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“Si quieres destruir un país, destruye su moneda” – Perú

Profesor de Economía de la Universidad del Pacífico

El título de esta columna es una famosa expresión atribuida a Vladimir Lenin, el infame líder de la revolución socialista rusa de 1917. Los peruanos con algunas canas pueden dar fe de la veracidad de esta expresión.

El desorden fiscal y monetario de los gobiernos militares y civiles de las décadas de 1970 y 1980 creó un proceso hiperinflacionario que nos trajo recesión económica, pobreza y nos puso al borde de la guerra civil. Peor aún, las consecuencias de aquel desorden y farsa económica de hace cuarenta años las seguimos pagando aún hoy.

Entre muchos otros efectos, los actuales déficits del Sistema Nacional de Pensiones, de la Caja Militar y Policial y de otras cajas estatales de pensiones se originan en esa época y tienen que ser financiados hoy con los impuestos que pagamos todos los peruanos. Específicamente, alrededor del 5% al ​​10% de los ingresos tributarios han sido y son utilizados para cubrir los pagos de pensiones debido a que las contribuciones de los contribuyentes de estos fondos fueron «cajones» por los gobiernos de turno.

Otro ejemplo: el Fondo Nacional de la Vivienda (Fonavi) creado en 1979 también corrió la misma suerte y hoy estamos viendo como le devolvemos cerca de S/ 40.000 millones a sus aportantes. Bien, lo has adivinado, querido lector. Este dinero también saldrá de nuestros impuestos.

Con la lección aprendida y en un arrebato de sabiduría, los gobernantes de los noventa pusieron dos cerrojos legales para evitar que en el Perú se repita un proceso hiperinflacionario. En primer lugar, en diciembre de 1992 se promulgó la Ley Orgánica N° 26123 del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), que en su artículo primero establece la total independencia de esta entidad de cualquier gobierno en el poder y en su artículo segundo establece que su única misión es “preservar la estabilidad monetaria”.

En segundo lugar, y para que no quede duda de lo primero, la Constitución promulgada en 1993 en su artículo No. 84 también establece la autonomía del BCRP y -abundando- dice al pie de la letra: “Se prohíbe al banco (BCRP) otorgar financiamiento al fisco (Gobierno Central)”. Los economistas nunca o casi nunca estamos de acuerdo en nada, pero creo que sería difícil encontrar a alguien que cuestione que uno de los pilares del crecimiento económico peruano en los últimos treinta años ha sido el orden monetario y la estabilidad de nuestra moneda.

En ese contexto, las declaraciones del flamante ministro de Economía Kurt Burneo sobre la necesidad de «armonizar» la política monetaria (a cargo del BCRP) con la política fiscal (a cargo del Ministerio de Economía) no tardaron en hacer más de uno nervioso . En lo personal creo que el señor Burneo tiene razón, siempre hay que hablar, coordinar políticas e intercambiar ideas y no creo que esté pensando en atentar contra la independencia del BCRP de ninguna manera. Sin embargo, en estos tiempos convulsos, con un gobierno tan desacreditado y proclive al populismo, el momento de estas declaraciones es terrible.

El descrédito de la actual administración, su propensión al populismo y la falta de confianza de la población nos hacen dudar de todo. Además, lo que inocentemente comienza como reuniones de coordinación puede convertirse fácilmente en otra cosa. Imagínese dentro de un par de años sin Kurt Burneo como ministro y/o sin Julio Velarde como presidente del BCRP, lo que podría estar “armonizando” a sus sucesores. El diablo está en los detalles, una buena intención puede llevar a acciones desastrosas.

La reacción de los economistas a las declaraciones del nuevo ministro es probablemente un poco exagerada. Después de todo, dicen que el que una vez se quemó con la leche caliente, ve una vaca y llora. Sin embargo, en este punto en particular, prefiero errar por ser demasiado breve. Preservemos a toda costa el orden macroeconómico que tanta sangre, lágrimas y sufrimiento nos ha costado lograr.

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Titulares de Perú

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