La duda sobre la relación entre ambos fue el denominador común de la política cordobesa en la última década. Desde el desembarco nacional de Mauricio Macri en 2013 con escala en el Mediterráneo que tuvo dentro de ese grupo -paradójicamente- a quien hoy es el vicealcalde electo completando una fórmula peronista: Javier Pretto; hasta la destitución del PJ de Córdoba en el balotaje de 2015; el polémico balotaje corto de 2019 y (volviendo al inicio de esta frase) la asamblea provincial y municipal de 2023.
En distintos momentos de esta década, el vínculo entre el gobernador Juan Schiaretti y el expresidente Macri fue uno de los principales enigmas del microclima mediterráneo. Cuando hablaron, cuando no lo hicieron; elogios y críticas; los reclamos y celos expuestos hace unos meses por el acercamiento del Córdoba a Rodríguez Larreta y la respuesta casi tóxica de Macri elogiando a Luis Juez. Todo. Las conversaciones directas y aquellas en las que utilizaron intermediarios. Siempre, el hilo rojo entre uno y otro marcó el ritmo de la política cordobesa.
Recientemente, la decisión de Macri de poner en riesgo a la dinastía del PJ en El Panal, como la intención de Schiaretti de portar carnet de socio en el Club de Amigos que integran el PRO y la UCR, los alteró en el complejo escenario de los tres tercios.
El gobernador hace meses, incluso antes de la cobertura mediática que hizo de la teoría de CFK en C5N, le confió a su mesa chica que ésta estaba dividida en tres: la extrema derecha, un espacio de centro y el kirchnerismo residual con Sergio Massa adentro. Y en la primera tanda, en todo momento colocó a Macri con Javier Milei; mucho más ahora, pese a los esfuerzos del fundador del PRO por imponer su apoyo a Patricia Bullrich.
Sin embargo, el contexto se volvió más complejo para ambos. De tal manera que por mucho que se haga lo posible por fortalecer la candidatura de la mujer halcón que entró en la trampa hasta cambiar su plumaje al de paloma; y el otro siguió creyendo en su propia postulación para salir de la grieta, ambos permanecieron en el laberinto.
Y en el fondo lo único que comparten es la dispensación. Razones suficientes para preocupar/enojar a los suyos y causar un impacto directo en la canasta libertaria. A su manera, con sus argumentos, sus convicciones y hasta sus necesidades, hoy Macri y Schiaretti están unidos por lo que generan en sus espacios y por compartir un enemigo: el kirchnerismo. O masa. O ambos. La única certeza entre ambos, el único objetivo común, es la imperiosa necesidad de acabar con el PJ K.
Cortar cualquier posibilidad de una nueva fase, mutación o metamorfosis que genere una brecha y ponga a Massa en una segunda vuelta.
La versión epidérmica, para el schiarettismo, será intentar salir de la grieta; Capas abajo, rascándose un poco, el objetivo es no bajar del 18% en Córdoba que pone en riesgo las dos bancas de Diputados. Mientras tanto, el peronismo en Córdoba, tanto en el interior como en la Capital, muy cerca del Panal y del Palacio 6 de Julio, se inquieta, mira de reojo, cuestiona la estrategia del consultor Guillermo Seita y acepta a regañadientes obedecer hasta octubre.
Juntos por el Cambio, por su parte, se enfrentó a una elección en la que literalmente está en juego hasta el nombre: porque pone en riesgo la unidad y la narrativa del cambio. Razón fundamental para que los aliados exijan también al líder definiciones más específicas; antes de que la orfandad los empuje a dar un portazo, lo que a muchos les resulta tentador.
Con información del Diario Alfil, en nota de Silva Gabriel.
Fuente: diariocordoba.com.ar