">

La curiosa estrategia presidencial de sobrevivir sin gobernar

Argentina no es Venezuela, todavía… Pero hay que reconocer que Alberto Fernández y sus colaboradores están haciendo un gran esfuerzo para llegar al gobierno de Nicolás Maduro, el que mejor expresa hoy el realismo mágico de Alejo Carpentier. La puesta en escena de la (des)reunión informativa sobre los avances del acuerdo con el FMI que el Presidente y su Ministro de Economía, Martín Guzmán, brindaron frente a los gobernadores y demás participantes ha sido un gran paso adelante en esa dirección surrealista.

La reunión, evidentemente, no era para informar nada, sino que tenía dos objetivos políticos fundamentales: el primero, cumplir con un requerimiento del FMI que surge de su reciente informe crítico sobre el otorgamiento del megacrédito al gobierno de Macri. Allí, la organización reconoce su ingenuidad al haberse apoyado en las optimistas proyecciones del propio Gobierno de Cambiemos, sin haber tomado en cuenta las demás opiniones del arco político y social argentino. Como señala el economista Javier Alvaredo, el Gobierno esta vez exige un consenso político y social más amplio, y que empieza por su casa, el Frente de Todos, donde se dan los principales desencuentros.

El otro objetivo que perseguía el encuentro tiene que ver con la estrategia de “sobrevivir sin gobernar” que ha desplegado el presidente Fernández en estos dos años al frente de la Casa Rosada. Dada su debilidad y la heterogeneidad del Frente de Todos, su táctica ha sido la de “llevarlo adelante”, ante el seguimiento cercano e implacable de su madrina electiva, vicepresidenta, líder del kirchnerismo rampante y generadora del presente. «hipervicepresidencialismo retórico».

Este sistema de gobierno ha llevado a una radicalización simbólica ya una proverbial parálisis gubernamental. Gobernar implica hacerlo en una sola dirección y el peronismo, en su heterogeneidad esencial, exige un motor para resolver la interna con el verticalismo. Pero, como no existe tal conductor, tenemos un galimatías donde uno avanza, retrocede, se dice una cosa, se dice otra. Como cuando un equilibrista busca continuamente corregir su balanceo para no caerse de la cuerda.

La vicepresidenta se despacha de vez en cuando por Twitter o, en situaciones magnificas, escribiendo sus «epístolas a la conurbanensis», en las que difunde su disconformidad con el presidente electo (por ella). Y, el presidente, dándole la razón y diciéndole que lo que pide es precisamente lo que está haciendo, a veces trata de trazar los proyectos más extremos que vienen del ala vicepresidencial.

Esta es la forma ineficiente que ha encontrado el Presidente para tratar de enfrentar los desafíos que impone la realidad del país (gobernabilidad) y, por otro lado, mantener unida a su coalición (gobernabilidad). La historia resultante ha sido definida con contundencia por el ministro Guzmán: «sarasa». Y así, todo cuesta mucho tiempo, se estiran las definiciones y se agravan los problemas o se sustituyen por otros. No hay salida a esta situación, volver a la normalidad que permita crecer con cierta estabilidad.

Esto no es muy recomendable cuando Argentina atraviesa una doble crisis sanitaria y económica. Pero, como dice la sabiduría popular, lapidaria, “es lo que es”, y hasta puede ser peor.

red oficial

Un apoyo fundamental que ha tenido la Casa Rosada ha sido la red de gobernadores oficialistas. Es cierto que privilegian su propia estabilidad, pero aún pesa que “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”, aunque durante la época del presidente Macri las gobernaciones recibieron recursos como pocas veces en la historia.

Esto hace una pregunta esencial y, en el caso del gobierno de Cambiemos, se volvió crítica, ya que no gozó de mayoría en ninguna de las cámaras del Congreso. Los gobernadores tienen un poder político sin igual: ¿alguien ha visto a un gobernador en una película o serie sobre la Casa Blanca cuando se trata de asuntos nacionales? Hasta el punto de hacer “política nacional” a través de sus “embajadores”, que no solo son sus propios senadores sino también sus diputados, quienes se convierten en personas clave en la negociación con el Presidente para intercambiar apoyos políticos por recursos económicos imprescindibles, siempre escasos. . Esta forma de negociar se ha acentuado ante la ausencia de organizaciones partidarias nacionales fuertes.

Los gobernadores hacen con el dinero de las arcas provinciales más o menos lo que les da la gana, a pesar de que la mayoría de las provincias reciben gran parte de los recursos a través de la ley de coparticipación, que no es un mero asunto de ellos. Devolución de los impuestos que recauda el gobierno nacional en los territorios provinciales. Lo que resulta en una gran redistribución automática de las provincias que más riqueza producen hacia las más rezagadas (¿dónde se cobra más IVA por metro cuadrado: en Recoleta o en Alto Pencoso, San Luis?)

Otra parte de los recursos provinciales son “caprichosos”: las famosas ATN que el Poder Ejecutivo Nacional envía discrecionalmente. Pero también, y esto no se toma en cuenta muchas veces, están los enormes gastos que realiza el gobierno nacional en todo el territorio del país. Solemos pensar que, en cambio, lo hace en el perímetro delimitado por las rejas de la Casa Rosada.

Por supuesto, con el gasto de ese dinero, el Gobierno beneficia a la comunidad en la que se ubica la obra (por ejemplo, la construcción de una escuela, un hospital, un puente o una red de alcantarillado, y también a la provincia y municipios en los que se ubica). situado). se hace ese gasto. El territorio es el mismo, sólo que está sujeto, dado nuestro sistema federal, a tres administraciones distintas, la nacional, la provincial y la local. Y, obviamente, hace política el permitir o no que en la foto o en el cartel que anuncia la obra se incluya al gobernador, al alcalde, oa ambos.

Por eso, tenemos gobernantes políticamente poderosos (tanto dentro de la provincia, como en sus relaciones con el Presidente), a la vez que económicamente débiles y dependientes de la mano del jefe de Estado. Muchas provincias siguen la estela institucional de los municipios virreinales: son unidades administrativas, no unidades productivas.

Las provincias enfrentadas

De ese compromiso de sobrevivencia nace una base de apoyo, que se extiende a las gobernaciones en manos de opositores, especialmente de aquellas que no atraviesan una situación económica que les permita cierta autonomía. Así se entienden las palabras de Gerardo Morales, que se contradicen, por el cargo que ocupa al ser, nada más y nada menos, el recién electo presidente de la UCR, una de las principales fuerzas de la coalición opositora.

En la reunión con los gobernadores, todos estos elementos estuvieron presentes casi de manera caricaturesca. El gobierno exige cuanto antes un Acuerdo con el FMI, pero eso choca con la gobernabilidad interna del Frente de Todos, pues el sector kirchnerista depende de dotar a su electorado de bienes simbólicos costosos para el ideario nacional y popular y la izquierda latinoamericana. . Lo hizo durante la campaña de las últimas elecciones legislativas, logrando mantener su núcleo duro, pero recibiendo una importante señal de alarma. Por primera vez desde 1983, el electorado típicamente peronista se mostró reacio a votar por el Frente.

Lo que logró el Gobierno fue, entonces, una foto con los gobernadores leales, algunos enviados de los gobernadores opositores y la participación de alguien que no fue convocado formalmente, pero cuya presencia fue tanto para marcar el campo ideológico como de apoyo blando al Presidente: Máximo Kirchner. Pero, lamentablemente, en estos tiempos tecnológicos, si hay una foto, hay un video. Y el mismo Gobierno se encargó de difundirlo a través del sitio oficial de la Casa Rosada.

Ese video que da cuenta de la reunión difícilmente puede ser entendido por la burocracia del FMI: pinturas que no explican nada, alusión a teorías conspirativas geopolíticas, objetivos contradictorios, discursos folclóricos. Nada que facilite la firma de un Acuerdo que es conveniente para la Argentina y necesario para restablecer la confianza económica, pero que primero debe ser precedido por la solidez política, que hoy está lejos de lograrse.

Aunque quizás el entendimiento se alcance cuando el Gobierno haya explorado todas las vías posibles para, precisamente, no llegar a un acuerdo con el FMI. Pero, ciertamente el poder de “llevarlo” con el cuerpo tiene sus límites, expresados ​​en las expiraciones que ya son implacables encima.

* Por la Nación

Fuente: diariocordoba.com.ar

Salir de la versión móvil