Nos aferramos a una ilusión y el día que se rompe en espejos informes nos sentimos huérfanos. ¿Dónde estaba ese mundo que nos dio tranquilidad, satisfacción? En Argentina sucedió decenas de veces. Quizás la más obvia fue la década de la convertibilidad. Una vez, incluso con 1 a 1, ya principios del nuevo siglo, un amigo economista me dijo que el peso se cotizaba con una devaluación del 40 o 50 por ciento en los mercados de futuros del exterior. Se lo contó a sus conocidos pero nadie le creyó: alarmista, le dijeron. Si incluso los candidatos de la oposición aseguraron que mantendrían la convertibilidad. Llegó la sorpresa y nadie entendió nada. Mis dolares? Al final, fueron pesos, hermano.
Eso no pudo pasar en Argentina. Pero en el fondo podría porque es un país bipolar. Mejor o peor, encontramos aburrido el término medio. Pasamos una y otra vez de políticas estatistas a ultraliberales con un desgaste sin fin. Chile era otra cosa. A diferencia de nosotros, un país sin pretensiones de liderar el universo pero racional desde su regreso a la democracia. Tranquilo, respetarnos sin cambiar lo esencial. El paraíso liberal. Hasta que también se resquebrajó en espejos informes: detrás de la apariencia había una gran sed de un país más igualitario. Y eso se tradujo en una convención constituyente que ganó la izquierda pero en una futura elección presidencial en la que el ranking de las encuestas lo encabeza un candidato de extrema derecha.
Los países te dan sorpresas, diría Rubén Blades. Si bien estas sorpresas se están erosionando porque implican vivir a trompicones, también tienen un no sé qué positivo. Demuestran que las personas no están anestesiadas, aunque a veces lo parezca. Y las crisis sirven, aunque dolorosas, darse cuenta de que habían vivido en una nube y que es hora de poner los pies en la Tierra, quizás la única forma de construir algo más lento pero sin duda sólido, sin peligro de derrumbe.
Algo que añadir: es cierto que las caídas argentinas son demasiado duras. Pero espero que se mantenga la capacidad de transformación, que no desaparezca la esperanza de ser diferente. Eso sí, de una forma menos brusca para que no envejezcamos diez años en uno. Será apreciado.
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Fuente: Clarin.com