con el tipo de cambio actual fue decodificado por el mercado como el atraso cambiario acumulado en el año no será corregido. Es decir, el dólar con el que se siente cómodo el ministro es el de hoy y no el de diciembre de 2021, que era el que había pedido el FMI.
Miguel Pesce y Silvina Batakis: la dupla que dirige la economía tendrá que elegir entre «anclar» el dólar a moderar la inflación o acelerar el «crawling peg» para no retrasar el tipo de cambio
De corregirse este retraso, el dólar oficial tendría que dar un salto de seis pesos para ubicarse en $133 en el mercado mayorista y $141 en los bancos. Pero Batakis dejó claro que eso no sucederá.
En cambio, lo que no está tan claro es si, de cara al futuro, el ritmo de devaluación -el «crawling peg», en la jerga de la ciudad- se acelerará, buscando que el dólar y los precios evolucionen a la par. O si, por el contrario, se profundiza el retraso cambiario al utilizar el dólar como ancla de la inflación.
El regreso del viejo dilema
los Deslizamiento del tipo de cambio que validó el Banco Central en junio podría dar la pista de que realmente hay una intención de no agrave la inflación en dólares. Y, de hecho, el mes pasado, con la ayuda de la inflación estadounidense, la economía argentina se mantuvo competitiva.
Es todo un cambio respecto a la línea que se había mantenido a principios de año, cuando por cada dos puntos de inflación sólo había un punto de devaluación. Y ni hablar de 2021, cuando la proporción había sido de tres a uno.
Pero hay dudas sobre lo que sucederá en los próximos meses, especialmente si, como temen varios economistas, el índice de precios al consumidor podría llegar al 8% en julio. Aun suponiendo que la «ayuda» de la alta inflación en Estados Unidos vuelva a estar presente, el Banco Central debería dejar que el dólar se deslice un 7% en el mes para no agravar la demora cambiaria.
Es una alternativa que hoy todos descartan, porque existe el convencimiento de que una aceleración brusca del ritmo devaluatorio tendría un efecto de contagio sobre el resto de precios de la economía.
Contrariamente a la cautela de los funcionarios, varios sectores han venido reclamando una subida más acelerada del tipo de cambio, como forma de corregir las distorsiones actuales. Con un tipo oficial corriendo más rápido, habría una mayor incentivo a la liquidación de la producción agrícola retenidos en los silobolsas -consultoras estiman que la cosecha queda por vender en más de US$9.000 millones- y también habría un factor que ayudaría a combatir la práctica de las «importaciones preventivas» para acumular stock.
Los mercados, atentos a la inflación estadounidense, que puede atenuar el proceso de retraso cambiario que muestra la economía argentina
Pero el temor de los funcionarios es que, en un contexto de alta inflación, cualquier aceleración de la tasa de devaluación podría agravar la dinámica de los precios. Es la estrategia que está detrás de la fuerte intervención que tuvo el Banco Central en los mercados de futuros, donde intervino con fuerza para desarmar las expectativas de una inexorable suba del dólar oficial.
Con las proyecciones de inflación corregidas al alza por todos los economistas -que prevén un IPC superior al 7% para julio, y un promedio de nada menos que 4,5% hasta fin de año-, el segundo semestre acumularía un 33%. Para que no haya atraso en el tipo de cambio, el Banco Central tendría que subir su tasa de «crawling peg» a un promedio de 5% anual.
Aquí es donde surge el clásico dilema: Pesce se verá obligado a elegir si favorecer la ayuda para calmar la inflación -para lo cual debe bajar la tasa de devaluación- o si honrará la promesa con el FMI y mantendrá el tipo de cambio real que hace sentir cómodo al Ministro Batakis -para lo cual deberá acelerar la subida del billete verde-.
Los incentivos políticos hoy parecen volcados a favor de la primera alternativa. Es decir, en el segundo semestre. la devaluación vuelve a correr por detrás de los precios y el rezago cambiario se amplía nuevamente. Y, paradójicamente, el factor que puede ayudar será Inflación de EE. UU.: si vuelve a un nivel superior al 6%, como sucedió en el primer semestre, entonces le bastaría a Pesce para mantener la devaluación a una velocidad de crucero del 4%.
Pero, por otro lado, si en el país del norte se cumplen las promesas de medidas drásticas con alzas sin precedentes en las tasas de interés, las facilidades para usar el ancla cambiaria serán menores, y una vez más la «inflación en dólares» aparecerá peligrosa. síntoma de un ajuste en el horizonte.
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Fuente: iprofesional.com