En la decisión más audaz de la NASA desde el lanzamiento del proyecto Apollo en la década de 1960, la agencia espacial estadounidense seleccionó el viernes (16) el vehículo Starship de la compañía SpaceX para proporcionar transporte a los astronautas a la superficie de la Luna en su programa Artemis. Con eso, ir a la Luna se convirtió en un atrevido “todo o nada”.
Otras dos propuestas fueron rechazadas, una por Blue Origin (empresa propiedad de Jeff Bezos, dueño de Amazon, apoyada por pesos pesados como Lockheed Martin y Northrop Grumman) y otra por Dynetics (en sociedad con Sierra Nevada). El de SpaceX era, como de costumbre, el más barato y menos convencional, con un vehículo de aterrizaje y despegue en la luna de una sola etapa.
Según el contrato, la compañía deberá realizar dos vuelos: una prueba completa del sistema Starship para aterrizaje, sin tripulación, y el primer vuelo de demostración tripulado. Cuando se formuló la propuesta, el primer aterrizaje de astronautas en la Luna sería en 2024, pero la NASA está revisando el programa y es poco probable que se mantenga la fecha, aunque lo imposible solo se ha vuelto improbable con la apuesta por SpaceX.
Esto se debe a que la compañía ya está relativamente avanzada en el desarrollo de Starship, con la expectativa de realizar la primera prueba orbital a finales de este año. Por otro lado, es un proyecto extremadamente innovador (y por lo tanto arriesgado). El hecho de que la NASA lo haya elegido es un tremendo voto de confianza.
El valor del contrato, 2.900 millones de dólares, es una ganga. Compare esto con el gasto de la NASA en su propio cohete de alta capacidad, el SLS, y su cápsula de vuelo lunar, Orion: en solo un año, la agencia gasta esa cantidad, y el desarrollo se ha prolongado durante más de una década. An Orion incluso ha hecho un solo vuelo, y SLS aún tiene que hacer su primer lanzamiento, algo que podría suceder este año.
Inicialmente, la NASA tiene la intención de mantener toda esta arquitectura en pie. El aterrizaje lunar implica que la nave estelar se lance a la órbita terrestre, se reabastezca de combustible en el espacio y luego parta a la órbita lunar. Allí sería emparejado con un Orion, lanzado por un SLS, con la tripulación, que descendería a la superficie de la Luna en la nave estelar y con él ascendería a un nuevo encuentro con Orion, que los llevaría de regreso a la Tierra.
Ahora, nadie puede olvidar que SpaceX ha planeado que la nave estelar deje la Tierra ya tripulada y pueda regresar en esa condición. En otras palabras, si el sistema se vuelve confiable, el costoso par SLS-Orion perderá su función. Y también vale la pena recordar que el Starship fue diseñado por la compañía de Elon Musk para promover la futura colonización de Marte, algo que SLS y Orion nunca podrían hacer.
En esencia, la NASA financiará la maduración de un vehículo reutilizable de bajo costo que podría abrir la puerta a ocupar el Sistema Solar. O perderá la luna, sin posibilidad de aterrizar allí en los próximos años. Pura audacia.
Esta columna se publica los lunes en Brasil Corrida.
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