El malestar político que provoca un fuerte aumento en la tasa de interés como el recién anunciado Banco Central Es obvio. Al fin y al cabo, está fresco el recuerdo de la campaña electoral de 2019, en la que el entonces candidato opositor Alberto Fernández, asesorado por Miguel Pescecriticó la inmoralidad de la gestión macrista por pagar una prima excesiva a los bancos, en lugar de canalizar el dinero público a mejores fines, como el pago de pensiones.
En el momento, la tasa había llegado al 73%, en un intento por frenar la dolarización y contener la inflación. En medio de la incertidumbre política y con un gobierno debilitado por la derrota en las PASO, la inflación se había acelerado a 5,9% mensual mientras los depósitos bancarios en dólares caían drásticamente en un tercio de su volumen. Y con esta suba de tasas se logró un relativo alivio, con una inflación en torno al 4% y un nivel anualizado del 54%.
Los críticos siguieron el manual clásico: una tasa de interés a esa altura constituía un remedio peor que la enfermedad porque hizo casi inaccesible el crédito productivo y profundizó la recesión.
Pero, como suele ocurrir en Argentina, las críticas no tardaron en tener un «efecto boomerang» y se volvieron contra sus autores: ante la inestabilidad financiera, el Frente de Todos también tuvo que recurrir a la amarga medicina de la contracción monetaria. .
nadie sabe mejor que guido sandlerisquien ocupó la presidencia de la Central en 2019, quien pacientemente esperó el momento de sacar a relucir un tuit que serge masa Había escrito en agosto de 2019.
«Siguen apretando la soga del verdugo. Más tasas de interés. Más timba. Menos crédito. Menos producción. En lugar de seguir pagando intereses a los bancos, deberían esforzarse en reactivar la economía», había escrito Massa.
Y Sandleris, el pasado jueves, tras el anuncio de que el tipo de interés subiría de golpe 9,5 puntos hasta situarse en el 69,5% -que, por la acumulación de intereses, arroja una tasa efectiva anual del 96,8%- para saborear su venganza. Citando el tuit del nuevo ministro, escribió: «Es bueno que Sergio Massa finalmente entienda que subir la tasa de interés no es una estafa. Son decisiones difíciles que a veces hay que tomar para detener una corrida».
Impuestos, jubilados y el regalo a los sojeros
Lo cierto es que una vez más se ha retomado la polémica en torno a los tipos de interés. En sorprendente coincidencia, la medida, que había sido reclamada durante mucho tiempo desde varios ámbitos, se llevó a cabo más tarde. que el Gobierno anunció el pago de un bono extra a los jubilados del tramo inferior para compensar la pérdida real que implica el ajuste con la nueva fórmula de indexación.
Así, la noticia de la tasa al 69,5% se dio en simultáneo con la presencia del presidente de la Anses, fernanda raventaen los canales de televisión, explicando cómo los ingresos de los jubilados habían logrado mantenerse al día con la inflación. De esta manera, se intentó mitigar las críticas a la octava revisión de tarifas en lo que va del año. Y también, por supuesto, el impacto político que provoca el hecho de que la tasa haya superado la establecida hace tres años por Sandleris.
Pero, al mismo tiempo, el Gobierno buscó un difícil equilibrio, porque de sus propias filas se escucha desde hace mucho tiempo reclamar un aumento de tarifa. El argumento era que mantener las tasas por debajo de la inflación equivalía a dar un subsidio a los mismos sectores que demandaban dólares en el mercado paralelo.
Ese reclamo se intensificó tras la fuga del azul a fines de julio y la noticia sobre el volumen de soja retenido en los silobolsas. Según estimaciones oficiales, este stock asciende hoy a 23,6 millones de toneladas, equivalente a unos 14.000 millones de dólares.
La protesta que se hizo al interior del propio Gobierno es que esos mismos productores rurales -para quienes aún se busca una medida de incentivo que no implique una devaluación- se beneficiaron de tasas activas en torno al 60% anual en el sistema bancario. Dado que la expectativa inflacionaria ya está por encima del 90% para el año, esto implicó que el productor agropecuario, al momento de decidir cómo financiar los costos de la próxima campaña, tenía un mayor incentivo para endeudarse en pesos que en acelerar la venta de soja.
La suba de tasas fue reclamada desde el propio Gobierno, donde se criticó el crédito subsidiado a los mismos sectores que compraron el dólar paralelo
Esta situación se reflejó en el hecho de que el créditos de compromiso para comprar maquinaria agrícola o automóviles experimentó un auge, al punto que en algunos rubros los préstamos crecían tres veces más rápido que las ventas.
Y mientras los asesores financieros aconsejaban a sus clientes no vender mercadería -mucho menos los dólares- y aprovecharla para tomar crédito, desde el plano político los economistas más afines al Gobierno sugerían una contundente corrección de la tasa de interés.
Fue especialmente explícito al respecto. Emmanuel Álvarez Agisallegados a Massa, quien desde su consultora PxQ argumentó: “La política monetaria parece obstinada en regalar los pesos con los que se hacen corridas en dólares paralelos. Se observa que la política monetaria del BCRA es totalmente expansiva, con tasas de interés negativas en términos reales del orden de -35%/ -40% anual».
Sostuvo que, en ese contexto, el propio Banco Central era el que financiaba la corrida: “Además de tener una política monetaria expansiva, la configuración de la política monetaria y cambiaria implica que la respuesta óptima del sector privado es tomar pesos para no vender dólares, o tomar pesos para comprar dólares: la tasa de la devaluación está permanentemente por encima de la tasa de inflación, diferencia que crece con el tiempo”.
Y desde medios afines al oficialismo comenzaron a argumentar sobre la necesidad de un ajuste con componentes clásicos, entre ellos un aumento en el tipo de cambio oficial, como una forma de reducir la brecha con el dólar paralelo, que en el momento más agudo de la corrida alcanzó el 160%. «También debería incluir algún esquema de desindexación para frenar la inercia inflacionaria y un largo período de tipos de interés positivos para recuperar el valor del peso. Obviamente tal programa inicialmente significa un freno a la economíapero el freno a su vez es necesario para acumular reservas, que serán la garantía de que el plan funcione”, dijo el economista Claudio Scaletta.
Una tasa más alta y el miedo a la bola de nieve
Finalmente, el presionado presidente de la Central, miguel pez, respondió a ese reclamo. Y aunque a nadie sorprendió el repunte en sí mismo tras conocerse el dato de inflación del 7,4% en julio -más las preocupantes previsiones para agosto-, lo que sí impactó fue la magnitud del alza. La tasa anualizada está en línea con la inflación esperada para este año, pero superior a la inflación esperada para los próximos 12 meses. De acuerdo con la encuesta REM del Banco Centralel promedio de los economistas cree que la suba acumulada de precios hasta mediados del próximo año será del 83%.
El presidente del Banco Central, Miguel Pesce, sostiene que con la suba de tasas se ofrecerá una alternativa al inversionista para evitar la dolarización
Esto implica una tasa en territorio positivo, en línea con la solicitud realizada por el Fondo Monetario Internacional en el acuerdo de «stand by». Y el objetivo que busca explícitamente el Banco Central es evitar que los inversionistas, temiendo la pérdida de valor por la aceleración de la inflación, corran a refugiarse en el dólar.
Por supuesto, esta medida estabilizadora no es barata para el BCRA: con un stock de Leliqs por $5.700 millones, la nueva tasa implica que se pagarán intereses por $5,4 billones en un año. un costo igual a al 7,7% del PIB corriente. Y eso transformado en dólares al tipo de cambio oficial equivale a unos US$40.000 millones.
Si a este cálculo se suma, además, el stock de «repos pasivos» -es decir, depósitos que los bancos hacen en el BCRA- la suma se vuelve más abultada: agregar $ 1 mil millonesque remunera tasas del 55% anual. El punto es la acumulación del «déficit cuasifiscal», que los economistas temen por su potencial para convertirse en una «bomba inflacionaria». La estimación es que, sólo por el pago de intereses, el BCRA estará invirtiendo unos $380.000 millones en una base monetaria que se ubica en $4,2 billones.
Esta situación está generando debates entre los economistas sobre lo arriesgado que es una escalada de la crisis. para los influyentes fernando marulla propia inflación será lo que licue el coste financiero de las Leliq, pero muchos de sus compañeros advierten sobre el riesgo de un aumento acelerado de la «nominalidad».
Abundan las advertencias en el sentido de que la suba de tasas podría ser un incentivo para que todos los precios de la economía continúen al alza, si no se implementan simultáneamente medidas fiscales contundentes.
Y, por ahora, lo que refleja el mercado es escepticismo: para las consultoras, el aumento de las tarifas del servicio público este año no supondrá más de un 0,2% de ahorro en los subsidios estatales a la energía. y ahí está Dudas sobre la capacidad política de Massa para lograr un tope de gasto en los ministerios y gobiernos provinciales, que dieron muestras de resistir el recorte.
¿Abrupto o tibio?: Analistas debaten si la tasa de interés se queda corta ante la expectativa de inflación y devaluación
“Las medidas implementadas hasta ahora por el nuevo ministro (aplazamiento de vencimientos en pesos y fuerte alza en las tasas de interés) no implican, por ahora, un cambio de dinámica sino una mayor postergación de sus impactos”, se lee en el último informe. de la empresa de inversión consulta.
¿No es suficiente la subida de 9,5 puntos?
El debate también tiene argumentos en el sentido de que, aunque las cifras pueden ser impresionantes, quizás la última realmente suba podría haberse quedado corto.
El argumento es que sólo será efectiva una tasa que supere la expectativa inflacionaria y la suba del dólar paralelo. Y que cualquier «tímida suba» tarde o temprano hará que los inversores se vuelvan hacia el dólar como actitud defensiva.
Para Gabriel Caamaño, economista jefe del Estudio Ledesma, solo cuando la inflación baje a un nivel de 5,5% mensual se hará realidad el propósito de una tasa positiva, pues el inversionista recibiría una remuneración de 2,8%. Pero muestra su escepticismo: «La discusión sobre cuánto tiempo nos demoramos en llegar y si esa tasa real anual de 2,8% compensa el riesgo de una sorpresa inflacionaria», argumentó.
Entre los que apoyan esta posición se encuentra el consultor salvador di stefanomuy escuchado en el ámbito agrícola, quien afirma que en la economía actual una tasa del 69,5% es más «paloma» que «gavilán» y deja abierta la posibilidad de una ampliación de la brecha cambiaria.
Di Stéfano hace una comparación con lo que paso en brasildonde la tasa de política monetaria es de 13,25% frente a una inflación de 10% y resultó en una fuerte entrada de capitales que apreció el real, además de elevar el precio de los títulos públicos.
A pesar de la fuerte subida de tipos, algunos analistas lo ven como un movimiento pesimista.
“En el caso de Argentina, una movida agresiva hubiera sido una tasa de política monetaria en torno al 80% anual, algo que no sucedió, pero podría suceder en el futuro”, dice el analista.
Su previsión es que los inversores comparen el rendimiento que ofrecen las nuevas tasas -96% a un año- frente a la expectativa de una subida de…
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Fuente: iprofesional.com