El fin de semana pasado, más de 160.000 opositores a la obligación de las vacunas contra el coronavirus o al pase sanitario se manifestaron en Francia. Otros tantos salieron a las calles en Italia y también en Australia, en rechazo a medidas similares.
Con una serie de argumentos que prácticamente no tienen base científica y bajo el reclamo de «libertad», se enfrentan con los gobiernos y los expertos que buscan aumentar las tasas de vacunación contra el Covid, mientras la variante Delta se extiende por el mundo y amenaza con más infecciones.
Rechazan que sea obligatorio mostrar que se está vacunado para poder entrar a determinados lugares (salas de espectáculos, medios de transporte, restaurantes y otros).
Pero, mientras tildan estas medidas de «autoritarias», parecen desconocer que la vacunación es un esfuerzo colectivo. Y que el rechazo a la inyección -aunque sea de un grupo minoritario- amenaza a la población en general.
Pero los llamados «antivacunas» no son un fenómeno reciente ni un grupo homogéneo. Existen, en realidad, desde que se crearon los fármacos inmunizantes.
Desde el inicio de la campaña de vacunación contra el Covid-19, los llamados al boicot se han multiplicado en redes sociales y en boca de algunos científicos. Pero aunque sean especialmente visibles en este momento, su existencia no es nueva en lo más mínimo.
Los primeros rechazos
“La primera resistencia a la vacunación se remonta a la invención de la propia vacunación», explica Patrick Zylberman, profesor emérito de historia de la salud en el EHESP.
Los primeros motivos de oposición no eran médicos, sino teológicos. En mayo de 1796, un médico rural inglés, Edward Jenner, descubrió que la viruela podía prevenirse inoculando una enfermedad relacionada pero benigna, lo que llamaron «la vacuna de la vaca».
En Roma, Italia, también protestaron contra el certificado de vacunación contra el covid-19. Foto: EFE
El procedimiento era rudimentario: Jenner tomaba el pus de animales infectados y lo esparcía sobre una incisión que realizaba en la persona que iba a ser inmunizada.
Razones religiosas
Si el método de Jenner resulta eficaz, no tarda en generar temores. Para algunos religiosos, protegerse de la enfermedad de este modo equivale a despreciar la providencia divina y situarse por encima de Dios.
Para otros, la mezcla de fluidos entre animales y humanos contradice el equilibrio del cuerpo y lo debilita. Para otros aún, sería un gesto artificial e inmoral va en contra del «orden de la naturaleza».
”Este tipo de argumentos existen todavía hoy en día», analiza Françoise Salvadori, profesora de inmunología en la Universidad de Borgoña y coautora con Paul-Henri Vignaud del libro «Antivax, la resistencia a la vacuna desde siglo XVIII».
Una protesta contra el pase sanitario en Francia, una forma de exigir la vacunación contra el coronavirus. Foto: AP
Ninguna de las principales religiones se opone a las vacunas, pero corrientes minoritarias dentro de ellas siguen prohibiéndolas.
Sarampión en Nueva York
En 2019, el riesgo de una epidemia de sarampión fue tan grave en Nueva York que el alcalde de la ciudad, Bill de Blasio, tuvo que restablecer la vacunación obligatoria y así obligar a las comunidades judías ortodoxas a vacunar a sus hijos contra esta enfermedad altamente contagiosa.
En junio de 2021, hombres armados asesinaron al personal de vacunación contra la polio en Afganistán. En los Países Bajos, los fundamentalistas protestantes se niegan a inyectar una enfermedad en un cuerpo sano.
Preguntas y Respuestas sobre las vacunas
En principio, todas las personas mayores de 18 años podrían vacunarse. Pero el Ministerio de Salud de la Nación no recomienda su aplicación a quienes cursen una enfermedad aguda grave (infecciosa y no infecciosa), enfermedades crónicas que impliquen compromiso del estado general, o tratamientos inmunosupresores importantes. También se desaconseja por el antecedente de reacciones alérgicas graves o «anafilaxia» (con compromiso respiratorio que requiera asistencia médica) o complicaciones graves tras la primera dosis de cualquier vacuna contra el Covid.
Los niños seguramente serán vacunados, pero no ahora. No son un grupo prioritario porque se contagian menos y es infrecuente que desarrollen complicaciones. Además, es necesario hacer ensayos clínicos para estudiar la seguridad y eficacia de las vacunas en los chicos. De hecho, Pfizer y Moderna están realizando estudios clínicos en adolescentes.
Si la vacuna de Covid será anual o no dependerá de varios factores. Entre ellos, de la duración de los anticuerpos –no se sabe hasta hoy cuánto tiempo duran– y si las mutaciones que se producen son de tal magnitud que determinan una “nueva cepa”, tal como ocurre con la gripe, que requiere una vacuna al año.
La administración de cualquier vacuna es un proceso muy seguro. En algunos casos, las vacunas pueden provocar reacción en el lugar de la inyección (enrojecimiento, picazón, dolor, sensibilidad, hinchazón) y, en menor medida, fiebre, dolor de cabeza, cansancio, escalofríos, pérdida del apetito, dolor muscular, dolor en las articulaciones o sudoración. Estas reacciones suelen desaparecer en pocos días y en su mayoría son leves. Estos signos son normales y significan que el organismo está generando respuesta inmune. En muy pocos casos puede ocurrir una reacción alérgica leve (erupciones cutáneas) o más severa (hinchazón en la cara o los labios o falta de aire).
Con la vacuna Sputnik V, en Argentina se detectaron dos casos de trombocitopenia –descenso de las plaquetas, aparentemente, por un mecanismo autoinmune–. Es una cifra muy baja comparada al total de dosis dadas. Sí se registraron en el mundo cuadros de trombosis con la vacuna de AstraZeneca, especialmente en mujeres jóvenes que tomaban pastillas anticonceptivas. Con la vacuna de Janssen, también se reportaron algunos casos de trombosis en Estados Unidos. Pero la agencia sanitaria europea recomendó aplicar ambas vacunas porque sus beneficios son mucho mayores de estos potenciales riesgos. Con las vacunas de Pfizer y Moderna se observaron cuadros alérgicos del tipo “anafilaxia”, más frecuentes en alérgicos severos previos.
Reacciones alérgicas generalizadas y graves, síndrome convulsivo y fiebre superior a 40°.
El porcentaje de efectividad de una vacuna es la protección que brinda la vacuna bajo condiciones reales de utilización en circunstancias habituales en la comunidad y no específicamente en estudio controlado, lo que muestra la eficacia. La eficacia con la primera dosis varia según las vacunas (ver los datos en la ficha de cada vacuna). Con respecto a los estudios de efectividad, los más importantes son los de Pfizer porque reflejan lo que ocurre en la vida real: en Israel, entre los 14 a 21 días de la primera dosis disminuyó la mortalidad en un 72 a 84% y los casos graves descendieron en alrededor de un 80%.
Para lograr la inmunidad de rebaño -la protección indirecta contra una enfermedad infecciosa que ocurre cuando una población es inmune, por efecto de la vacunación o por la inmunidad desarrollada a través de una infección previa- hay que tener en cuenta la eficacia de las vacunas y su cobertura, en el sentido de cuántas personas acceden a vacunarse. Si se vacuna con una fórmula de alta eficacia y hay alta cobertura, las personas que quedan sin vacunarse no tienen de quién contagiarse, porque prácticamente se elimina al virus de circulación. Si se vacuna con una fórmula que tiene el 70% de eficacia, pero al 100% de la población, la inmunidad de rebaño se logra más rápidamente que con una vacuna de 90% de eficacia pero una cobertura de vacunación de un 70%. El virólogo Anthony Fauci, principal consultor médico del presidente de Estados Unidos, marca que el porcentaje de vacunados necesario para la inmunidad de rebaño rondaría entre el 80% y 85% de la población de un país.
Es una respuesta difícil hasta para la Organización Mundial de la Salud. Los países que avanzaron más con la vacunación, lo hicieron con vacunas de ARN mensajero. Con las de Pfizer, esos países son Israel, Estados Unidos e Inglaterra (que también utiliza vacunas de AstraZeneca). Pero Chile, que usó vacunas inactivadas como la china Sinovac, logró reducir el pase a terapia intensiva de los mayores de 70 años con las dos dosis y un porcentaje de vacunación en ese grupo de arriba del 80%. Es decir, si se vacuna intensamente, con dos dosis, es probable que el impacto sea muy favorable con vacunas inactivadas. Yendo a los datos más categóricos, las vacunas de ARN mensajero, con una sola dosis ya muestran impacto positivo para disminuir la enfermedad en diversas edades.
Si estás vacunado, podrías enfermarte si la exposición al virus fue antes de que tu sistema inmunitario haya generado la respuesta protectora en los niveles adecuados. La mayoría de las vacunas demostraron una eficacia superior al 70%, esto quiere decir que algunas personas que reciban la vacuna no generarán una adecuada respuesta inmune capaz de prevenir la enfermedad, aunque sí se ha demostrado alta eficacia en prevenir formas graves de Covid-19. Todavía no hay datos certeros que afirmen que las personas vacunadas no contagian.
Los vacunados pueden contagiarse y, eventualmente, podrían desarrollar cuadros graves, especialmente si tienen enfermedades con inmunodeficiencias o estén llevando adelante tratamientos inmunosupresores. Estas personas pueden presentar menor respuesta de anticuerpos con la chance de hacer la enfermedad más grave. Los adultos mayores pueden presentar un fenómeno que se llama “inmunosenecencia”, que es la menor respuesta de anticuerpos frente a una vacuna.
Las nuevas variantes, especialmente la sudafricana y la de Manaos, comparten un mutación genómica conocida como E484K que le permite evadir al sistema inmune. Por eso, la eficacia de las vacunas pueden disminuir o ser incluso muy poco eficaces, como ocurrió con la vacuna de AstraZeneca en Sudáfrica. Con la de Manaos (que sí se detectó acá) hay pocos datos de eficacia. Un estudio reciente con investigadores de Argentina y Estados Unidos mostró que la vacuna Sputnik V podría disminuir su eficacia frente a estas cepas. Algunos autores especulan que quizás sea necesaria una tercera dosis o eventualmente adaptar las vacunas para que sean más efectivas frente a estas variantes.
Un estudio reciente en el Reino Unido analizó a vacunados que recibieron una primera dosis con una vacuna y se completó la segunda dosis con otra. Es posible que en un futuro se puedan intercambiar vacunas, pero por el momento no hay estudios definitivos. Por lo tanto, se debe completar el esquema con la misma vacuna que se inició.
No por ahora. Pero no se descarta en la comunidad científica. Dependerá de la vacuna y su eficacia.
Pueden vacunarse las personas gestantes o en período de lactancia que presenten un riesgo de exposición alto a la infección por SARS-CoV-2 y que no pueda evitarse (personal de salud, personal estratégico, personal docente y no docente) o que presenten enfermedades subyacentes que los incluyan dentro de los grupos de riesgo. Esta recomendación es válida para todas las vacunas actualmente disponibles en Argentina y no aplica para vacunas a virus vivos y atenuados. No se ha visto que la lactancia transmita el virus, por lo que si estás amamantando también te podés vacunar.
Se recomienda separar la vacunación contra el Covid 14 días de la aplicación de otra vacuna. La antigripal y la vacuna contra el neumococo se pueden recibir ambas el mismo día.
No. La vacunación debe posponerse hasta recuperarte de la enfermedad aguda (en personas sintomáticas) y hasta que se hayan cumplido los criterios clínicos epidemiológicos para…