Las intensas lluvias de los últimos días, con los niveles más altos en décadas en algunos lugares, están provocando graves inundaciones y daños materiales en el sureste de China, donde el agua ya ha afectado a medio millón de personas, forzado el cierre de fábricas y escuelas y arrasado propiedades con No hay señales de desaceleración en el corto plazo.
Medios estatales como el Diario del Pueblo aseguran que ya hay más de 100 ríos cuyo caudal está «más allá del nivel de alarma». Entre las provincias más afectadas se encuentran Fujian, Guanxi y Guangdong, donde el nivel del famoso río Perla ha alcanzado su punto más alto en casi un siglo.
Después de días de fuertes lluvias, las autoridades de Guangdong elevaron su nivel de alerta al nivel más alto el martes. Como consecuencia, se cerraron escuelas, fábricas y comercios y se suspendió el transporte público en las zonas más afectadas. Cientos de miles de personas han tenido que ser evacuadas, especialmente de zonas cercanas a cursos fluviales, y los daños materiales en viviendas, cultivos y otras instalaciones superan ya los 250 millones de euros.
Es el caso de la ciudad de Shaoguan, en el norte de la provincia, donde las imágenes captadas este miércoles muestran a sus vecinos intentando abrirse paso por calles inundadas, con el agua llegando al techo de los coches, o limpiando el barro de comercios y edificios
El área del delta del río Pearl alberga dos de los principales pilares económicos de China: la capital provincial, Guangzhou, y la ciudad de Shenzhen, el epicentro tecnológico del país, así como otras ciudades más pequeñas pero densamente pobladas repletas de fábricas. . Por ello, se teme que las lluvias afecten a las cadenas productivas y de suministro nacionales e internacionales, que ya se encuentran bajo una fuerte tensión por la guerra en Ucrania o las restricciones chinas para frenar la pandemia.
Desde Beijing, el primer ministro chino, Li Keqiang, llamó a las autoridades locales a intensificar sus esfuerzos para controlar las inundaciones y rescatar a la población, y reiteró la importancia de garantizar una producción agrícola estable.
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China no es ajena a las lluvias torrenciales y las inundaciones, fenómenos cíclicos que azotan el sur y centro del país cada año durante los meses de verano, pero que se agravan con el paso de los años y el calentamiento global. El año pasado, unas 400 personas murieron en la provincia central de Henan a causa de un diluvio descrito por los medios estatales como «el peor del milenio».
Gracias a su desarrollo en las últimas décadas, Pekín ha conseguido sacar de la pobreza a millones de personas, especialmente en las zonas rurales, y convertirse en una superpotencia económica. Pero en el camino, también se ha convertido en el mayor contaminador del mundo, con sus emisiones de gases de efecto invernadero superando las de todas las naciones desarrolladas del mundo combinadas.
Consciente de su fragilidad, el país ha hecho de la lucha contra el cambio climático una de sus prioridades y ha invertido ingentes sumas de dinero en programas de reforestación, mecanismos de control de inundaciones o para acabar con las perniciosas nubes de humo que cada año engullen la capital y otras ciudades.