En una fallida demostración de fuerza, Alberto Fernández se defendió de los ataques de Cristina Kirchner y dijo que “el poder no pasa por la pluma”.
La reunión, antes de que comenzara el acto en el cuarto piso de la CGT, duró unos 30 minutos. Rápidamente, todos los que participaban en la reunión, excepto el Presidente y la dirección del sindicato de trabajadores, bajaron las escaleras en fila india. Fue en el segundo piso, frente al museo Eva Perón, que una figura hizo que Gustavo Beliz se alejara del resto. Un hombre de fe, el secretario de Asuntos Estratégicos, jugaba y rezaba frente a San Cayetano, patrón del trabajo y del pan. A pesar de los rezos, no hubo ayuda divina, y menos del peronismo, para acudir al rescate de Alberto Fernández.
El plan ideado por el jefe de Estado y Héctor Daer, uno de los sacerdotes del gremio, de aprovechar los 48 años de la muerte de Juan Domingo Perón para dar una señal de fortaleza interna quedó a medias.
Solo cinco gobernadores –dos de los cuales responden a Cristina Kirchner–, una CGT incompleta y un puñado de alcaldes (Fernando Espinoza y Julio Zamora, entre otros) acompañaron al Presidente, quien una vez más dejó claro que no abandonará el camino que decidió. en. Un camino que incluye al ministro de Economía, Martín Guzmán, como copiloto principal, presente en la mítica sala Felipe Vallese. Un claro gesto de apoyo en medio de una ola de rumores de cambios.
Tras un extenso repaso histórico de la vida del expresidente, el mandatario ratificó sus diferencias con la vicepresidenta y se defendió de los cuestionamientos. “El poder no pasa por la pluma, sino por quien tiene el poder de convencer. A Perón nunca le hizo falta un bolígrafo”, dijo Fernández ante la mirada atenta del gobernador bonaerense, Axel Kicillof, que seguía el discurso presidencial casi sin gesticular.
La presentación del Presidente se produjo menos de 24 horas después de un nuevo discurso de Cristina Kirchner. La expresidenta hablará mañana, desde Ensenada, desde donde, según fuentes oficiales, volverá a marcar las diferencias con la política económica y reforzará los cuestionamientos sobre quienes lideran ese equipo.
Ese clima de guerra interna fue la principal razón por la que el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, faltó a la cita en la CGT -en medio de un sinfín de rumores sobre su posible llegada al gabinete- y el ministro de Desarrollo Productivo, Daniel Scioli, dos de los que aspiran a recibir el nuevo pulgar del vicio.
El Presidente, frente a Emilio Pérsico (Movimiento Evita) y Daniel Menéndez (Barrios de Pie) -ambos funcionarios del Ministerio de Desarrollo Social-, reivindicó a los líderes sociales que habían sido blanco de las críticas de Cristina Kirchner por la supuesta gestión irregular de planes sociales. Es probable que en las próximas semanas se cree el Ministerio de Economía Popular, dijeron a LA NACION fuentes oficiales.
“Cuando digo primero los últimos, digo primero la gente, la producción, apoyar a los que invierten y no especulan, a los que dan trabajo, a los que están en situación de pobreza, reconozcan que hay una economía naciente, no conocida hasta hoy, que es la economía popular, y que hay que darle vida porque si no la vamos a dejar de lado”, dijo el mandatario.
Y agregó: “Esto no es una discusión de planes sociales, es una realidad. Es un mundo que, así como vivió la revolución industrial que trajo muchas crisis, la revolución digital está trayendo nuevas crisis y tenemos que enfrentarlas. Y la forma de atenderlos no es abandonando a los que está dejando fuera esta revolución. Y abrazarlos es reconocerlos como actores de la sociedad que son”.
Además de Kicillof y Capitanich, hubo un tercer enviado de Cristina Kirchner: el ministro del Interior, Wado de Pedro, quien siguió el discurso entre el canciller Santiago Cafiero y el ministro de Turismo, Matías Lammens.
El Presidente estuvo acompañado por parte de su gabinete y por cinco de los gobernadores peronistas. Aunque oficialmente se había anunciado la presencia de nueve mandatarios provinciales, se trataba de Kicillof, Jorge Capitanich (Chaco), Ricardo Quintela (La Rioja), Raúl Jalil (Catamarca) y Osvaldo Jaldo (Tucumán).
El Presidente compartió escenario con Daer y Carlos Acuña, por dos de los tres titulares de la CGT; Pablo Moyano, el otro miembro del triunvirato, faltó a la cita. Sí, en cambio, estaba su padre, el líder camionero, Hugo Moyano.
Nada más entrar, el Presidente subió al cuarto piso de Azopardo, donde habitualmente se realizan las reuniones de la junta directiva, lugar donde lo esperaba la cúpula de la CGT y los gobernadores. Allí, Fernández hizo un breve repaso a la situación del país. Tras ello, bajó a la legendaria sala donde recibió un recibimiento con un ambiente acorde a la situación. Solo el bombo del acero inoxidable de Tula levantó por momentos al público asistente, que le brindó un puñado de aplausos al Presidente.
Ahora el terreno estaba despejado para la vicepresidenta y su palabra. La comparación será inevitable y las consecuencias, como sucedió en las últimas presentaciones, inevitables.
Por Santiago Dapelo para La Nación
Fuente: diariocordoba.com.ar