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Turquía, el socio en la línea del frente

Hasta el último minuto. Turquía ha podido mantener el pulso al resto de la OTAN, gracias a su condición de socio estratégico. Valor que ha aumentado con la guerra en las costas del Mar Negro.

Por muy altas que fueran las presiones de todos los ministerios de Exteriores, en un momento grave de la historia de Europa, las llaves del Estrecho de Turquía, que conecta el citado mar con el Mediterráneo, siguen donde estaban.

Tras 70 años en la OTAN, Ankara se ha permitido aguantar hasta el último minuto

Aunque está por verse la concreción de las concesiones que la presidencia turca dice haber arrebatado a Suecia y Finlandia, el peso de Ankara en la organización ha quedado demostrado.

Para aquellos que ven a los países nórdicos como socios mucho más adecuados para la OTAN que una nación musulmana con problemas, Recep Tayyip Erdogan les recordó ayer que Turquía ha estado en sus filas durante la friolera de setenta años. Más que la República Federal de Alemania.

También se puede decir que los turcos pagaron con su sangre el acceso a la alianza occidental, en lo que fue una especie de recompensa de Washington por sus sacrificios en la Guerra de Corea.

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Vendrían muchos más, como país fronterizo con la Unión Soviética. La famosa crisis de los misiles, en tiempos de JF Kennedy, tuvo una famosa dimensión cubana y una mucho más discreta dimensión turca.

Hoy, como entonces, Estados Unidos mantiene un número indeterminado de ojivas nucleares -alrededor de 50- en territorio turco, supuestamente en la base aérea de la OTAN en Incirlik. Aunque no es el único país europeo que participa en este programa, es el más expuesto al ser el más cercano al territorio ruso.

Este riesgo no es motivo de debate en un país marcial, donde el culto al general Atatürk sigue siendo el centro de los programas escolares y donde los niños, más que futbolistas, sueñan con ser soldados.


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A pesar del supuesto laicismo de la institución, hoy como ayer, los quintos acuden a los militares coreando en árabe, en la terminal de ómnibus, «¡Ya Alah, Bismilah, Alahu Akbar!».

Aunque la alusión a la grandeza de Alá pueda parecer poco atlantista, lo cierto es que el apoyo a la OTAN es mayor en Turquía que en cualquier otro país. Esta es transversal en la clase política y algo mayor entre los votantes de la coalición islamista AKP de Erdogan y el ultranacionalista MHP.

Se puede argumentar que los turcos hacen de la necesidad una virtud y que una Turquía fuera de la OTAN, con Grecia dentro, estaría en una posición más débil en Chipre y en sus disputas en el Mediterráneo Oriental.

Erdogan tuvo ayer unas palabras sarcásticas para Atenas: «Grecia ha cedido nueve bases militares a EE.UU. ¡Dicen que es para contener a Rusia!».

El atlantismo turco ha sobrevivido incluso al intento de golpe de Estado de 2016, que fue condenado con más rapidez y firmeza en Moscú o Caracas que en Bruselas o Washington.

Sin ese episodio, en el que decenas de F-16 tomaron como rehén al país, difícilmente Erdogan hubiera apostado por su adquisición más controvertida. Baterías antiaéreas rusas S-400, diseñadas para derribarlas. Una compra que le ha costado muy cara a Turquía, apartada del programa estadounidense F-35, en cuya fabricación participó.

El desbloqueo en el Congreso de Estados Unidos de la venta
de 40 cazas F-16 ocuparán un lugar destacado en el enfrentamiento de hoy entre los presidentes
Erdogan y Biden.

Antes de tomar el avión, en Ankara, Erdogan había sido tajante: «No esperamos palabras sino acciones».

Tampoco debemos olvidar que el ejército turco es el segundo más poderoso de la Alianza, activo recientemente en Siria, Irak, Libia, Chipre y Azerbaiyán. Su programa de modernización -e indigenización- comenzó mucho antes de que los atlantistas llamaran a gastar el 2% del PIB en defensa.

Hasta ayer, las tácticas dilatorias de Turquía alimentaban su imagen de equilibrio entre Moscú y Kyiv, algo que ningún otro socio de la OTAN permitiría. Esta ambigüedad le ha hecho acariciar una cuarta operación militar en el norte de Siria, para la que necesita la doble luz verde de EEUU y, sobre todo, de Rusia. Su objetivo declarado, una franja de 30 kilómetros al sur de su frontera, libre de milicianos
kurdo

Por ahora, Erdogan afirma haber obtenido de los nórdicos, por escrito, todo lo que exigía. Así que volverá de Madrid cargado de motivos para las elecciones del próximo año, que tiene cuesta arriba.

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