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Las caídas existen, aunque no las veamos / Sociedad

Es posible que ya lo hayas escuchado: algunos afirman que si Freud hubiera sido una mujer, la envidia del pene se habría convertido en resentimiento por no haber dado a luz. Porque los hombres, estoy seguro, podemos sentir toda la infinidad de un embarazo deseado, pero nunca imaginaremos su eco físico. El bebé no ha estado en nuestro cuerpo ni siquiera nuestro cuerpo se transforma para «darle la bienvenida».

Ante la pérdida, este lugar inamovible de la mujer se ve agravado por la incredulidad de no poder cambiar nada. Hoy, un embarazo ya está asociado a la maternidad: Atrás quedaron los tiempos en los que tenías muchos hijos porque algunos iban a morir. Ya no. Y ahora están los que piden la dimisión; Si el cuerpo se desprende del embrión, puede deberse a que es inviable. Pero esto no significa que la tristeza encuentre descanso. Agregue también las ineficiencias del hospital: una amiga que tenía un hijo con síndrome de Down dijo que se dio cuenta de que algo extraño estaba sucediendo en la sala de partos porque nadie hablaba. Y menos la felicitó. A su vez, ¿no es difícil para la madre que perdió un feto estar junto a todas las familias felices que acaban de recibir un bebé? ¿Puede – debería – mezclar mentes tan diferentes? ¿No es cruel?

Los estómagos que se desvanecen antes de tiempo marcan una marca que, latente o no, siempre parece estar ahí. La ilusión ya había empezado a tener un nombre, lo imaginaba de mil maneras, se escuchaba el latido de su corazón a través del ultrasonido, lo intuía en las precarias imágenes. Si era el día de los niños, recibía un peluche, si era de la madre o del padre, ya le daba una taza con su nombre. ¿Cómo no haberlo integrado en la familia?

La historia de hoy es extraña porque el autor luego tuvo dos hijos. Ella no habla desde la nostalgia por una maternidad que no sucedió -seguramente una situación más difícil- sino desde otro lugar: una alerta que la dulce espera también puede ser amarga y así es como la viven muchas parejas. Tampoco la culpa es inocente, como la de Carlota por un antiguo aborto. La mente busca razones: imposibles de comprender y buscar la lógica de una pesadilla.

En la vida es difícil no dar por sentados esos deseos que anhelamos. Pero olvidamos que la belleza no siempre es un camino sin caídas.

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Fuente: Clarin.com

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