Son más de 300 imágenes tomadas durante la guerra de 1982. Se pueden ver en una muestra con entrada gratuita.
los fantasmas de la Guerra del Atlántico Sur Jamás extirpados definitivamente del imaginario popular -mucho menos de la conciencia de sus propios protagonistas- resuenan estos días en los pasillos de la galería Arte x Arte de Buenos Aires, en Lavalleja 1062.
La exposición de fotografías y relatos en primera persona Malvinas. Sí estuve allí» abre al público en ese espacio de Villa Crespo de martes a viernes de 14:00 a 20:00 horas y los sábados de 14:00 a 19:00 horas, hasta el jueves 22 de diciembre. con entrada gratuita.
Las 320 imágenes expuestas en las paredes de la planta baja y el primer piso constituyen solo una fracción del formidable trabajo de investigación realizado por los fotoperiodistas. Martín Felipe y Diego Sandstede en 2007, cuando comenzaron a recorrer el país para entrevistar a soldados veteranos de la guerra que guardaban un tesoro único: fotografías propias guardadas en su versión en papel, grabados en las islas durante el conflicto armado con sus cámaras. Una perspectiva alejada de la mirada profesional y del punto de vista sesgado de los jefes militares.
Esta laboriosa labor de relevamiento y puesta en valor, reforzada por las sugerentes voces de las ex colimbas cuarenta años después, engrosó el archivo «Malvinas, memoria de la espera», una colección de más de 800 fotografías llevado por primera vez más allá del ámbito personal y familiar.
Los gestos cándidos de chicos de 18 años obligados a adaptarse a una situación excepcional, abrazos llenos de sonrisas en abril -días antes del primer bombardeo de las fuerzas británicas-, rostros expresivos junto a miradas desvaídas cuando la derrota precipitó el final, la paisajes desalmados del otoño de Malvinas -atravesado en todo momento por el viento y el frío implacable-, la soledad de un soldado haciendo guardia en la inmensidad de césped y piedra, ahí están, plantados ante los ojos sin censura, en una larga secuencia de planos desenfocados, desvaídos y desdibujados por el paso del tiempo o matizados por la pátina oscura de la penumbra de la trinchera.
Así, crudas y sin intervención, las imágenes compartidas por cuarenta veteranos de la guerra no plantean una epopeya. Sólo se limitan a dar cuenta de la tragedia a su manera. Sin habérselo propuesto, cuestionan a toda una sociedad sobre la experiencia de una guerra que, aún hoy, para muchos argentinos parece ser la representación de un hecho tan lejano como ajeno.
“Esta muestra apela a las fotos que dicen cosas. Es claro que los soldados primero percibieron que iban a una aventura y las imágenes rescatan el lado emocional, sensible y simbólico. Por ello, los visitantes se quedan con la expresividad de las imágenes. Se nota un sentido de la estética, a pesar de que los fotógrafos no eran profesionales”, explica el coordinador y guía Mariano Jorge, nacido tres años después de la Guerra de Malvinas.
Las historias de 22 excombatientes recogidas en un video de una hora resuenan entre las paredes del segundo piso de la sala. Recrean cómo cada uno viajaba como podía esa bisagra que partió sus vidas en dos, mientras recuerdan las peripecias que sufrieron con sus cámaras y rollos para no estorbar.
Las fotos proporcionadas por Héctor Ubieta honran a su tía, quien le prestó su cámara Kodak Instamatic 126 antes de que el militar reclutado viajara a Puerto Argentino. Por su parte, Sergio Serangeli se refiere a su máquina Ektralite 400 de 110 milímetros como “una cámara muy moderna para la época”.
Antonio Lencina logró recuperarse de las heridas que sufrió en Darwin y conservó cuatro fotos de la salida del tren que lo llevó de Mercedes al Sur con sus compañeros del Servicio Militar. Rubén Pablos conservó 18 fotografías que tomó con la cámara del teniente Jorge Guidano. Mientras tanto, Alejandro Liébana recuerda que tuvo el buen sentido de comprar una cámara en Río Gallegos antes de tomar el vuelo a Malvinas.
Imágenes de Miguel Francisco García recuperándose en camilla en el buque hospital de bandera británica Canberra fueron registrados por el traumatólogo que controló la evolución del soldado argentino tras la rendición. “En la madrugada del 21 de mayo de 1982 entramos en combate cuerpo a cuerpo en San Carlos y me dieron un balazo en el fémur, una fractura expuesta”, relató García en un impresionante tiempo presente.
Por su parte, Daniel Mussis es pura emoción, cristalizada entre una multitud de militares fusionados con familiares y vecinos, en una imagen que refleja el alivio de los colimbas que regresaron a su hogar en La Plata tras sobrevivir a la tragedia.
Pero ese documento gráfico tiene un valor adicional. Cuando fue hecho prisionero por oficiales ingleses, Mussis escondió el rollo entre sus piernas y rompió su cámara Kodak. Otros colegas suyos eligieron el mismo método para preservar el material y preservarse a sí mismos. Es que, gracias a ese mínimo artilugio puesto al noble papel de captar las vicisitudes de un grupo de compatriotas en situaciones reales, ese puñado de soldados se propuso traer conmovedoras revelaciones al continente. Nada menos.
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Fuente: Titulares.com