“Aquella mañana en que la odié más que nunca, mi madre cumplió treinta y nueve años. Era bajita y gorda, tonta y fea. Era la madre más inútil que jamás haya existido. La miraba desde la ventana mientras esperaba junto a la puerta como una mendiga.” Así comienza una novela de amor. De un amor contradictorio, lleno de rencor. Los primeros capítulos se cuecen a fuego alto en cantidades casi insoportables de odio y rencor. Aleksy, el narrador, es un artista consagrado, tiene un problema de sequía creativa y recurre a un analista, allí recuerda el verano que pasó con su madre, en un pueblo de la campiña francesa, después de salir de la institución psiquiátrica inglesa donde Fue ingresado. Era un adolescente con problemas de conducta que odiaba a su madre. Producto de una familia desintegrada de inmigrantes polacos: su hermana murió, el padre alcohólico los abandonó y su madre lo ignoró: «ni querido, ni deseado, ni descartable». ..” Las frases hirientes se suceden sin anestesia, por momentos destilan verdad: “…éramos restos humanos -pólipos y quistes, y hasta extirpados-, pero teníamos pretensiones de riñones y corazón.” En otros, fina observación: «cuando tienen dinero, a los pacientes psiquiátricos se les llama excéntricos».
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