Hasta el cierre de las listas para las próximas elecciones, los obispos del presidente Alberto Fernández seguirán reivindicando su candidatura para 2023. Pero, en secreto, varios de ellos empiezan a admitir que su reelección, en un contexto económico que no es recogiendo, será de perfil complicado. Prácticamente el único motivo por el que sostienen un discurso esperanzador sobre la competitividad de su figura es para defender la gestión durante el año y medio que le queda. Mientras tanto, crece el clamor operativo en torno a la candidatura de Cristina Kirchner, y aunque su círculo íntimo niega estas intenciones, se encargan de mantener las expectativas.
Esta semana se cumple un mes desde que Alberto Fernández manifestó, por primera vez, y con todas las letras, que estaba decidido a competir por un segundo mandato. Aquella entrevista con El País de España le costó muy cara. Los propios y otros dentro del oficialismo le restaron apoyo, por acción -con críticas soterradas- u omisión -casi nadie salió a vitorearlo- y desde entonces el presidente relativizó sus intenciones, y no volvió a mencionarlas.
Sus colaboradores justifican este silencio con dos argumentos: que «falta mucho», y que el electorado no agradece las alusiones en este sentido en un momento económico desfavorable, atravesado por la inflación. En público, los ministros y legisladores que responden a la Casa Rosada suelen dar respuestas elusivas a las rigurosas preguntas de los periodistas sobre los planes de la candidatura del Presidente. Pero en privado admiten que hay una trampa. Si no defienden sus intenciones de competir, el Gobierno pierde expectativas y, por tanto, fuerza. Si las expresan con fuerza, reciben poco apoyo, lo que también las debilita.
Hoy hay pocos líderes dispuestos a seguir asociados (esta semana un funcionario dijo «pegados») a un gobierno con un altísimo nivel de imagen negativa. Y los ministros y secretarios del círculo presidencial prefieren usar una fórmula condicional. “Si es candidato, lo vamos a apoyar”, dicen, mientras dejan la puerta abierta a otras posibilidades. Sin embargo, por ahora el oficialismo no kirchnerista mantiene sus dudas a muy bajo volumen, y solo las admite con todas las letras en chats íntimos. Quieren lo contrario, dicen, pero la realidad se impone. “Si no decimos que va a la reelección, en dos meses lo llamarán a elecciones anticipadas”, dijo con preocupación un ministro que dialoga a diario con Alberto Fernández.
Hay quienes rumorean que el presidente ya le dijo a su nuevo ministro de producción, Daniel Scioli, que si no corre personalmente la próxima carrera, le dará su bendición. En el entorno del ex motonauta lo niegan, y en la Casa Rosada hay quienes señalan exactamente lo contrario: que Alberto está decidido, «naturalmente», a «ser él» y que no busca delfines. Señalan, a modo de ejemplo, que el jueves, en la ceremonia de juramentación de Scioli, el jefe de Estado mencionó a su antecesor, Matías Kulfas, y sumó al centro de la escena al nuevo titular de la AFI, Agustín Rossi, para rebajar su tono a la ceremonia de juramento del recién llegado. “Seguramente les está diciendo a todos que van a ser el plan B”, justificó un importante funcionario que conoce bien a Alberto Fernández.
Más allá de la figura del Presidente, en todo el arco del Frente de Todos comparten la misma preocupación por la cantidad de postulantes. “Si hay diez candidatos es porque no hay ninguno”, dijo con firmeza, en una charla íntima en su oficina, un alto funcionario del Gobierno. A nadie se le escapa que absolutamente todos los referentes con intenciones presidenciales tienen un muy bajo nivel de conocimiento ante la opinión pública, o bien, una imagen negativa demasiado alta. Un funcionario se preguntaba, esta semana, muy desanimado, qué era peor. Sobre todo porque en la oposición de Juntos por el Cambio, si bien el abanico de candidatos también es muy amplio y las peleas están a flor de piel entre el PRO, la UCR y la Coalición Cívica -y sus distintas ramas internas-, sus candidatos tratan con menores índices de desaprobación.
En el panorama electoral, muchos líderes del ala moderada albergan cierta esperanza de que Cristina Kirchner no vuelva a señalar con el dedo a la próxima candidata, sino que haya, en efecto, una «gran pasante», como pidió Alberto Fernández en el último Acto político multitudinario que los encontró juntos, en la Plaza de Mayo, en diciembre. Pero casi nadie cree que sea realmente factible. Al fin y al cabo, el kirchnerismo, aceptan, es el espacio del peronismo con mayor despliegue territorial en todo el país, especialmente en la zona conurbada más densamente poblada, donde también ostenta la mayoría de los votos propios.
“Todos los dirigentes, poco a poco, estamos de acuerdo con Cristina Kirchner. No porque quieran, sino porque no tienen otra opción”, dijo un funcionario nacional que pivota entre los diferentes espacios. Y colocó entre ellos al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa. Si bien desde 2019 el exalcalde de Tigre se ha posicionado en un punto intermedio entre ambos sectores, en la Casa Rosada dan por hecho que aspira a ser el designado por Cristina Kirchner para 2023 o 2027. En el kirchnerismo no lo hacen. lo descarto y hay quien alimenta esa versión, durante largos meses.
En el Gobierno, varias voces aseguran que el silencioso y enigmático jefe de gabinete, Juan Manzur, y el ministro de Vivienda, Jorge Ferraresi, también buscaron la bendición del vicepresidente, a pesar de que durante el último año -y más- había mostrado abierta identificación con Albert Fernández. “El problema de Alberto es que nunca formó el albertismo, no tiene territorio. El kirchnerismo sí”, dijo un diputado nacional que tiene línea directa con Alberto Fernández pero buena llegada, también, con el kirchnerismo y el masismo. De igual manera, muchos creen que los Ministros de Desarrollo Social, Juan Zabaleta; y Obras Públicas, Gabriel Katopodis, con base en Hurlingham y San Martín, son los más complicados, por su fuerte y continua alineación con Alberto Fernández. «Tarde o temprano van a tener que decidir qué hacer para no perder sus distritos por completo», analizó un experimentado dirigente bonaerense.
De hecho, hoy lunes, Ferraresi, alcalde de Avellaneda en excedencia, acogerá -junto a su delfín, el actual jefe municipal Alejo Chornobroff-, un pleno de la CTA de Hugo Yasky por el Día de la Bandera, donde ya confirmó asistencia Cristina Kirchner. Como ya adelantaron desde ambos espacios, Alberto Fernández no formará parte del juego, y encabezará un acto formal, como en cada fecha nacional desde que se distanciaron. Esta vez será en el CCK, donde juramentará a los de 4to grado, al igual que el año pasado en Olivos. Los horarios no coinciden, pero el Vicepresidente no estará en el acto oficial en la antigua Casa de Correos.
Se espera un discurso crítico de CFK en Avellaneda, especialmente sobre el manejo de la economía y las relaciones internacionales, que cortará el respiro que vivió la Casa Rosada hace unas semanas. En los últimos tiempos, luego de la última ola de cuestionamientos muy fuertes, el kirchnerismo disminuyó los niveles de confrontación. Esta semana, por ejemplo, aunque hubo muchos líderes importantes indignados por el trato del gobierno al avión venezolano-iraní, la primera plana decidió mantenerse al margen, sin opinar. También frenaron los dardos sobre la segmentación de tarifas, que se hizo días atrás, pese a que es una de las políticas que más les molesta. En la Casa Rosada perciben con preocupación esta reserva. Nadie puede decir exactamente qué lo está causando, pero no creen que la percepción haya cambiado y esperan el próximo golpe. Tal vez, mañana, durante el acto en el sur del conurbano.
Mientras tanto, crece el clamor operativo en torno a la posible candidatura de Cristina Kirchner, que comenzó hace dos meses cuando el exjefe de Gabinete de Axel Kicillof, Carlos Bianco, tiró la primera piedra en una entrevista. Esta semana se sumó a esa línea una figura de mayor peso, el jefe de la bancada de senadores del Frente de Todos, José Mayans, alineado con la Vicepresidenta, aunque con una buena interlocución con Alberto Fernández.
En el kirchnerismo no niegan públicamente esa posibilidad y, al mismo tiempo, la diluyen, siempre extraoficialmente. Altísimas fuentes vinculadas al Instituto Patria dijeron que es una «posibilidad muy seria» que la Vicepresidenta se postule, pero deslizaron que «depende de muchos factores». Uno de ellos está vinculado al panorama en la oposición. No es lo mismo enfrentar a un moderado como Horacio Rodríguez Larreta que enfrentar a Mauricio Macri, analizan, aunque se encargan de aclarar que una candidatura del expresidente no significa necesariamente que CFK también se presente. Al final -demás está decirlo- ella decidirá, pero en su entorno abrazan la esperanza de que lo haga.
En La Cámpora algunas voces son más cautelosas. “Los que hablan de Cristina como candidata están siendo más papistas que el Papa. Lo hacen para quedar bien con ella, pero no tienen un hecho político. Hoy es muy temprano”, dijo el vocero de un importante funcionario de la organización de Máximo Kirchner, quien consideró “contraproducente” a estas alturas la operación clamor. El ala kirchnerista más conservadora prefiere alimentar las intenciones electorales de todos, desde el gobernador del Chaco, Jorge Capitanich; el de San Juan, Sergio Uñac; el ministro del Interior, Eduardo Wado de Pedro, el nuevo jefe de Producción, Scioli, y el propio Presidente. Posteriormente, aseguran, el Vicepresidente decidirá quiénes competirán, en función de las posibilidades de cada uno -según las encuestas-; la configuración del escenario político respecto de la oposición; y la situación económica para el próximo año.
* Para www.infobae.com
Fuente: diariocordoba.com.ar