Comenzó una nueva campaña de fina para Argentina con una estimación de 6,5 millones de hectáreas para trigo y 1,15 millones de hectáreas para cebada. En los últimos años, el país muestra una tendencia a incrementar el área de siembra de estos cultivos, junto con el maíz, lo que se traduce en una rotación más equilibrada, con beneficios en cuanto al balance de carbono del suelo y también la reposición de nutrientes a nivel nacional.
Pasando a los cultivos finos, estamos en medio de tomar decisiones sobre la fertilización de los lotes, en una campaña con relaciones insumo / producto que se han deteriorado en comparación con la anterior. Esto implica que debemos poner el énfasis como nunca en el “lema” de GAP con respecto a la fertilización: las “4Rs”, una fuente correcta (Right Source), en la dosis correcta (Right Rate), en el momento correcto (Right Time) y en el lugar correcto (lugar correcto). Si pensamos en esto de manera integral, y con la tecnología disponible, ya no es suficiente evaluar el diagnóstico a nivel de unidad de campo o lote, ni enfocar el análisis solo en nitrógeno y fósforo.
En cuanto a la unidad de análisis, Hoy tenemos herramientas disponibles para realizar un manejo diferenciado evaluando el potencial y la disponibilidad de nutrientes en ambientes intralote, que abre un mundo de posibilidades, y donde todavía no tenemos un manual. Cada ambiente tiene particularidades de suelo, pendiente, profundidad irregular, napa y más.
Sucede que, aun teniendo dudas sobre las potencialidades de cada entorno, estaremos haciendo un mejor diagnóstico en cuanto a evaluar el lote en su conjunto. Las variaciones de rendimiento del 15-20% implican ahorros en la fertilización con nitrógeno del orden del 10% sin tener en cuenta los impactos positivos en las áreas con mayor potencial o las ventajas comerciales de homogeneizar la calidad lograda, tema que en cebada puede ser muy deseable.
Los entornos limitantes con sobrefertilización involucran proteínas que pueden estar fuera del estándar y reducir el tamaño de grano. En otro sector con mayor potencial, puede ocurrir la situación inversa donde la proteína cae por debajo del estándar.
Cuando comenzamos a mirar de cerca los ambientes, comenzamos un ciclo virtuoso evaluando el diagnóstico anterior año tras año y comienzan a surgir inquietudes con respecto a la evaluación de nutrientes como azufre, zinc y otros micronutrientes. Gracias a los avances en la tecnología nutricional, tenemos la posibilidad de diagnosticar no solo el suelo, sino también el tejido foliar.
También podemos, mediante el uso de sensores, realizar un seguimiento dentro del cultivo del estado nutricional para poder actuar en etapas avanzadas si es necesario. Una vez que se diagnostica la necesidad, En la actualidad existen productos disponibles con un desarrollo tecnológico que permite suplir carencias desde la siembra en mezclas o impregnaciones, con el fertilizante base, hasta etapas avanzadas con aplicaciones foliares, con productos que pueden contener uno o más nutrientes, según la necesidad.
El retorno o margen de fertilización se verá fuertemente afectado por lo precisos que seamos en el cumplimiento de las «4Rs», desde el análisis del suelo hasta el seguimiento del cultivo a través de tiras de suficiencia, sensores remotos y toda la paleta de herramientas que podamos. usar.
Esta visión también implica que estamos respondiendo a la comunidad sobre el impacto ambiental generado por las prácticas de cultivo. Producir eficientemente no es usar más insumos, es usarlos mejor, y para eso necesitamos lo mejor de cada jugador en el campo.
El autor es un ingeniero agrícola y experto técnico de campo de Nutrien Ag Solutions.
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Fuente: lanacion.com.ar