Tierra de Tigre, país, asado. Una noche más en el norte, recibe al matrimonio de Sergio Massa y Malena Galmarini (mitad participando de la cena). Lo inesperado, tanto que merecería un impuesto a las ganancias por parte de Guzmán, fueron los invitados: todos economistas, cercanos a la cabeza de la Cámara de Diputados durante mucho tiempo, pero algo olvidados por el anfitrión. Incluso más de uno avisó que ya no estaba en el mismo radio de acción. Pero el encuentro da pie a más de una especulación.
Parece que la política hizo que Massa se olvidara de la economía, aunque nunca apartó los ojos de la negociación con el FMI, intervino en esa operación, y más de uno se ha convencido de que ha colaborado en la fusión de determinados negocios (por ejemplo, la venta de Mindlin en Edenor al connubium encabezado por José Luis Manzano). Su mayor tarea la ha dedicado a la balsámica ya veces fracasada gestión para evitar el descuido del Presidente con el Vice. Ya sea por ese ejercicio o por otras intenciones, lo cierto es que le ha llegado el momento de convocar a especialistas económicos, aunque sea por amor.
El cambio de actitud, su pedido de opiniones, también su opinión contraria a la gestión de Guzmán planeada sobre los hambrientos invitados: el futuro casamentero Martín Redrado, el exministro Miguel Peirano, el racinguista Diego Bossio, el responsable del Indec Marco Lavagna, más los ascendientes Lisandro Cleri y Martín Rapetti. Un equipo si estuvieran integrados y dispuestos a ocupar espacios en el gobierno, a pesar de que cada uno —por lo general— trabaja por su cuenta y, con Massa, apenas mantienen una relación amistosa desde hace años. Interrumpido en más de una ocasión. Pero lo que puede ser un asado para saborear una buena carne a veces se convierte en una expresión de interés político.
Ya sea por la falta de contactos en los últimos tiempos o por la cantidad de voces que escuchar, lo cierto es que la velada se prolongó con la certeza de que Massa -que, como se sabe, duerme menos horas de las que proclamó el periodista Neustadt hace muchos años- persigue el mismo propósito: crear una especie de consejo económico y social que cubra la mayor parte de las áreas bajo una misma dirección. Obviamente tuyo. Cree que la administración está dispersa, le falta unificación. Un claro indicio de que no comparte lo que hace Guzmán, tardío en los trámites (con deudores particulares, con el mismo Fondo) y dedicado exclusivamente a un tema con exclusión de otros exigidos por el Ministerio.
Ha discutido su idea con el Presidente y no la abandona, aunque sabe que Guzmán aparece cada vez jodido por la determinación del Ejecutivo, ciertas opiniones extranjeras (el atrevido embajador norteamericano) y una serie de conocidos empresarios que , por temor al regreso de un cristianismo influido por Kicillof, podría aceptar en el Palacio de Hacienda a Bela Lugosi, Nosferatu o el Conde Vlad Tepes. Aunque si por esas coincidencias, algunos de esos personajes fueran ministros, también le darían la misma bienvenida que a Guzmán. Él es un clásico.
Massa entiende, en su propuesta, que el gobierno debería reducir el número de ministerios. Al menos la mitad. Algo similar es patrocinado por Redrado. Debe pactar con Lavagna una iniciativa de padre en materia de asesoramiento económico y un compromiso general en una serie de medidas básicas. Para los invitados, hubo una juiciosa opinión del anfitrión: anticipó que difícilmente cualquier iniciativa de aumento de impuestos prosperará en el Congreso. Un dardo al cristianismo que, ahora, se pega al «albertismo» para imponer un impuesto a las ganancias extraordinarias.
También confió que, desde Europa, Alberto había comentado el acuerdo general de que la guerra en Ucrania podría continuar en el tiempo y, por tanto, su impacto económico merece un repaso. En otras palabras, la crisis de los mercados no sería momentánea. Otro elemento común fue la observación política de que el extenuante bombardeo de la cristiandad al ministro Guzmán ha logrado consolidarlo en el poder, aunque este fortalecimiento parece verse afectado por las tasas de inflación o las fluctuaciones del dólar blue. Hay 60 días para observar esos comportamientos. Es asumido.
Como el dueño de la casa organizó la reunión, la mayor parte de la conversación estuvo relacionada con la forma en que los invitados podían colaborar para ayudarlo a moderar la crisis, el conflicto de alto nivel y la estabilidad general. Massa tiene un proyecto, quizás con la compañía de alguno de los asistentes, que navega sin destino puerto.
Puede ser más personal que colectivo: ya dijo que suspendió cualquier operación para convertirse en candidato presidencial, que desde la Cámara de Diputados no se puede aspirar a un cargo más alto. Por tanto, si nada cambia, a los 50 años completará un ciclo en 2023. Quizás hasta político. Ninguno de los asistentes cree que esa vocación de eventual retiro sea cierta, más cuando él mismo pide ayuda y reuniones más frecuentes para evitar un mayor lío en la economía argentina. Hay que mirar los próximos dos meses para ver el tipo de desenlace que provoca una cumbre económica de este tipo en una casa de Tigre.
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Fuente: diariocordoba.com.ar