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A sus casi 80 años, Raphael tuvo su gran noche en el Luna Park

Raphael presentó su impecable show 6.0 en el Luna Park de Buenos Aires, lleno de fans de diferentes generaciones y marcado por la reinterpretación de sus grandes clásicos. El autor de “I am that one” propuso un emotivo viaje basado en seis décadas de éxitos internacionales en un recital lleno de sangre y pasión.

Casi tres horas donde el hijo pródigo de Jaén paseó su inconfundible estampa andaluza demostrando que mantiene un registro vocal intacto. Un verdadero fuera de serie.

Vivimos en esta época posiblemente uno de los momentos más emotivos en la historia de la música popular contemporánea mundial. Aquí es donde, poco a poco, grandes iconos de la canción internacional se despiden de los escenarios. Aquí es donde miríadas de aficionados de generaciones pasadas se despiden de sus guerreros, aquellos que ayer parecían forjados en el fuego inextinguible del Eterno.

Cada gesto fue seguido por una ovación que conmovió al Luna Park.

En este mismo Luna Park y hace unas semanas, el cantautor José Luis Perales abandonó para siempre los escenarios. En este mismo escenario, Palito Ortega, nuestro Rey criollo, termina su carrera. En esta ciudad de Buenos Aires, Kiss se despidió de su Armada.

Y en este pequeño pueblo de distancias reducidas que insistimos en llamar Tierra, una banda seminal como Génesis agitó así, sin más, el pañuelo de la despedida final.

Pero… ¿y Rafael?
Artífice de ese histrionismo desbordante tan propio, adorador de miradas salvajes, criatura inexplicable surgida en las entrañas de una familia humilde y trabajadora (su padre era albañil, su madre cosía), el Niño de Linares asomaba el olfato. en Buenos Aires con un atrevimiento digno de su época dorada.

Enfureciendo al dios griego Cronos, Rafael Martos tomó prestadas las tres cabezas de la divinidad griega. La del Hombre, la del Toro y por supuesto y sobre todo la del León. Porque el Hombre que anoche ocupó el emblemático estadio de boxeo, salió a este circo dispuesto a devorar hasta el último cristiano en las gradas.

Y no había dios que pudiera detenerlo.

Está claro: no hay edad para los fans de “El Niño”.

Treinta y tres canciones y dos horas y cuarenta minutos después, el público era un mar de pulgares apuntando al cielo. Nadie puede ser más Rafael que Rafael. Parece una verdad banal, pero es necesario repetirlo: nadie es más Rafael que Rafael. Ni Enrique Búnbury, ni ese famoso Dúo Dinámico, ni el legendario Olé Olé de Marta Sánchez, ni siquiera su gran amiga almodovariana Alaska.

Con este tipo luego rompieron el molde.

El espectáculo comenzó como una gran celebración.
Con un apretado sexteto sonando las fanfarrias de la entrada del ídolo andaluz. Y desde el primer minuto todo quedó en manos de su proverbial simpatía, de esa seducción que ha venido provocando el tsunami del “rafaelismo” en todo el mundo (la serie biográfica sobre su vida el rafaelismo se estrenará en este continente a partir del próximo agosto, gracias a Movistar+).

Anoche las canciones fueron una pobre excusa para mirar más de cerca al humano que noqueó a Time. Se trataba sobre todo de asistir a una ceremonia única, posiblemente de las últimas, donde todos, unos más que otros, intentaban descifrar el jeroglífico. Ese extraño misterio por el cual El Divo no envejece.

Pura imagen de Raphael en una noche llena de clásicos.

En la entrevista concedida por Raphael a este mismo diario, el de Linares aseguró que aunque se habían bajado algunas tonalidades de canciones, para ajustarse a su voz en las últimas etapas (inevitablemente algo cambió tras la enfermedad hepática que lo tuvo al borde de la muerte). ), sus grandes temas clásicos todavía se cantaban en la misma frecuencia. Y no mintió.

Himnos como I am that one, Say what they say, From that day or I was in love sonaron en la misma tonalidad de los originales, en un ejercicio vocal de impecable técnica (y en directo no hay Auto Tune que pueda disimularlo). ) con una afinación casi perfecta, absolutamente encomiable.

Y entonces se vuelve muy difícil no sucumbir a la abrumadora seducción de una cantante que venció a la propia Grim Reaper. Detrás de la sonrisa pícara y los ojos siempre brillantes de este artista que acaba de cumplir setenta y nueve años, se esconde un secreto que quizás nunca sea revelado.

Los fanáticos no querían dejar una Luna explosiva.

Pero lo más curioso del espectáculo Raphael 6.0 es que no hay espectáculo. Es El Niño defendiendo el pueblo de él con uñas y dientes. No hay grandilocuencia extrema, ni dispositivos teatrales, ni siquiera una gran orquesta apoyándolo desde atrás.

esto es puro rafael
La canción pop europea de finales de la década de 1950 y principios de la de 1960 produjo un maremoto que azotó muchas costas.

Desde la chanson francesa hasta las melódicas canciones italianas de San Remo, pasando por los grandes románticos españoles (Perales, Nino Bravo, Camilo Sesto, el primer Serrat entre muchos otros) que suenan, esos inconfundibles arreglos musicales (Ricard Miralles, sin ir más lejos ), esas letras (Manuel Alejandro) calaron rápidamente en el gusto de un público heterogéneo en otras latitudes.

Es el mismo sonido que podemos encontrar en las grabaciones de esos años de artistas como Leo Dan, Sandro, Leonardo Favio o Palito.

Pero anoche estuvimos frente a uno de los grandes responsables de todo el asunto.

Un cantante, un showman prodigioso
El espectáculo tomó tintes latinos a mitad de la función, donde Raphael sacó de la chistera y bien adentro maravillosas composiciones como Nostalgias (tango de Enrique Cadícamo y Juan Carlos Cobián estrenado por este último en 1935) y Malena (Lucio Demare-Homero Manzi). su estilo, adoro (del gran Armando Manzanero).

“Yo soy ese”, “Escándalo” y “Resistiré”, tres de los picos de la noche.

Continuó con Nadie conoce mi sufrimiento (vals peruano de 1936 escrito por el argentino Ángel Cabral) y una versión de La llorona que al menos iguala los goles de la costarricense Chavela Vargas, aunque solo en cuanto a desgarro y emoción. .

Con los artistas que en este período han estado celebrando ocho décadas de existencia (Paul McCartney, algunos de los Rolling Stones, Ortega, Tom Jones) suele haber división de opiniones entre su público.

Hay quien dice que es necesario retirarse a tiempo y con gloria, y hay la afición más acérrima que necesita disfrutar de sus ídolos hasta el último suspiro.

Susana y Lucía, fans de la primera hora de español, sentadas en la fila 24 del Luna Park, tienen su propia opinión al respecto: “Yo tengo la misma edad que Raphael, y creo que si el artista está en buenas condiciones físicas él tiene que seguir subiendo al escenario”, dice Lucía, mostrando una preciosa gorra roja con pompón y funda de pana a juego.

“No querido, eres más joven que Raphael -le asegura Susana a su lado izquierdo- lo que no querríamos sería ver a nuestro ídolo subiendo a cantar con un bastón, para que no dé una imagen desagradable, ¿entiendes? Mira lo que le pasó a Cacho Castaña por ejemplo. El pobre, tan buen cantor, se autodestruyó. Ahora vas a ver, cuando Raphael se vaya, lo completo que está”.

Criaturas perfumadas intachables y adorables que acompañan al artista desde sus inicios, tienen muy claro lo que quieren ver. Y aún más claramente lo que no es.

Pero Raphael no es decadencia.

Esposo, padre y abuelo
Más bien, el marido de Natalia Figueroa, padre de tres hijos y abuelo de siete, parece haber regado en la famosa Fuente de Juvencia. Haciendo gala descaradamente de sus raíces baladistas (y algo le debe a este andaluz el gran baladista madrileño Miguel Poveda) se pasea orgulloso por el escenario, por momentos como imbuido del espíritu de Miguel de Molina. Pero por otros con el ímpetu adolescente de un toro bravo.

Puede que a su show le sobren media docena de canciones (y posiblemente sus fans le agradezcan con razón cantarlas, claro), pero el showman sabe manejar los tiempos y las tensiones, el viaje a través de sus seis décadas es de altibajos y vueltas. otra vez. subir cuando lo tenga.

Trabajador incansable, perfeccionista enfermizo, nada de lo que hace o dice es casual o no tiene por qué.

resistirá
Luego llegará el final, con su entrega al clásico Resistiré (leiv motiv de la recordada telenovela protagonizada por Pablo Echarri, Celeste Cid y Fabián Vena en 2003 en Telefe). Un I Am That rejuvenecido y muy popero, y por supuesto con ritmo salsero de Escándalo.

Como sea que elijas decir adiós como te amo. Y en esa carta parece dedicar la canción a la Música. A esa música lo ha dado todo. El que convirtió hace sesenta años en Rafael:

“Como yo te amo, nadie te amará. ¡YO! Te amo con mi alma y con mi carne. Te amo como el niño a sus mañanas. Te amo como el hombre a la memoria de él. ¡YO! Te amo en voz alta y en silencio. Te amo de una manera sobrehumana. Te amo con alegría y con lágrimas”.

– Raphael, ¿y tú qué necesitas hacer?

– Mucho.

– ¿Qué es mucho?

– Todo lo que hice, pero más y mejor…

Damas y caballeros, levántense. Una leyenda está viva.

CJL

Fuente: Diario de Córdoba

Fuente: diariocordoba.com.ar

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