A tres meses de las elecciones, las redes sociales deben definir si serán proactivas o inertes en relación a la moderación de las mentiras difundidas sobre las máquinas de votación electrónica, especialmente por parte de personajes públicos.
Es consensuado que ha habido avances en las políticas y en la interlocución de las empresas con el TSE (Tribunal Superior Electoral) en los últimos años, pero aún es difícil calcular la efectividad de cumplir con los lineamientos impuestos por las propias empresas para enfrentar la desinformación. en sus plataformas.
La última semana da un ejemplo concreto de esto. YouTube, que tiene una de las políticas más específicas contra el contenido que alega fraude en las elecciones de 2018, eliminó el lunes (18) un video en vivo del presidente Jair Bolsonaro (PL) de hace un año. Fue una transmisión en la que el jefe de Estado aportó “pruebas de fraude”, nada comprobado.
El mismo día que YouTube eliminó el live, el presidente pronunció un discurso similar, esta vez ante decenas de embajadores en Alvorada. Cambié un poco el paquete de teoría de la conspiración y bajé el tono.
Excluyó del repertorio la tesis de que habría fraude en base a la diferencia porcentual durante el conteo de votos, pero innovó al señalar que el TSE sugirió que hubo “manipulación de datos en 2018”, lo que no sucedió.
YouTube evaluó el contenido y decidió mantenerlo vivo.
Desde marzo, la empresa ha adoptado una política que prohíbe «contenido con afirmaciones falsas de fraude, errores o problemas técnicos generalizados ocurridos en elecciones nacionales certificadas anteriores». La medida se aplica a los videos que hablan sobre las elecciones de 2018.
La directriz puede parecer genérica, y lo es por varias razones. Si las redes sociales son ultraespecíficas en sus términos, pasan a exigir un control interno extremo para que todo discurso político sea evaluado. Esto sienta un precedente para la censura previa, ya que el primer análisis lo realiza inteligencia artificial, no humanos.
En el caso de YouTube, no bastaría con monitorear el texto de títulos y transcripciones, sino el contenido de audio de miles de millones de videos. Una pauta específica también abriría el camino a las rocas para cualquiera que pretenda romper las reglas.
Aunque el ministro Alexandre de Moraes determine que no hay conexión entre Lula y el PCC, es posible hacer un título encriptado para relacionar los dos temas y no engancharse. Cualquiera que vincule a Lula con el PCC habla PTCC, por ejemplo. Quien difunde mentiras sobre las vacunas escribe picadura, no vacuna, etcétera.
Pero, ¿qué llevó a la plataforma a retirar un video del presidente y quedarse con el otro, con argumentos casi iguales? La respuesta oficial es que uno violó su política y el otro no. Uno dio falsas denuncias de fraude en 2018 y el otro no.
A los ojos del público, ambos son similares y tienen el mismo objetivo de desbaratar la elección bajo el argumento de promover «elecciones limpias». El vivo para embajadores también contó con una exhibición de motociclistas al final del PowerPoint y frases como «Brasil vuela», pero eso corresponde a la Justicia Electoral.
Aunque la respuesta de la plataforma de Google es que solo uno de los videos violó su política, solo la empresa sabe cuál fue la frase de Bolsonaro que provocó la prohibición. Así como el algoritmo es un secreto comercial, también lo son los criterios de moderación.
Quizás Bolsonaro fue más incisivo en la vida de hace un año. Quizás hizo más insinuaciones en la de este año. Tal vez sepa que no puede decir explícitamente «hubo fraude en 2018» porque su discurso saldrá del aire. Tal vez YouTube no quiera tomar la decisión política solo de eliminar una transmisión oficial y alimentar aún más la conspiración de que las grandes tecnológicas participan en un complot mundial contra la derecha, encabezado por Bill Gates, 5G y la industria farmacéutica.
No hay una respuesta clara y pública. Con la emisión de comunicados vagos, las plataformas se colocan precisamente en la posición que eluden, de decidir por sí mismas, sin el escrutinio de la sociedad civil o la prensa.
El vivo a embajadores también fue publicado en el perfil oficial de Facebook del presidente. La red social incluyó un botón que dirige al usuario a la página del TSE. Es una medida que permite cuantificar la efectividad, ya que el acceso a la web de Justicia Electoral suele aumentar con este tipo de actuaciones.
Pero si el objetivo fuera contener la desinformación, tan importante como contextualizar la mentira sería dejar de compartirla.
El Marco Civil da Internet determina que las redes sociales están obligadas a retirar contenido solo bajo orden judicial y dentro de las 24 horas. Como empresas, sin embargo, tienen autonomía para llevar a cabo la moderación espontánea, por lo que crean sus políticas internas para orientar dicha moderación.
A tres meses de las elecciones, la última semana mostró que habrá que marcar una vez más: ¿cuál es el tiempo razonable para moderar un discurso golpista que también hiere una política empresarial? Si la lucha contra la desinformación contra las urnas es tan importante como la libertad de expresión, es necesario mejorar la rendición de cuentas.
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