“Nunca me pude quedar quieta” es lo primero que nos dice Mercedes Neme cuando le preguntamos cómo era de niña. Esta tucumana, arquitecta, empresaria, madre y abuela, acaba de cumplir 80 años y sigue con la misma impronta. Es cerca del mediodía y “Mecha” -como todos la conocen- llegó al hotel a las 7 para supervisar los trabajos de remodelación. Mientras la entrevistamos, nos da una muestra clara de su multitarea permanente: habla con los electricistas, atiende una llamada de su nieta a la que promete llevar unas Oreos, comprueba el funcionamiento de las nuevas piscinas de agua termal y, prestando atención atención a los detalles, corrige la colocación de un mármol en el nuevo vestíbulo.
“La rutina no es lo mío, siempre busqué la manera de innovar”, nos cuenta esta hija menor de ocho hermanos que vino al mundo cuando su madre tenía 43 años. “Rica, mi hermana mayor, me crió, tenía 18 años más que yo”, recuerda emocionada. Rica, falleció hace un mes y fue su principal sostén económico cuando decidió estudiar arquitectura, en un momento en que las familias animaban a sus hijas a seguir carreras más suaves. Mercedes experimentó esta resistencia por primera vez en su adolescencia.
Con la idea clara de que le gustaban los negocios, quiso ingresar a la Escuela de Comercio, pero su madre se opuso rotundamente. “Así que me gradué como maestra, ¡pero odiaba enseñar!” Nos deja salir con una carcajada, la misma que contagia cada vez que relata las circunstancias que fue superando para perseguir sus sueños. Durante el curso, para tener independencia económica, tejía suéteres, bordaba manteles y trabajaba en Casa Jorrat durante los veranos. “La arquitectura no es una carrera de mujeres, ella estudió filosofía”, le repetían después. Mecha, motivada por sus sobrinos que tenían casi la misma edad que los suyos, aprobó el curso de ingreso y en cinco años ya era arquitecta. “Comprendí que si mi hermana me apoyaba, no podía permitirse perder el tiempo”, dice.
Hace una pausa, y entre materiales y decenas de personas trabajando intensamente para terminar las obras, Mercedes revisa planos y diseños de la nueva papelería del hotel. Hostal del Abuelo es ahora el HDA Hotel + Spa Todo Incluido. Este tradicional hotel de cuatro estrellas en Termas de Río Hondo tampoco se queda quieto. Abrió sus puertas por primera vez en 1979 como zona residencial y creció con la evolución de la ciudad, su movimiento turístico y la demanda de los huéspedes. Debe su nombre original a su creador, Don Miguel Mukdise, suegro de Mercedes y abuelo de sus hijos.
“Las Termas ha crecido mucho. Ya no son solo los abuelos, son los jóvenes, familias, deportistas, grupos de amigos, quienes nos visitan. Antes abríamos en mayo y cerrábamos en octubre, pero ahora trabajamos todo el año, como mucho cerramos por mantenimiento un mes, pero bueno… ahora fue un poco más”, explica mientras nos hace un recorrido por el sitio de construcción “Aunque nunca dejamos de hacer cosas nuevas en el hotel, el año pasado sentimos que teníamos que trasladar todo este proceso a la marca, al nombre del hotel que se había quedado obsoleto, pero sin perder nuestro ADN, que es familia, cercanía. y calidez que hace que nuestros huéspedes se sientan como en casa”, dice, mientras nos desempolvamos y la seguimos hasta el área de las nuevas piscinas que ya están casi listas. Nos muestra todo con mucho orgullo, “estoy nerviosa, la ansiedad me domina”, se ríe, rodeada de su equipo que está totalmente preparado en cada detalle para la reapertura que será solo en una semana.
Pero, ¿cómo y cuándo llegó Mercedes a Termas?
“En la universidad conocí a Gody, que estaba saliendo con una chica muy linda. Pero mi suegra no lo quiso” mucho tiempo con la picardía de la edad y el saber de cómo sigue la historia. Gody es Miguel Mukdise, su esposo, de Santiago y también arquitecto. “Yo era muy amiga, tenía 21 años y algunos candidatos, entre ellos un profesor. En ese momento los estudiantes de arquitectura
éramos pocos y todos amigos. Cuando mi mamá conoce a Gody, ¡me dice que ese es el candidato! ¡Y tiempo después me conoce a mí, su madre, y le dice lo mismo!» Mecha vuelve a reírse con todas sus ganas y luego nos cuenta que se comprometieron, recibieron y casaron en 1968.
mercedes y
Mecha por fin se sienta, es la hora del almuerzo y el calor de la siesta pega fuerte. El ritmo de la ciudad va muriendo, pero en el hotel todos siguen su música de molinillos, martillos, voces y una guaracha que suena. Ahora nos habla de su suegro con mucha admiración y reconocimiento, “mi suegro don Miguel llegó de Siria a Vinará sin nada, y sintió un profundo agradecimiento hacia la ciudad que le permitió trabajar, crecer y pagar la universidad de sus hijos. Así que tenía la orden de que el dinero de Termas se quedara en Termas. Cuando nos casamos con Gody, nos dijo que nos viniéramos a vivir y trabajar aquí”, relata, dejando claro un mandato familiar que continúa hasta el día de hoy: devolverle a la tierra todo lo que él les ha permitido lograr.
Así comenzó su historia de amor y familia, de tres hijos, nueras, doce nietos, trabajo en equipo con su esposo y una vida muy comprometida con la ciudad que la recibió primero en casa de sus suegros y luego en el hogar ellos podrían. construir juntos Mercedes siguió con su profesión. En las obras, ella planificaba y Gody se ocupaba de la construcción, pero cuando eran convocados para obras públicas, donaban su trabajo profesional a la comunidad. Proyectaron nuevas escuelas, plazas y hasta la residencia de estudiantes donde Mecha, además de hacer ampliaciones y mejoras, limpiaba y cocinaba para los chicos del interior que venían a la ciudad a hacer su bachillerato.

Familia completa en los festejos de los 80 años de Mecha
La escuchamos, atrapados en sus historias y anécdotas. Es una mujer que vivió mil vidas en una, con una energía y una resiliencia admirables. “Ser mujer nunca me detuvo para nada”, dice, y nos cuenta la llegada de cada uno de sus hijos: Miguel, Jorge y Marcos. Ella habla de ellos con gran orgullo. Los crió con mucha ayuda de la familia, mientras empezaba nuevos emprendimientos, como una vez compraron una panadería y todos los días, a las cuatro de la mañana, ella iba a hornear pan.
A la arquitectura y la empresa, añadió la función pública. En la década de 1970, fue secretaria de Obras Públicas y logró que la ciudad no perdiera los fondos destinados a la construcción de la Escuela Técnica: en cinco meses construyó aulas, equipamiento sanitario y galpón y luego terminó las obras de la terminal. Con esa misma impronta, tuvo un papel protagónico cuando su esposo asumió la alcaldía de Termas en 2014. Solo habían pasado unos meses desde que recibieron el golpe más duro de sus vidas: Miguelito, su hijo mayor, murió días antes de asumir como alcalde. electo. Mecha sublimó este profundo dolor en un mayor compromiso social. Vivió el duelo al lado de su pareja para darse fuerzas y avanzar juntos en el legado que ambos sentían, también les había dejado este hijo: trabajar para Termas y su gente. Sabemos que después también superó el cáncer, pero Mecha no lo menciona, no lo tiene en la cabeza, no se victimiza, siempre habla de las cosas buenas.
Suena su teléfono, nos dice que esta vez es Gody…