En la «Ética a Nicómaco», Aristóteles no condena la ira, sino que la incluye como una opción siempre que esté guiada por la razón y no por las emociones y no dure para siempre. A menudo pienso en esta idea en situaciones que me rebelan o me angustian. Algunos son sociales; otros, íntimos. Pero todos corren el riesgo de que ese malestar se apodere de nosotros y terminar de marcar el recorrido. Por eso me interesan las personas que han vivido momentos paralizantes pero que lograron continuar su marcha. Lo confieso: aprender a mirar más allá del problema es una cualidad que trato de combatir (no siempre con éxito).
Cuando el efecto de un dolor -los hay muy diversos- es devastador, la idea de rendirse a veces parece redentora. Se hizo todo lo posible, ya no hay lucha que valga la pena. En algunas circunstancias es comprensible: no siempre hay un final feliz. Pero todavía hay formas de lidiar con la falta de futuro. Puedes dejar legados, sabidurías. Y sabemos que en ocasiones no tan graves, muchas veces se nos escapa una solución. Ahí es donde la ira o la rabia ante el contratiempo tiende a prolongar la situación en lugar de encontrar una salida.
Por tanto, si todo empieza a mejorar, hay que ver cómo no engancharse. El dolor se ha ido pero la ira, la depresión pueden persistir. Para romper el ciclo, algunas personas aceptan el desafío de un giro copernicano. De alguna manera, renacer, ser otro. Hace falta voluntad de hierro pero eso no suele faltar: ya conocen la densidad de la vida. Esta actitud merece ser celebrada pero no es la única posible. También resurge con pequeñas actitudes que celebran estar bien. Para algunos puede ser un asado o una comida semanal con los seres queridos, para otros, escribir un recuerdo de lo vivido y las lecciones que dejaron. O iniciar una tarea solidaria: me siento mejor si no soy solo yo quien vuelve a caminar.
El objetivo oscila entre lo gigantesco y lo hermoso de la síntesis de lo cotidiano. Ambos llegan al mismo objetivo: mostrar que uno sigue íntegro, que tiene resiliencia, que no se quedó atado al pasado ni a las dificultades. Ese enojo, tal vez diría Aristóteles, no duró para siempre y nos dejó huérfanos del futuro.
#permitir #ira #deje #sin #futuro
Fuente: Titulares.com