Si bien las trampas cambiarias y el control de precios nunca funcionaron como políticas de estabilización, y la inflación sigue el curso natural que le da la emisión monetaria, estas políticas han sido aplicadas desde el golpe de Estado de 1930 hasta la fecha, por todos los gobiernos. democrática o no, salvo la pausa de los noventa. La única década sin inflación.
A pesar del fracaso histórico que pronto cumplirá un siglo, la heterodoxia económica criolla se renueva e insiste en esta receta. Siempre llega una nueva hornada de burócratas que intentan controlar los precios, porque lo que no pueden controlar es el tema monetario, que se entregó al populismo desde la nacionalización del BCRA en 1946.
La ciencia económica ya demostró que lo único que genera inflación es el exceso de emisión de pesos, y lo único que detiene la inflación es dejar de emitir. Nada mas. La supuesta multicausalidad de la inflación es sólo un cuento para excusar a la política del flagelo de la inflación, buscando culpar a los particulares del alza de precios. Mentiras simples tan arraigadas que todavía se enseña como ciencia económica en todas las universidades de Argentina.
El control de precios no detiene la inflación y lo único que genera es un enorme retraso en los precios relativos, generando una bomba inflacionaria para después y una crisis por desabastecimiento en los sectores afectados.
El actual Gobierno no escapa a la historia argentina y hace lo mismo que todos sus antecesores. Emite oleadas de pesos para financiar el gasto público y trata de evitar que toda la marea de pesos llegue a los anaqueles imponiendo controles de stocks y precios en toda la economía.
En dos años y cuatro meses de gestión, el Gobierno acumula un 153% de inflación, a pesar de que trató de contenerla pisando las tarifas de luz y gas, que acumulan un alza de solo 35% en ese lapso. Esto implica que las tarifas necesitan un aumento del 88% solo para igualar la inflación acumulada desde diciembre de 2019.
Otros sectores también se vieron afectados por los controles de precios. Telefonía e internet necesita un incremento del 50%, transporte público del 46%, prepago del 27% y gasolina del 18%, solo para igualar la inflación acumulada en los últimos dos años y cuatro meses.
La suma de todos los controles de precios durante el actual gobierno ya ha generado una inflación contenida de 7,8 puntos porcentuales sobre el índice general. Pero eso es sólo el golpe directo. Al considerar el impacto indirecto de los siguientes meses de igual magnitud, llegamos a una inflación reprimida total de 16 puntos porcentuales. En otras palabras, hay 16 puntos de inflación que se esconden bajo la alfombra de los controles de precios y tarifas.
Por supuesto, la madre de todos los controles de precios la impone la brecha cambiaria, ya que el tipo de cambio es lo que conecta a la Argentina con el mundo. El populismo solo sobrevive en economías cerradas e impone trampas aislando la economía, con precios internos que responden a la política y no a la realidad económica, al menos por un tiempo.
consecuencias repetidas
La historia demuestra que los controles de precios acumulan tensiones en la economía que se vuelven imposibles de sostener. Pisar los precios hace volar el gasto público y come reservas porque lo que no paga el sector privado, el Estado trata de cubrir.
La cuenta de subsidio escala exponencialmente y a cuatro patas el Estado cubre el gasto corriente del sector afectado, generando una descapitalización por no cubrir las inversiones necesarias.
Con el tiempo, el déficit energético reaparece con crudeza, las reservas del BCRA llegan a cero, la brecha cambiará de escala, la inflación se acelera y la olla del control de precios aún no ha sido destapada. La crisis generada por esta política económica culmina en un colapso energético, cambiario, fiscal e inflacionario, todo simultáneamente. Desafortunadamente, esto es lo que está creando este gobierno, una vez más.
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El “Rodrigazo” de 1975 fue la crisis económica que vino cuando se agotaron las reservas del BCRA, así como el poder político para seguir pisoteando precios, salarios y tasas. La explosión de precios todavía se recuerda entre los argentinos que peinan canas porque luego de esa crisis, Argentina comenzó a vivir con una inflación de tres dígitos la siguiente década, hasta llegar a la hiper en 1989/90.
Pero no fue la primera gran crisis por esta política económica. En 1955 había pasado lo mismo, después de una década del primer peronismo pisando el dólar, los precios, los aranceles y comiéndose todas las reservas del BCRA para sostener los «precios cuidados» de la época.
La década kirchnerista es igual, pero en este siglo. La crisis tardó en llegar porque así como Perón se comió todas las reservas del BCRA que dejó la Segunda Guerra Mundial, el kirchnerismo se comió todas las reservas que dejó la soja, además de las inversiones de los noventa.
Los años 1955, 1975, 2015 tienen en común la explosión por los aires de esta política económica. El actual gobierno repite la historia de pisar precios y consumir reservas, mientras emite para financiar un déficit fiscal total de 8% del PBI (5 puntos porcentuales del Gobierno Nacional y 3pp del BCRA). Lo mismo que hizo el peronismo en el anterior Rodrigazo.
Una brecha cambiaria de alrededor del 100% habla de la magnitud de la bomba inflacionaria que armó este gobierno. Habla de una crisis económica a las puertas de la magnitud, que lleva a buena parte del oficialismo a bajarse del barco antes de que explote, y los que quedan cuentan los días para ver si la bomba inflacionaria estalla sobre el próximo presidente.
Este modelo económico no sólo no tiene solución, sino que destruye el sistema de precios en la economía y por lo tanto aleja a la Argentina del capitalismo. Sencillo, sin precios no hay mercado, sin mercados no hay inversión, sin inversión no hay oferta. Esta política económica sólo lleva al país a repetir la crisis de siempre. No es un comentario apresurado, son 90 años haciendo lo mismo con los mismos resultados, salvo los 90.
Argentina comenzó su derrumbe cuando se alejó de la cultura liberal con el golpe de 1930 y comenzó a abrazar todas estas prácticas económicas del fascismo italiano, del cual se enamoró y nunca lo soltó. Y se derrumbó cuando se alejó del comercio exterior, cuando se hizo carne “el vivir con lo nuestro”, el “Estado actual” y coquetear con el “Che”.
Pero el problema económico es sólo un reflejo del problema sociológico subyacente. Cabe preguntarse por qué, siendo un país democrático, no sorprende el apoyo de Argentina a las dictaduras de la región, ni su insistencia en empatizar con cualquier régimen totalitario que exista en el mundo. Cuando eso indigne a toda la ciudadanía, solo entonces comenzará la solución porque será el reflejo de un cambio cultural que rápidamente se verá reflejado en las urnas.
* Para www.infobae.com
Fuente: diariocordoba.com.ar