Las cifras dicen que el peronismo logró u obligó a una sola lista en 17 de los 24 distritos del país, comenzando por la provincia de Buenos Aires. En cinco casos, con Santa Fe y Tucumán en un lugar destacado, los internos se resolverán en el STEP. Y en dos, la lucha es con sello y estructuras diferentes: Córdoba, con el tradicional PJ y el Frente de Todos enfrentados, y Santa Cruz, donde se rompió el tejido triunfal de hace un par de años. Hay matices en todo lo que cuenta. Y la lectura política es aún más compleja. La unidad como fenómeno interno más extendido está lejos de mostrar un alineamiento directo con Olivos.
En gran medida, la unidad debe entenderse como una exhibición de diferentes movimientos. Y eso es lo más engañoso como imagen global. No es la expresión de un solo liderazgo plantado en la Presidencia. De lo contrario. Ocurre en el marco de la larga lucha del poder central, entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Y en consecuencia, el posicionamiento de los jefes provinciales no opera para ubicarse decisivamente en uno u otro lado del gran interior, sino para afirmar su propio capital en la perspectiva de una batalla postelectoral.
En otras palabras: una tradición del peronismo en el poder parece rota. Esta tradición indica, a grandes rasgos, un alineamiento vertical de la Nación a las provincias. Hay gobernadores que se sentirían más cómodos con el Presidente que con CFK y un puñado que al revés, pero en cualquier caso ven un panorama interno inquietante y buscan preservar “sus” territorios.
La expresidenta demostró con la asamblea de la lista en Buenos Aires que ese es su principal dominio. Eso sí, el duro kirchnerismo y ella misma no descuidaron otras provincias, en todos los niveles, es decir, desde concejales hasta legisladores provinciales, pasando por diputados nacionales y senadores.
Abundan los ejemplos. El último y más poderoso se refiere a Santa Fe, con el giro que desalojó a Agustín Rossi -y al propio círculo presidencial- al pactar con Omar Perotti para mantener a María de los Ángeles Sacnun en la contienda. Asimismo, CFK apoyó la candidatura de otra integrante de su círculo, Anabel Fernández Sagasti de Mendoza, y empujó a Carlos Caserio de Córdoba en la lucha contra Juan Schiaretti y Juntos por el Cambio.
La distribución de líneas en la lista de Buenos Aires es en sí misma significativa. El mandatario logró mantener a Victoria Tolosa Paz en primer lugar. Pero en el recuento de plazas “para salir” -con posibilidades de conseguir un escaño en Diputados- una decena de alrededor de diecisiete fueron decididas por el expresidente. Hubo malestar en los movimientos sociales y en algunos sectores sindicales por las porciones afectadas. Pero al mismo tiempo, intercambio de favores con los jefes comunales para mantener la unidad en cada municipio. Una pregunta, desde fuera, es qué efecto puede tener la candidatura de Florencio Randazzo: no auguran una cosecha fuerte, pero la cuestión es quién está restando esos puntos.
El panorama de la mayoría de los gobernadores expone realidades distintas, aunque en general con cuidado de las formas en la relación con el gobierno central. Los reproches y recelos son, sin embargo, algo habitual, con notorios roces como sucedió este año antes del regreso de las fuertes restricciones por el coronavirus. Y sobre temas que afectan las producciones de algunas regiones: entre los más cercanos, las limitaciones a las exportaciones de carne y el nuevo esquema de biocombustibles.
Los jefes provinciales no necesariamente están tomando la relación con el presidente o el vicepresidente como un elemento central de la campaña. Ellos se encargarán de la forma y el discurso, pero en general, ese no fue el dato central para pactar o imponer una lista única en sus territorios. La idea de «cablear» la provincia se expresa de forma más conservadora o menos rudimentaria según los casos. Y mezclar liderazgos nuevos y viejos. De Formosa, con Gildo Insfrán, a Entre Ríos, con Gustavo Bordet; San Juan, con Sergio Uñac, y Chaco, con Jorge Capitanich.
Las intrigas también aportan las suyas. Santa Fe es quizás el mayor ejemplo de tensiones cruzadas. Perotti defendió sus posiciones en la directiva, con el plus de ser el eje de la campaña contra un electorado difícil por la crisis y más si privilegiaba la alineación del partido gobernante a nivel nacional. La propia lista nació de un acuerdo con CFK, que luego fue avalado por Alberto Fernández. Rossi luego perdió el apoyo – y antes, el impulso – de Olivos y se despide del Gabinete. Veremos ahora cómo continúa el juego, y su dimensión real, de camino al 12 de septiembre.
Tucumán es otro caso de fuerte lucha interna. Como era previsible desde hace meses, Juan Manzur armó su juego con el grueso del peronismo, pero debe ir a las PASO con su vicio, Osvaldo Jaldo. Hubo algún gesto confuso de CFK, cuando en un acto porteño ironizó sobre Manzur, pero luego habrían zanjado, de nuevo, las relaciones. El mandatario lo apoyó -es mutuo, en cuanto al gran interno- y hubo gestos directos de Eduardo «Wado» de Pedro, según destacó en el oficialismo como cierre del tema.
Este juego de doble respaldo, cuando existe incluso en las formas, es un signo de liderazgo en discusión. La dependencia económica del poder central sigue siendo fuerte, y más aún en el contexto de la crisis económica y social agravada por el coronavirus. Sin embargo, la cuestión política parece haber sido el factor determinante en el extraño panorama actual. El presidente finalmente no avanzó en sus propias fuerzas armadas con el eje del tradicional PJ, ante las previsibles y ejecutadas ofensivas del expresidente. Es una lucha abierta, que en gran parte se resolverá después de las elecciones, en función de los resultados. Los gobernadores lo saben.
* Para www.infobae.com
Fuente: diariocordoba.com.ar