Comprendo y comparto la preocupación del lector Arturo Garvich por la pobreza en nuestro país (carta del 30/04), acrecentada escandalosamente por el fracaso de la actual administración. No estoy de acuerdo con la línea argumental de su carta cuando sostiene que la causa de la pobreza es la desigualdad que «genera formidables obstáculos a la posibilidad de desarrollo». Un simple análisis de los datos muestra que la principal causa de la pobreza nacional es la bajísima productividad de la economía argentina, condenada durante décadas por el proteccionismo, el estatismo, el falso industrialismo y el populismo con inflación y déficit fiscal. En la década del 40 nuestro país tenía el PIB per cápita de Australia y Canadá (entre los 10 primeros del mundo). Estos países actualmente quintuplican el PIB per cápita argentino y tienen niveles mínimos de pobreza. Si tuviéramos el PIB de Australia o Canadá, nuestra tasa de pobreza sería inferior al 2 por ciento. Lo mismo ocurriría si nos comparamos con España o Italia, que eran más pobres que nosotros. Entonces, para reducir la pobreza, debemos hacer lo que la mayoría de los países exitosos del mundo han hecho o están haciendo: aumentar la productividad. Está bien, es genial decir que tomando de los ricos reducimos la pobreza, pero ese no es el caso; Lo entendieron tarde los chinos y los países de la ex Unión Soviética, que abandonaron la “redistribución de la riqueza” y empoderaron y liberaron al sector privado para producir más; Los cubanos y venezolanos que terminaron con los ricos todavía no lo entienden, pero la tan esperada “redistribución” no llegó a los pobres.
Comprendo y comparto la preocupación del lector Arturo Garvich por la pobreza en nuestro país (carta del 30/04), acrecentada escandalosamente por el fracaso de la actual administración. No estoy de acuerdo con la línea argumental de su carta cuando sostiene que la causa de la pobreza es la desigualdad que «genera formidables obstáculos a la posibilidad de desarrollo». Un simple análisis de los datos muestra que la principal causa de la pobreza nacional es la bajísima productividad de la economía argentina, condenada durante décadas por el proteccionismo, el estatismo, el falso industrialismo y el populismo con inflación y déficit fiscal. En la década del 40 nuestro país tenía el PIB per cápita de Australia y Canadá (entre los 10 primeros del mundo). Estos países actualmente quintuplican el PIB per cápita argentino y tienen niveles mínimos de pobreza. Si tuviéramos el PIB de Australia o Canadá, nuestra tasa de pobreza sería inferior al 2 por ciento. Lo mismo ocurriría si nos comparamos con España o Italia, que eran más pobres que nosotros. Entonces, para reducir la pobreza, debemos hacer lo que la mayoría de los países exitosos del mundo han hecho o están haciendo: aumentar la productividad. Está bien, es genial decir que tomando de los ricos reducimos la pobreza, pero ese no es el caso; Lo entendieron tarde los chinos y los países de la ex Unión Soviética, que abandonaron la “redistribución de la riqueza” y empoderaron y liberaron al sector privado para producir más; Los cubanos y venezolanos que terminaron con los ricos todavía no lo entienden, pero la tan esperada “redistribución” no llegó a los pobres.
Comprendo y comparto la preocupación del lector Arturo Garvich por la pobreza en nuestro país (carta del 30/04), acrecentada escandalosamente por el fracaso de la actual administración. No estoy de acuerdo con la línea argumental de su carta cuando sostiene que la causa de la pobreza es la desigualdad que «genera formidables obstáculos a la posibilidad de desarrollo». Un simple análisis de los datos muestra que la principal causa de la pobreza nacional es la bajísima productividad de la economía argentina, condenada durante décadas por el proteccionismo, el estatismo, el falso industrialismo y el populismo con inflación y déficit fiscal. En la década del 40 nuestro país tenía el PIB per cápita de Australia y Canadá (entre los 10 primeros del mundo). Estos países actualmente quintuplican el PIB per cápita argentino y tienen niveles mínimos de pobreza. Si tuviéramos el PIB de Australia o Canadá, nuestra tasa de pobreza sería inferior al 2 por ciento. Lo mismo ocurriría si nos comparamos con España o Italia, que eran más pobres que nosotros. Entonces, para reducir la pobreza, debemos hacer lo que la mayoría de los países exitosos del mundo han hecho o están haciendo: aumentar la productividad. Está bien, es genial decir que tomando de los ricos reducimos la pobreza, pero ese no es el caso; Lo entendieron tarde los chinos y los países de la ex Unión Soviética, que abandonaron la “redistribución de la riqueza” y empoderaron y liberaron al sector privado para producir más; Los cubanos y venezolanos que terminaron con los ricos todavía no lo entienden, pero la tan esperada “redistribución” no llegó a los pobres.
Comprendo y comparto la preocupación del lector Arturo Garvich por la pobreza en nuestro país (carta del 30/04), acrecentada escandalosamente por el fracaso de la actual administración. No estoy de acuerdo con la línea argumental de su carta cuando sostiene que la causa de la pobreza es la desigualdad que «genera formidables obstáculos a la posibilidad de desarrollo». Un simple análisis de los datos muestra que la principal causa de la pobreza nacional es la bajísima productividad de la economía argentina, condenada durante décadas por el proteccionismo, el estatismo, el falso industrialismo y el populismo con inflación y déficit fiscal. En la década del 40 nuestro país tenía el PIB per cápita de Australia y Canadá (entre los 10 primeros del mundo). Estos países actualmente quintuplican el PIB per cápita argentino y tienen niveles mínimos de pobreza. Si tuviéramos el PIB de Australia o Canadá, nuestra tasa de pobreza sería inferior al 2 por ciento. Lo mismo ocurriría si nos comparamos con España o Italia, que eran más pobres que nosotros. Entonces, para reducir la pobreza, debemos hacer lo que la mayoría de los países exitosos del mundo han hecho o están haciendo: aumentar la productividad. Está bien, es genial decir que tomando de los ricos reducimos la pobreza, pero ese no es el caso; Lo entendieron tarde los chinos y los países de la ex Unión Soviética, que abandonaron la “redistribución de la riqueza” y empoderaron y liberaron al sector privado para producir más; Los cubanos y venezolanos que terminaron con los ricos todavía no lo entienden, pero la tan esperada “redistribución” no llegó a los pobres.
Comprendo y comparto la preocupación del lector Arturo Garvich por la pobreza en nuestro país (carta del 30/04), acrecentada escandalosamente por el fracaso de la actual administración. No estoy de acuerdo con la línea argumental de su carta cuando sostiene que la causa de la pobreza es la desigualdad que «genera formidables obstáculos a la posibilidad de desarrollo». Un simple análisis de los datos muestra que la principal causa de la pobreza nacional es la bajísima productividad de la economía argentina, condenada durante décadas por el proteccionismo, el estatismo, el falso industrialismo y el populismo con inflación y déficit fiscal. En la década del 40 nuestro país tenía el PIB per cápita de Australia y Canadá (entre los 10 primeros del mundo). Estos países actualmente quintuplican el PIB per cápita argentino y tienen niveles mínimos de pobreza. Si tuviéramos el PIB de Australia o Canadá, nuestra tasa de pobreza sería inferior al 2 por ciento. Lo mismo ocurriría si nos comparamos con España o Italia, que eran más pobres que nosotros. Entonces, para reducir la pobreza, debemos hacer lo que la mayoría de los países exitosos del mundo han hecho o están haciendo: aumentar la productividad. Está bien, es genial decir que tomando de los ricos reducimos la pobreza, pero ese no es el caso; Lo entendieron tarde los chinos y los países de la ex Unión Soviética, que abandonaron la “redistribución de la riqueza” y empoderaron y liberaron al sector privado para producir más; Los cubanos y venezolanos que terminaron con los ricos todavía no lo entienden, pero la tan esperada “redistribución” no llegó a los pobres.
Comprendo y comparto la preocupación del lector Arturo Garvich por la pobreza en nuestro país (carta del 30/04), acrecentada escandalosamente por el fracaso de la actual administración. No estoy de acuerdo con la línea argumental de su carta cuando sostiene que la causa de la pobreza es la desigualdad que «genera formidables obstáculos a la posibilidad de desarrollo». Un simple análisis de los datos muestra que la principal causa de la pobreza nacional es la bajísima productividad de la economía argentina, condenada durante décadas por el proteccionismo, el estatismo, el falso industrialismo y el populismo con inflación y déficit fiscal. En la década del 40 nuestro país tenía el PIB per cápita de Australia y Canadá (entre los 10 primeros del mundo). Estos países actualmente quintuplican el PIB per cápita argentino y tienen niveles mínimos de pobreza. Si tuviéramos el PIB de Australia o Canadá, nuestra tasa de pobreza sería inferior al 2 por ciento. Lo mismo ocurriría si nos comparamos con España o Italia, que eran más pobres que nosotros. Entonces, para reducir la pobreza, debemos hacer lo que la mayoría de los países exitosos del mundo han hecho o están haciendo: aumentar la productividad. Está bien, es genial decir que tomando de los ricos reducimos la pobreza, pero ese no es el caso; Lo entendieron tarde los chinos y los países de la ex Unión Soviética, que abandonaron la “redistribución de la riqueza” y empoderaron y liberaron al sector privado para producir más; Los cubanos y venezolanos que terminaron con los ricos todavía no lo entienden, pero la tan esperada “redistribución” no llegó a los pobres.
Comprendo y comparto la preocupación del lector Arturo Garvich por la pobreza en nuestro país (carta del 30/04), acrecentada escandalosamente por el fracaso de la actual administración. No estoy de acuerdo con la línea argumental de su carta cuando sostiene que la causa de la pobreza es la desigualdad que «genera formidables obstáculos a la posibilidad de desarrollo». Un simple análisis de los datos muestra que la principal causa de la pobreza nacional es la bajísima productividad de la economía argentina, condenada durante décadas por el proteccionismo, el estatismo, el falso industrialismo y el populismo con inflación y déficit fiscal. En la década del 40 nuestro país tenía el PIB per cápita de Australia y Canadá (entre los 10 primeros del mundo). Estos países actualmente quintuplican el PIB per cápita argentino y tienen niveles mínimos de pobreza. Si tuviéramos el PIB de Australia o Canadá, nuestra tasa de pobreza sería inferior al 2 por ciento. Lo mismo ocurriría si nos comparamos con España o Italia, que eran más pobres que nosotros. Entonces, para reducir la pobreza, debemos hacer lo que la mayoría de los países exitosos del mundo han hecho o están haciendo: aumentar la productividad. Está bien, es genial decir que tomando de los ricos reducimos la pobreza, pero ese no es el caso; Lo entendieron tarde los chinos y los países de la ex Unión Soviética, que abandonaron la “redistribución de la riqueza” y empoderaron y liberaron al sector privado para producir más; Los cubanos y venezolanos que terminaron con los ricos todavía no lo entienden, pero la tan esperada “redistribución” no llegó a los pobres.
Comprendo y comparto la preocupación del lector Arturo Garvich por la pobreza en nuestro país (carta del 30/04), acrecentada escandalosamente por el fracaso de la actual administración. No estoy de acuerdo con la línea argumental de su carta cuando sostiene que la causa de la pobreza es la desigualdad que «genera formidables obstáculos a la posibilidad de desarrollo». Un simple análisis de los datos muestra que la principal causa de la pobreza nacional es la bajísima productividad de la economía argentina, condenada durante décadas por el proteccionismo, el estatismo, el falso industrialismo y el populismo con inflación y déficit fiscal. En la década del 40 nuestro país tenía el PIB per cápita de Australia y Canadá (entre los 10 primeros del mundo). Estos países actualmente quintuplican el PIB per cápita argentino y tienen niveles mínimos de pobreza. Si tuviéramos el PIB de Australia o Canadá, nuestra tasa de pobreza sería inferior al 2 por ciento. Lo mismo ocurriría si nos comparamos con España o Italia, que eran más pobres que nosotros. Entonces, para reducir la pobreza, debemos hacer lo que la mayoría de los países exitosos del mundo han hecho o están haciendo: aumentar la productividad. Está bien, es genial decir que tomando de los ricos reducimos la pobreza, pero ese no es el caso; Lo entendieron tarde los chinos y los países de la ex Unión Soviética, que abandonaron la “redistribución de la riqueza” y empoderaron y liberaron al sector privado para producir más; Los cubanos y venezolanos que terminaron con los ricos todavía no lo entienden, pero la tan esperada “redistribución” no llegó a los pobres.