Si bien han traído una frustración comprensible a quienes no pudieron vacunarse en la fecha prevista, los recientes disturbios en São Paulo y otras capitales por falta de vacunas no reflejan ningún retroceso en la lucha contra el Covid-19.
De hecho, los datos muestran que la vacunación ganó velocidad en el país en la segunda quincena de junio, con una aplicación promedio de más de 1 millón de dosis diarias. Los problemas logísticos verificados, por lo que podemos ver, no alteran el objetivo paulista de tener a toda la población adulta protegida con al menos una dosis antes de octubre.
Los números indican una gran adhesión de los brasileños a la campaña. El aumento de la confianza en el principal instrumento para combatir la pandemia se había reflejado en las encuestas de opinión: en mayo, Datafolha mostró que el 91% de los encuestados tenía la intención de vacunarse o estaba vacunado.
En la encuesta de diciembre del año pasado, el 73% expresó tal propósito; al mes siguiente, la tasa había subido al 81 por ciento.
Tal aceptación trae alivio a las autoridades sanitarias. En la práctica, fracasa la siembra de dudas irracionales sobre los agentes de inmunización, con el lamentable aliento del presidente Jair Bolsonaro y sus partidarios más fanáticos.
Sin embargo, es evidente que hay una falta de coordinación federal y una planificación más eficaz desde Brasilia. El presidente, por supuesto, continuará eludiendo su responsabilidad, alegando que la Corte Suprema le ata las manos, en una flagrante distorsión de lo que la corte ha dictaminado.
Los estados y municipios, según lo entiende el STF, tienen autonomía para establecer medidas restrictivas en sus territorios, pero el gobierno federal puede y debe participar en el esfuerzo nacional para prevenir y controlar el contagio.
Además, no se puede descartar que gobernadores y alcaldes hayan cometido errores de planificación o apresuramiento al incluir grupos de edad y condiciones previas para definir grupos de vacunados.
Las dificultades pueden ser más insignificantes. Para la capital de São Paulo, por ejemplo, el ayuntamiento y el gobierno estatal utilizan estimaciones de población diferentes.
Es tarea local mitigar fallas y desajustes de este tipo, aunque el cumplimiento final de los cronogramas dependa del suministro de dosis previstas por el Ministerio de Salud, no pudiendo comprometer la confianza de la ciudadanía en el programa.
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