Publicado:
29 de julio de 2021 01:40 GMT
La ‘almeja japónica’ se introdujo en Portugal como un experimento para purificar afluentes con desechos industriales, pero se convirtió en un problema difícil de resolver.
Lo que comenzó como un «experimento medioambiental», que consistió en introducir ciertos tipos de almejas japonesas para intentar depurar los ríos Tajo y Sado, en Portugal, contaminado con mercurio, plomo, cadmio y biotoxinas, se ha convertido en un problema de salud pública que pone en peligro la vida de miles de personas que podrían consumirlo.
El proyecto comenzó hace años en la provincia portuguesa de Setúbal, cuando los expertos introdujeron las llamadas ‘almejas japonesas’ (capaces de absorber contaminantes) en la zona afectada, con la intención de reducir los niveles de toxicidad de esas aguas infectado por residuos industriales.
A lo largo de los años, la iniciativa, que parecía un plan esperanzador, se ha convertido en «un problema de salud pública» de difícil solución, según manifestó esta semana a EFE el titular de la División Técnica Ambiental de la Guardia Nacional Republicana (GNR), teniente coronel Ricardo Vaz Alves.
El problema de la ‘japónica’ es que es un molusco muy apreciado en el mercado internacional por su sabor y su capacidad de conservación, algo que tienen en cuenta los cazadores furtivos, que las capturan en zonas contaminadas para ofrecerlas a los consumidores de Portugal, España y otros países, donde podrían llegar redes de contrabando capaces de comerciar hasta más de 14 toneladas de mariscos.
A pesar de su alta toxicidad, las almejas japónicas siguen teniendo compradores porque, tras someterse a niveles adecuados de depuración, pueden consumirse. El problema es que las redes furtivas no se molestan en descontaminarlas, por lo que acaban provocando problemas de salud graves en quienes los ingieren, incluida la muerte.
Lo más preocupante, dice Alves, es que las redes de pesca que comercializan esa almeja tóxica también han logrado falsificar documentos falsos sobre el origen del molusco, con el que un producto no es apto para el consumo humano. puede acabar vendiéndose legalmente en los supermercados de España y Portugal, o distribuirse desde allí a otros países de Europa.
Desmantelar el tráfico ilegal
Según Alves, la eliminación de la almeja tóxica «es casi imposible». En su opinión, lo que deberían trabajar las autoridades portuguesas y españolas es atacar el «enfoque prioritario» que representan las redes de distribución ilegal.
Afortunadamente, dijo, ambos países trabajan juntos para frenar ese mercado furtivo, y en sus acciones han logrado identificar varios frentes de pescadores que recolectan la almeja tóxica.
Solo en Lisboa, por ejemplo, las autoridades estiman que unos 1.400 pescadores lo recogen ilegalmente. Lo mismo ocurre en los ríos Tajo y Sado de Setúball y en las aguas bajo el puente Vasco da Gama, el más largo de Europa, que une Lisboa con Alcochete.
Alves sostiene que Los niveles de comercio de almejas en Japón son muy altos. Cabe destacar que el pasado mes de mayo se incautaron 1,5 toneladas de esta especie, no apta para el consumo. Además, según medios españoles, en 2019 y 2020 se produjeron importantes incautaciones, una de más de 16 toneladas en Vigo (España) y otra cercana a las 3 toneladas en O Porriño (Pontevedra, España)
«No son solo los mariscos, hay una cadena completa arriba«, advierte Alves, quien detalla que vehículos» de alto valor «se han involucrado en operaciones de control, lo que hace sospechar que detrás del tráfico de moluscos hay organizaciones criminales que lo utilizan como una» actividad paralela «. «
Fuente: RT.com
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