Los aumentos en productos básicos reavivan alertas y presionan sobre el bolsillo familiar.
El alivio duró poco. En las últimas semanas, los precios de los alimentos volvieron a mostrar señales de aceleración y encendieron una luz amarilla en supermercados, almacenes y hogares de todo el país. Carnes, lácteos y productos de almacén registraron subas que ya se sienten en la caja y vuelven a tensionar el ánimo social.
El dato inquieta porque llega en un momento sensible: salarios ajustados, consumo retraído y una expectativa generalizada de estabilidad que empieza a resquebrajarse.
Qué productos están subiendo más
Según relevamientos privados realizados en Buenos Aires y el interior, los mayores incrementos se dieron en cortes de carne vacuna, pollo, quesos y aceites. También hubo ajustes en harinas, fideos y productos enlatados, que suelen ser refugio en épocas de ajuste.
“No son aumentos de un día, son remarcaciones constantes”, explicó el encargado de un supermercado barrial de La Plata. En muchos casos, los proveedores avisaron que los cambios responden a subas en costos logísticos y materias primas.
El impacto no distingue zonas: se repite en el conurbano, en Rosario, Córdoba y ciudades medianas del interior.
Por qué vuelven a subir los precios
Economistas señalan una combinación de factores. Por un lado, el traslado de costos acumulados de meses anteriores. Por otro, la expectativa inflacionaria que reaparece cada vez que hay movimientos en el dólar, cambios en tarifas o ajustes en combustibles.
“La inflación baja cuando hay previsibilidad. Cuando eso se pierde, los precios reaccionan rápido”, explicó un analista de una consultora económica porteña.
También influye la estacionalidad y la menor oferta en algunos productos frescos, algo que suele sentirse con fuerza en esta época del año.
El efecto en el consumo cotidiano
El consumo masivo sigue mostrando señales de debilidad. Familias que comparan más, cambian marcas o directamente eliminan productos del changuito. Comerciantes coinciden en que la venta se sostiene, pero con tickets más chicos.
En barrios del sur de la Ciudad de Buenos Aires y del conurbano, almaceneros contaron que muchos clientes “compran día a día” para evitar sorpresas. La previsión mensual quedó en el pasado.
“Antes llenaban el carrito una vez por semana. Ahora vienen más seguido, pero gastan menos”, describió una comerciante de Avellaneda.
La presión sobre salarios y paritarias
La suba de alimentos tiene un efecto inmediato en las negociaciones salariales. Gremios que habían cerrado acuerdos hace pocas semanas ya miran con preocupación los nuevos números.
Sectores como comercio, alimentación y metalúrgicos siguen de cerca la evolución de precios, conscientes de que la comida explica gran parte del gasto mensual de los trabajadores.
“Si los alimentos vuelven a dispararse, los acuerdos quedan viejos muy rápido”, admitió un dirigente sindical con experiencia en paritarias.
Qué mira el Gobierno
Desde el área económica aseguran que la inflación sigue un camino descendente y que estos movimientos no implican un cambio de tendencia. Sin embargo, reconocen que los alimentos son el rubro más sensible y el que más impacta en la percepción social.
El desafío es doble: sostener la desaceleración general y evitar que los aumentos en productos básicos erosionen el clima de calma que el Gobierno busca consolidar.
Por ahora, no se anuncian medidas puntuales, aunque el monitoreo es permanente.
Un termómetro social que no falla
En Argentina, la inflación de los alimentos funciona como un termómetro inmediato del humor social. Puede haber estabilidad en otros indicadores, pero si el precio de la comida sube, la sensación de crisis reaparece.
Las próximas semanas serán clave para saber si se trata de un rebote puntual o del inicio de una nueva presión inflacionaria. Mientras tanto, la pregunta se repite en cada góndola y en cada casa: ¿alcanza?
