Por un punto del déficit, nadie cree que Argentina vaya a default en marzo. Ni que el FMI posibilite este trauma económico, la quiebra de un país. Una diferencia de estas características se negocia, se puede fraccionar, postergar su cumplimiento. Varias variantes para llegar a un acuerdo ligero, con una duración de dos años y quizás una carta celosa del contrato para que no se incumpla el compromiso. Siempre que sea cierto, como ha desvelado el Gobierno, que la única discrepancia en la negociación es sólo un punto del déficit. Sin embargo, hay otros elementos complicados que no se mencionan y añaden suspenso al pleito con el organismo internacional: desde una fuerte reducción de la brecha cambiaria (es decir, la necesidad de devaluar), hasta la forma de financiar esa discutible pendiente. del déficit, ya que el crecimiento de la deuda interna también entra en cuidados intensivos para solucionarlo. Como ninguna de las partes tiene prisa, tal vez llegue al punto en que la Argentina no cumpla con sus obligaciones en marzo, el director del FMI envía una carta 15 días después de la fecha señalada diciendo que el olvido, pasa otro mes y escribe de nuevo. recordando la factura no satisfecha. Formalidades. La cuestión es durar.
Mientras tanto, los Fernández viajan, piden ayuda, entierran la idea de que Rusia —un país con exceso de reservas (630 mil millones de dólares)— transfiera una parte de su excedente en Degs a favor de Argentina (un asiento contable), alternativa que no prosperar y fue sugerido por Sergio Chodos a su jefe Guzmán. Otro atajo se abrió con la siguiente parada, tras el viaje de Alberto a Rusia y China, en Barbados, una isla caribeña que tuvo un encontronazo con el FMI en la década de los 80, de la que el Gobierno argentino pretende sacar algún beneficio histórico para sus negociaciones. Lo recibe la reelegida Mia Mottley, encargada del gobierno quien, por razones de edad, poco debe saber de aquellos episodios de repudio y conflictos de deuda. Desde China, un gigante que no es reticente a las ayudas económicas que siempre ha demandado el kirchnerismo —recordemos que Néstor planeaba reemplazar el cuadro de San Martín por el suyo como dirigente nacional gracias a un préstamo que le iba a otorgar Pekín—, ya Sé lo que declaró Vaca Narvaja, el embajador en aquella tierra, casi un oriental como vocero. Dijo: «Para la Argentina es fundamental estar de acuerdo con el FMI». Por lo tanto, el presidente Alberto solo tiene que aprender a escribir su apellido en el sistema de escritura chino: 费尔南德斯. Puede ser un bonito recuerdo escrito en un pergamino.
Por supuesto, los dilemas económicos de la negociación se mezclan con los políticos, con una Cristina que dice “Argentina siempre pagó”, pero no expresa que vaya a pagar ahora. Como una mujer del siglo pasado, afirma: “Quiero, pero no puedo”. Como si la religión o el mandato familiar lo impidieran. Alberto es también una duda metódica y, como se sabe, Guzmán trabaja de acuerdo al clima reinante entre un departamento de Recoleta y la Casa Rosada, casi nunca propicio: un día sale en traje de baño, otro con paraguas. Al mismo tiempo, en el FMI se recogen actitudes más intransigentes y advertencias: arréglalo ahora, después será peor. Asesoramiento no solo para Argentina. Los nuevos integrantes de la línea administrativa de la organización (el brasileño y uno de Harvard) y algunos integrantes del directorio que la lidera, con países como Alemania, Japón y Holanda, también están hoscos. Piden un plan sustentable cuando Lavagna nunca lo reivindicó cuando era ministro. O debe ser por eso. En cuanto a la influencia clave de EE. UU., hay que reconocer que Joe Biden se ve superado por la inflación en su tierra natal y sus desencuentros con Putin. No es mirar al patio trasero.
Por si fuera poco, este mes comienzan las sesiones extraordinarias en el Congreso y, por Diputados, llueve la lista de proyectos a favor de más gasto, contrario a las exigencias del FMI. La fiesta sin fin del Legislativo, maníacos contra la austeridad, con la promoción de los hidrocarburos, los biocombustibles, los autos eléctricos, los autos comunes… O un plan de 50 millones de dólares para deportes náuticos en Entre Ríos, rotondas, circunvalaciones, obras de magnitud o menos. De todo. Pedidos insólitos como el de un legislador bonaerense de Rodríguez Larreta avalando ventajas para el interés nacional de la explotación de carbón en el sur o la iniciativa de crear el área marina bentónica protegida «Blue Hole», de la que un periodista improvisado carece por ahora de información. Otro mundo, otra vida. Lejos: ni se les ocurre que este año tendrán que importar más gasolina y que el aumento puede pasar de 8 a 30. Un poco menos que en la maltrecha Ucrania. Por alguna razón, la Comisión de Presupuesto y Finanzas ignora la crisis internacional, el paro forzoso; o explicar la razón por la que no permitieron la entrada de algunos economistas que llegaron a ser legisladores (López Murphy).
Tienen, por supuesto, otras cuestiones fundamentales además de sus propios intereses: por ejemplo, el jefe de la bancada oficialista, Máximo Kirchner, pretende suspender las elecciones en el justicialismo bonaerense, no sea que lo sustituya un atrevido sin pelaje aristocrático o tradición familiar en elecciones libres. El terror de la burocracia política, especialmente del peronismo, han sido las elecciones internas. También ahora para La Cámpora parece un castigo. De ahí que sea necesario empezar a reunir intendentes para el aplazamiento, primero, y para una posterior asamblea en el territorio. Como se lee: para suplicar benevolencia a los despreciables barones de los arrabales que son los que le van a salvar la vida, al menos a Máximo. Y a través de Martín Insaurralde. Un final que no previeron algunos militantes, como el ministro Larroque que aspiraba a suceder a Kicillof. Lo más cercano que parece tener es un viaje a una isla en México, como su ex cuñada de luna de miel, Luana Volnovich.
* Para www.perfil.com
Fuente: diariocordoba.com.ar