Una explosión en una mezquita en el noroeste de Kabul durante la oración del atardecer ha causado más de una treintena de víctimas. Un agente citado por al-jazeera da la cifra de veinte muertos, mientras que un oficial talibán habla de treinta y cinco, incluidos los heridos. El Hospital de Urgencias de la capital afgana dice haber recibido veintisiete pacientes, incluido un niño de siete años. Según algunos testigos, el relativamente conocido imán de la mezquita estaba entre los muertos.
El barrio de Khair Khana, donde se produjo el atentado, es uno de los que mayor presencia de hazaras -chiitas con rasgos mongoloides- tiene en Kabul. Los talibanes celebraron hace apenas dos días el primer aniversario de la toma de la capital afgana.
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A la rendición del ejército regular siguió, quince días después, la salida precipitada de los últimos soldados estadounidenses y tres semanas después se extinguió el último foco de resistencia en el valle de Panshir. Desde entonces, ha seguido habiendo atentados terroristas, generalmente de carácter sectario, como probablemente el de hoy, aunque menos que bajo el gobierno anterior.
Los talibanes, furiosamente suníes, son ahora los encargados de velar por la seguridad de los chiítas, por lo que durante este mes de Muharram han multiplicado la presencia armada en las mezquitas de este credo. Aunque el ataque aún no ha sido reivindicado, el fantasmal Estado Islámico en Khorasan se ha atribuido la responsabilidad de masacres similares en el pasado.
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Un portavoz del autodenominado Emirato Islámico de Afganistán ha condenado la explosión y ha asegurado que «los asesinos de civiles pronto serán capturados y castigados».
Por otro lado, hoy se ha conocido, a través de un comunicado de su Ministerio de Defensa, que uno de los pocos comandantes de la etnia hazara y credo chiita integrados en los talibanes ha sido asesinado a balazos en Herat, cuando intentaba huir. a Irán Mehdi Mujahid había sido destituido de sus funciones en Bamiyán y se había retirado cerca de la frontera con algunos fieles.