Opinión | Massa, una ofrenda y la oferta de una fórmula compartida con Wado

Sergio Massa paseará hoy su estelaridad política en la Plaza de Cristina. Reafirmará el estatus de referente, que aspira a coronar con una candidatura. Un privilegio prohibido al presidente Fernández, a quien el kirchnerismo aplicó sin piedad el derecho de admisión.

El Ministro de Economía le ha reprochado públicamente su falta de compromiso y obstruccionismo. A su jefe en el organigrama. Un reflejo de la ecuación del poder real en la administración del Estado. “Gobierno con los que puedo”, dijo Alberto hace un par de meses. Sergio invierte la fórmula: gobiernan los que pueden y nos hacemos cargo de la «papa caliente».

También fue una definición política interna. La mesa de tres del Frente de Todos se redujo a dos. Massa optó por una alianza estratégica con Cristina. Y, además, con La Cámpora.

Sus portavoces destacaron dos puntadas recientes en esa costura.

Descaradamente asumieron que la influencia de Massa estaba detrás de la decisión de la fiscal Marijuán de solicitar la destitución de Cristina en el caso de la ruta del dinero k. Inverificable, aunque creíble para círculos informados de política y periodismo.

Si sucedió, podría interpretarse como una ofrenda. Una hipotética prueba de la eficacia del tigrense para limpiar el expediente del vicio frente a la deserción de Alberto, imperdonable para su mentor.

Máximo Kirchner aceptó sumarse a la misión económica a China. El masismo lo exalta como evidencia de la recuperación de una armonía común, interferida por algunos ruidos en las últimas semanas.

La demanda de «orden político» para sostener el «orden económico» fue un mensaje al presidente y también al vicepresidente. Las críticas a Fernández lo acercaron, por defecto, a Cristina. Exige alinear a sus detractores de su kirchnerismo duro.

Promete enmarcar a la CGT, gobernadores y alcaldes afines en una estrategia electoral concertada. Encuestas recientes, como la última de Sinopsis, lo sitúan como el funcionario con mayor intención de voto. Massa argumenta además que su nominación le daría oxígeno político para apuntalar la gobernabilidad de la transición. Orden político para sostener el orden económico.

Cristina vuelve a calcular. Un binomio encabezado por Massa confirmaría que ya no puede imponer un candidato sin negociar, como sucedió en 2019 con Alberto. Ella lavaría un corte de energía.

En el Instituto Patria sospechan del renovador. Parafraseando a Macri: a una «ventajita» no se le puede dar un metro.

Massa quiere sellar la alianza con el camporista De Pedro en la fórmula. Los socios mantendrían como reaseguro la capacidad de extorsión de uno sobre el otro. El ministro ya ha jugado la carta de la amenaza. Dijo que el Frente Renovador decidirá el 10 de junio si se queda o sale de la coalición peronista. Un portazo significaría tirar del mantel de la economía, sin sucesor ni plan alternativo a la vista.

Los más críticos especulan que cantó tiro libre con dos cuatros. Las variables políticamente más sensibles de la economía, la inflación y el dólar, no están bajo control. Y las posibilidades de clasificarlos en niveles compatibles con un desempeño electoral competitivo parecen esquivas.

La expresidenta demostrará hoy que aún puede ocupar la calle. También tiene su propia fuerza sindical, capaz de romper la disciplina salarial que exige la Economía, como sucedió con los banqueros del Palacio. También puede lanzarte sus mastines. Grabois ya mostró la producción de daño de la misma.

Hasta ahora, Cristina optó por refugiarse en la identidad original de la primera minoría peronista que aún controla. Y puso en carrera a un hijo de la «generación diezmada», el soldado Wado de Pedro. Pero el final no está escrito.

Carlos Sagristaní